La mañana del 11 de septiembre de 2001 comenzó como cualquier otra para el padre Kevin Smith. Como capellán de bomberos, se disponía a celebrar su misa de cada mañana en Massapequa, a unos 60 kilómetros del bajo Manhattan, en Nueva York.
Repentinamente, su localizador de incendios comenzó a alertarle de un aviso, y nada más encender la televisión, presenció el impacto de uno de los aviones secuestrados por Al Qaeda contra las icónicas torres gemelas. Fue uno de los primeros sacerdotes en responder a la llamada.
Explosiones, derrumbes, humos tóxicos... él se quedó para ayudar
El sacerdote se dirigió de inmediato a la zona de impacto en su vehículo perfectamente equipado para situaciones de emergencia. La imagen fue devastadora. Una ingente nube de humo se cernía sobre una población desorientada, con escombros saltando en todas direcciones mientras los vehículos de bomberos ardían e implosionaban.
Imágenes del impacto del segundo avión el 11 de septiembre, tomadas desde un edificio cercano.
El periodista de la agencia France Presse y corresponsal en Estados Unidos en el momento del 11-S, Michel Moutot, documentó en su libro, Las catedrales del cielo que dos tercios de las personas que entonces trabajaron en la zona cero hoy están muertos o gravemente enfermos.
“Aquel humo y vapores eran extremadamente tóxicos, y la columna de humo que brotaba de las torres implicaba la incineración de muchas personas”, recogió Moutot.
“Aún hoy cuesta asumir que más de mil personas del World Trade Center materialmente desapareciesen. No se encontró rastro alguno de ellas. Se volatilizaron”, afirmó el periodista.
Confesaba a los bomberos, bendecía fallecidos y apoyaba a los heridos
El padre Kevin no se amedrentó ante el infierno que presenciaba, y escuchó en confesión a muchos de los bomberos y personal de los servicios de emergencias. Para muchos de ellos, podía ser la última.
“Querían la absolución antes de dirigirse hacia el montón de escombros. No sabías qué podía explotar o derrumbarse segundos después”, cuenta el sacerdote a Catholic News.
Imágenes en primera persona de la zona cero y derrumbamientos de las Torres Gemelas tras el atentado del 11 de septiembre.
Mientras atendía a los bomberos que aún podían cumplir su heroica misión de rescate, el sacerdote impartía la bendición sobre muchos de los 343 caídos del Departamento de Bomberos de Nueva York. Entre los fallecidos, se encontraba el cuerpo del franciscano Mychal Judge, capellán del departamento desde 1992 y primera víctima registrada de los atentados.
Mychal Judge, capellán del departamento de bomberos de Nueva York, la primera víctima certificada de los atentados.
Bomberos, amigos, feligreses... perdió a 60 conocidos
El sacerdote “conocía a muchos de los fallecidos”. Entre ellos, no solo se encontraban bomberos. También era amigo de muchos trabajadores de las propias torres. Incluso había sido párroco de la cercana iglesia de Santa María en Manhasset, que perdió 22 feligreses por el atentado.
Dos años después del atentado, consultó un listado de víctimas para ver a cuántas de ellas conocía. “Eran unos 60. Sesenta amigos con los que tenía contacto, también con sus familias. Eran bomberos, también había empleados del banco Cantor Fitzgerald y otros grupos financieros del Trade Center”
Un alto precio a pagar: cáncer y secuelas crónicas
A día de hoy, las secuelas del atentado perduran en la salud física y psicológica del sacerdote y su familia.
“Tengo sinusitis crónica, apnea del sueño y cáncer de piel, todo certificado como consecuencia del 11 de septiembre”, detalla. Su hermano Patrick, a quien recogió en su vehículo el mismo día del atentado, tuvo que retirarse en 2006 del cuerpo de bomberos debido a una enfermedad respiratoria.
“Los primeros años tuve pesadillas y flashbacks” admite el capellán, quien todavía hoy tiene que ir a terapia, especialmente en los aniversarios. “Ayuda, no es malo hablarlo de vez en cuando”.
Como él, muchos de los que vivieron el atentado en primera persona siguen recibiendo tratamiento, y los meses siguientes permaneció dando apoyo a los bomberos y el resto del personal.
Mensaje para la Semana Santa del sacerdote Kevin Smith, párroco de Our Lady of Snow en Blue Point (Nueva York).
Caridad, compañerismo y unidad en medio de la dificultad
Por extraño que parezca, no todos los recuerdos de aquel fatídico 11 de septiembre son oscuros para el capellán de bomberos.
“Por la noche, cuando salía del Trade Center, había gente en las calles con grandes carteles con un `gracias´ escrito. Te daban botellas de agua y sándwiches hechos por niños voluntarios en sus escuelas.
Los días siguientes, recuerda un alto grado de caridad y compañerismo y una intensa unidad.
Ese espíritu, explica, “se fu apagando con el tiempo hasta el punto en que hoy nos gritamos y enfrentamos los unos a los otros. Desearía que algunas de las lecciones que aprendimos, como tender la mano los unos a los otros, el perdón o la paciencia continuasen”. Una de las más importantes, “apreciar cada día que vives”.
Una presencia agradecida y necesaria
Aquellos días, el capellán valoró especialmente su vocación. “Mucha gente agradecía que fuera sacerdote. Muchos decían: `Padre, gracias a Dios que está aquí, con nosotros´. Me sentí necesitado”, aprecia.
Adrenalina, la necesidad de ayuda de los demás, el trabajo extenuante… de entre todos los motivos que le animaban a seguir, “la oración y el Espíritu Santo” fueron las más poderosas.
Desde entonces, debido a las comidas y descansos que empleaba ayudando a los bomberos en la zona cero, define su vocación como “un ministerio de presencia. Tenía la sensación de que Dios estaba conmigo”, concluye.