Federica Pellegrini es para la natación italiana algo así como Rafa Nadal para el tenis español, aunque, con el decimonoveno Grand Slam ya en su vitrina, lo del deportista balear no permita muchas comparaciones, y sus éxitos son más universales. Pero Fede la Divina, como la llaman, es desde hace quince años la reina indiscutible de los 200 metros libres. En los Campeonatos del Mundo Lleva subiéndose al podio de la disciplina ininterrumpidamente desde 2005, un registro de leyenda: un bronce, tres platas y cuatro oros, el último este mes de julio en los mundiales de Gwangju. Fue oro olímpico en Pekín en 2008 (la única italiana que lo ha conseguido en natación) y, con solo 16 años, bronce en Atenas en 2004. En 2009 logró un récord mundial de la especialidad que sigue asombrosamente vigente una década después, y aquel año y en 2011 fue además campeona del mundo en los 400 libres.
Federica, tras ganar el pasado 24 de julio su cuarto oro mundialista en los 200 libres.
Esa fama deportiva se ha extendido al mundo de la publicidad y de la comunicación, con numerosas apariciones televisivas que la convierten en un personaje doblemente popular en Italia. Por eso se viralizó enseguida una foto que colgó en su cuenta de Instagram, en la que le están tatuando un rosario en el costado izquierdo.
La imagen venía acompañada de un pie: "Me ha acompañado en todos los retos más difíciles... Siempre bajo mi almohada... Ahora... ya no se irá".
Aunque Federica tiene ya varios tatuajes ("Me divierten", dice, "representan momentos de mi vida, también de mi vida afectiva"), detrás de éste no hay solo moda o postureo, sino una fe real. "Creo en Dios, sin duda. Tengo mis oraciones personalísimas que repito cada vez que siento la necesidad de reflexionar y de estar más en contacto con mi alma", dijo en una entrevista. En lo que coincide con otras dos campeonas con las que ha competido más de una vez, la española Mireia Belmonte y la estadounidense Katie Ledecky.
La familia es para ella "fundamental": "Soy la persona que soy gracias a mis padres". Cree también en el matrimonio: "El matrimonio es la coronación de una relación entre dos personas que se aman". Cuando el entrevistador le plantea que el matrimonio es también un sacramento, responde: "Por eso estoy convencida de que hay que conocerse muy bien antes de dar un paso tan importante". ¿Familia e hijos? "Sin duda. Es un deseo que quiero realizar por encima de todo". A sus hijos les enseñará "lo que me han enseñado mis padres".
Tiene 31 años y hace nueve, cuando le preguntaban cómo se veía diez años después, contestaba sin dudarlo: "Madre. Aunque no inmediatamente. Aún tengo que hacer dos o tres cosas". En los últimos años Federica ha tenido algún novio compañero de profesión, pero no se ha casado. Ahora que anuncia que Gwangju fue su último mundial, dice que empieza a verse a sí misma fuera de la piscina y quizá pueda hacer realidad su sueño.
Lo cierto es que, cuando le preguntan por la cuestión religiosa jugando con su apodo (la abreviatura Fede significa "fe" en italiano), siempre es muy clara: "La fe siempre ha sido algo fundamental, tanto para mi familia como para mí. Rezar me ha ayudado mucho. Y creo que una ayudita me la da también Él entre todo lo que tiene que hacer..."