El programa Valores en alza, que presenta el sacerdote Evaristo de Vicente en Intereconomía TV, entrevistó este domingo al padre Elías Cabodevilla y al escritor y periodista José María Zavala. Son, respectivamente, el mayor especialista español en la figura de San Pío de Pietrelcina y el autor de Padre Pío. Los milagros desconocidos del santo de los estigmas (LibrosLibres).
Esta obra conocerá en unos días la sexta edición, pocas semanas después de publicarse la quinta, que incluía un capítulo nuevo respecto a la original, donde se recogen hechos extraordinarios sucedidos tras su aparición en octubre de 2010.
Sin embargo, a pesar de que en torno al Padre Pío no han dejado nunca de suceder, en vida y tras su muerte en 1968, milagros de toda índole, el padre Elías tiene claro que "sería absolutamente equivocado presentar al Padre Pío como un santo milagrero".
¿Por qué? Porque "siempre que interviene el Señor a través del Padre Pío tiene lugar un cambio de rumbo en la persona: una conversión, una vuelta al rumbo que se estaba perdiendo, un compromiso más firme con la fe", dijo el fraile, capuchino también.
"Los grandes milagros son los milagros del alma", apostilló Zavala, quien recordó que la gran tarea del santo se realizó en el confesonario: "Confesó a más de seiscientas mil personas, pasaba 18 ó 20 horas al día confesando, y sus curaciones iban y van siempre seguidas de una confesión". Citó el caso con el que se abre su libro, narrado por una testigo presencial de cómo lo obró en persona el Padre Pío: la curación simultánea del cáncer de una mujer y de la sordomudez de su hijo, como fogonazo divino para obtener la conversión del marido y padre, masón grado 33.
A preguntas de don Evaristo, el padre Elías recordó sumariamente los datos biográficos del Padre Pío, nacido en 1887. Su salud era tan mala de joven que los médicos le desahuciaron, y el Padre Pío pidió en 1910 una dispensa de edad para su ordenación sacerdotal, para poder al menos celebrar una misa antes de morir.
Los galenos se equivocaron, pero los sufrimientos llegaron pronto a su vida en forma de las cinco llagas de la Pasión de Jesús, unos estigmas que tuvo prácticamente hasta la muerte y que le hicieron célebre. "Supuraban constantemente sangre fresca, sin nada de pus, y no se cerraban. Los médicos no encontraron explicación natural", dijo el padre Cabodevilla. Sólo desaparecieron paulatinamente en las últimas semanas antes de su muerte: "La última costra de las llagas cayó de su mano izquierda sobre el altar en la última misa que celebró, el día antes de fallecer".
Del Padre Pío dijo el papa Benedicto XV que "es uno de esos hombres extraordinarios que Dios manda de vez en cuando al mundo para convertir a los pecadores y renovar la sociedad".
Y otro futuro Papa habló también de él y con él. En 1948, dos años después de ser ordenado sacerdote, Karol Wojtyla acudió a San Giovanni Rotondo, el convento del Padre Pío, con tres objetivos que dejó anotados: verle, confesarse con él y asistir a su misa.
Este documento se ha descubierto a la muerte de Juan Pablo II. El joven cura polaco dejó escrito entonces que "el Padre Pío era un confesor claro y sencillo que trata al penitente con amor", y su misa era "el Calvario repetido en el atar, con Cristo sin sangre y con el Padre Pío con sangre".
A través de Juan Pablo II, y en ese escrito que dejó con orden de no abrir hasta su muerte, se ha desvelado también que el Padre Pío sufrió una sexta llaga. Cuando Karol le preguntó cuál de las cinco heridas le dolía más, el santo de Pietrelcina le respondió: "Ninguna de las cinco, sino la del hombro derecho, que nunca ha sido curada".
"¿Por qué el Padre Pío descubrió a aquel joven y desconocido sacerdote algo que no había dicho ni a su director espiritual?", dejó flotando en el aire el padre Elías Cabodevilla.