El cardenal George Pell acaba de cumplir 80 años y pierde así el derecho a participar en un cónclave para elegir a un nuevo Papa. Pero la vida del purpurado australiano ha estado marcado estos últimos años por las calumnias, el sufrimiento y la cárcel. Durante más de un año estuvo injustamente preso hasta que el Tribunal Supremo de Australia le absolvió por unanimidad de una polémica condena por abuso sexuales a menores hace décadas.
Todo lo que sintió, experimentó y vivó tras las rejas lo fue dejando por escrito y así es como ha nacido el libro Diario en prisión (Palabra), donde aparecen recogidas todas estas reflexiones en sus tiempos en la cárcel.
En una entrevista con Vatican News, el cardenal Pell habla de esta experiencia y de cómo la oración, la perseverancia y la fe fueron fundamentales para mantener la esperanza:
-¿Podría haber imaginado a sus 80 años de vida tener que experimentar la prisión?
-No, por supuesto que no. Nunca lo hubiera pensado. He luchado mucho para que no ocurra, pero desgraciadamente sin éxito. Fue una combinación de circunstancias, mentiras y engaños, pero finalmente llegó mi liberación, gracias al Tribunal Supremo.
-¿Por qué llevó un diario de sus 13 meses de prisión?
-Por muchas razones. Pensé que podría ser útil para los que están en dificultad, para los que están pasando por un momento de sufrimiento, como el que yo pasé. Entonces pensé que llevar un diario tendría cierto interés desde el punto de vista histórico, porque no había muchos cardenales que tuvieran la experiencia de la cárcel. Pero también porque había descubierto que muchos presos se han dedicado a escribir, empezando -en el ámbito católico- por San Pablo. Escribir en la cárcel es una buena terapia.
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-¿En qué medida le ayudó la oración a vivir la humillación y el malestar del encarcelamiento?
-Debo decir que la fe y la oración han sido fundamentales, me ayudaron a cambiar completamente la perspectiva de esos días de detención. Hoy les digo a todos, utilizando una expresión inglesa, que en la cárcel tuve la confirmación de que el "paquete" cristiano funciona. Mi experiencia muestra cuánto nos ayudan las enseñanzas de la Iglesia, cuánto ayuda rezar, buscar la gracia de Dios. Sobre todo, cuando comprendemos que se pueden vivir los propios sufrimientos personales en función de un bien mayor, podemos asociar nuestro sufrimiento al de Jesús. Como cristianos sabemos, de hecho, que hemos sido redimidos por la pasión y muerte del Hijo de Dios. Vivir esta enseñanza sobre el valor del sufrimiento realmente lo cambia todo cuando uno se encuentra en una situación como la mía.
-Durante sus días de encarcelamiento, ¿qué relaciones tenía con los demás presos? Usted escribe que advertía su sufrimiento...
-Yo en la cárcel estaba en aislamiento, para garantizar mi protección personal. Nunca vi a los otros once detenidos que estaban conmigo en la misma sección. Sólo durante los últimos cuatro meses de mi encarcelamiento pude conocer a otros tres reclusos y hablar con ellos. Pero la mayor parte del tiempo sólo podía escuchar la rabia, la angustia de mis compañeros de prisión, sin tener ninguna relación personal.
En su diario cuenta que desde su celda escuchaba a menudo las oraciones de los detenidos musulmanes. ¿Qué efecto le hacía rezar escuchando esas oraciones?
-Para mí sólo hay un Dios, somos monoteístas. Las concepciones teológicas de los cristianos y de los musulmanes son evidentemente diferentes, pero todos rezamos de manera diferente al mismo Dios. No existe el Dios de los musulmanes, el de los cristianos o el de otras religiones, sólo hay un Dios.
-En el diario escribe que en la cárcel todos los días perdonaba, bendecía y rezaba por sus acusadores... ¿Fue difícil perdonarlos?
-Debo admitir que a veces era difícil. Pero una vez que se tomó la decisión de perdonar todo vino como consecuencia. Para mí, no fue tan difícil perdonar a la persona que me acusó. Sabía que era una persona que había sufrido y estaba muy confundida y quién sabe qué más…
Mientras estuvo detenido recibió miles de cartas de apoyo, ¿cómo le afectaron?
-Me ayudaron enormemente. Muchos eran obviamente de Australia, pero también de Estados Unidos y del resto del mundo. También de Italia, Alemania, Inglaterra e Irlanda. Fueron una gran ayuda y estímulo para mí. A veces las familias me escribían. Muchas veces eran cartas llenas de espiritualidad, otras de teología, otras de cultura histórica. Realmente las cartas que trataban una gran variedad de temas y eso me ayudó mucho.
-Incluso en la cárcel, ¿siempre creyó en la providencia?
-Sí, aunque a veces no entendiera lo que hacía la providencia de Dios. Pero siempre creí que Dios estaba detrás de todo lo que me ocurría.
¿Qué le han enseñado estos trece meses como hombre de Iglesia?
-La importancia de la perseverancia. La importancia de las cosas simples, como la fe, el perdón, la redención del sufrimiento. Normalmente, cuando vives en la cárcel te ves obligado a enfrentarte a los temas fundamentales de la vida, a las cosas simples y fundamentales. Esto también me pasó a mí y debo decir que gracias a Dios sobreviví.
¿Puede el escándalo de la pederastia ser una ocasión para la renovación de la Iglesia?
-Debe serlo. No podemos seguir en la misma línea. Es un tipo de cáncer espiritual y moral. Me parece que aquí en Australia hemos trabajado seriamente para erradicarlo, pero es un deber de todos los sacerdotes y de todos los obispos del mundo asegurar que estos escándalos no se repitan. Demasiado sufrimiento, demasiado dolor. El fenómeno de los abusos en la Iglesia demuestra una vez más que a menudo no hemos seguido las enseñanzas de Jesús. Si hubiéramos seguido los mandamientos del Decálogo, todo esto no habría ocurrido.