Siempre pendiente de su futuro, la diócesis de Ciudad Rodrigo (Salamanca), la más pequeña en número de habitantes de toda España, celebró el pasado fin de semana 850 años de historia.
Un acuerdo entre el arzobispo de Santiago de Compostela y Fernando II de León posibilitó la creación de esta sede con el objeto de que sirviese de baluarte ante los musulmanes. Y ahora, más de ocho siglos después, se enfrenta a la realidad de este territorio: la despoblación y el envejecimiento.
Rompiendo la media, su obispo, Raúl Berzosa (Aranda de Duero, 1957), que recibió el báculo civitatense el pasado mes de abril y que, según indica, no ha tenido «ni un momento libre», entre otras cuestiones porque ha centrado los primeros meses de su etapa salmantina en la atención a las personas, en las obras de remodelación del obispado y en prestar servicios a otras diócesis del resto del país.
Será fruto de la casualidad, pero es el tercer arandino que ha sido elegido obispo de Ciudad Rodrigo.
-¿Cuál es su percepción de la diócesis en estos primeros meses?
-He visto luces y sombras. Las luces son la entrega de la gente, la acogida, la amabilidad, la generosidad. Las sombras es lo que vemos sociológicamente, una tierra cada vez más despoblada y envejecida. Es una pena que los jóvenes tengan que salir fuera porque no hay tejido industrial.
-Ante esta situación: ¿qué se puede hacer desde la Iglesia?
-Yo lo resumo en mantener, renovar y dar esperanza. Mantener lo que hay y que merece la pena, con una atención especial a las personas mayores. Renovar aquello que podamos para que el futuro tenga una puerta abierta y, por último, dar esperanza porque merece la pena vivir en esta tierra.
-La media de edad de los sacerdotes también es elevada aunque usted rebaja considerablemente la media.
-Es verdad, la media se sitúa en los 68 años y en mi caso, como dijo el Cardenal Merry del Val a Pío X: «La juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo» (sonríe).
-A pesar de todo lo dicho, llama la atención la labor que realizan los jóvenes de la diócesis, incluso con el rodaje de películas.
- Es vedad. Somos pioneros en ese aspecto de la pastoral juvenil, a través del mundo de la cultura hay que tratar de evangelizar, y hay que sembrar sin tener prisa por recoger los resultados pero sobre todo, hay que practicar la pastoral de la zapatilla y salir a la calle.
-¿Cómo es la vida de un obispo de una diócesis tan pequeña como esta?
-Ser obispo en una diócesis pequeña es un privilegio, soy el párroco mayor. Al final acabas conociendo a mucha gente pero sobre todo, hay que ir sin prisa porque todo el mundo te para, incluso, como saben que me gustan los chistes, me renuevan el repertorio. Las diócesis pequeñas te humanizan.
-¿Está amenazada la continuidad de la diócesis de Ciudad Rodrigo?
-Hoy no hay ningún sonido de tambor ni ruido de mitras, la situación es de normalidad y esa es la verdad. El futuro está en manos de Dios y de la Santa Sede y, si algún día hubiera algún movimiento, por parte de Roma se lo pensarán mucho. En Italia hay diócesis más pequeñas que esta.
-Existen otras cifras mucho más alentadoras, principalmente relacionadas con la solidaridad.
-A nivel de gestos solidarios estamos entre las cinco primeras diócesis de España. Le voy a poner solo un ejemplo, los donativos que se han entregado a Cáritas triplican el presupuesto de la diócesis.
-¿Cuáles son los proyectos de futuro?
-Tenemos que replantearnos las unidades pastorales, son pasos que hay que dar muy despacio pero habrá que aprender un nuevo estilo de trabajo. Lo más importante es la celebración de la Eucaristía. Donde no se celebra, la gente se pasa a sectas protestantes; hay que salvar dentro de la identidad católica esta celebración, pero de una manera digna.