En la fiesta de la Exaltación de la Cruz, el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, beatificó a la italiana Elena Aiello, una religiosa que tuvo los estigmas de Cristo, diversas revelaciones místicas y el don de profecía que le permitió anunciar la caída de Benito Mussolini.
En la multitudinaria Misa que presidió el 14 de septiembre en Calabria, de donde era originaria la religiosa, el cardenal Amato resaltó que su vida y obras "edificaron la tierra calabresa con un testimonio evangélico heroico".
El Purpurado dijo que esta religiosa, fallecida a los 66 años de edad, enseñó a los fieles que "es posible vivir el Evangelio en grado heroico, es posible entonces ser santos (…) ya que esta tierra necesita de la belleza espiritual de los santos".
El Cardenal Amato resaltó que Elena Aiello fundó la congregación de las Hermanas Mínimas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, su experiencia de la "vía mínima" hacia la santidad, y su participación mística en el misterio pascual con "los ojos siempre fijos en el Crucifijo".
A quienes le decían que su "caridad era exagerada" en su labor con los más necesitados y con las personas con discapacidad, Elena decía que "los pobres, los desadaptados y los sufrientes son los mejores amigos de Jesús y haciendo el bien a ellos se ama concretamente al Señor".
Sor Elena Aiello murió en 1961. En marzo de 1922 mientras practicaba en privado la devoción de los "13 viernes" de San Francisco de Paula, recibió los estigmas al tiempo que su rostro sudaba sangre.
Desde entonces la efusión de sangre se repitió cada viernes de marzo y especialmente en Viernes Santo; al fenómeno físico del sangrado se unía el dolor, la privación de los sentidos, el hablar proféticamente en nombre de Jesús, María o San Francisco de Paula.
En 1928 con Gina Mazza dan inicio en Cosenza a las Hermanas Mínimas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que busca honrar la Pasión del Señor y socorrer espiritual y materialmente a los pobres, especialmente a los niños necesitados.
Entre sus muchas profecías y avisos, Sor Elena advirtió el trágico fin de Mussolini. El dictador italiano murió fusilado el 28 de abril de 1945 tras ser detenido cuando trataba de escapar de Italia disfrazado de soldado alemán.
"¿Os acordáis cuando el 7 de julio del año pasado me preguntabais que le podría ocurrir al Duce, y que yo os respondí que si no permanecía unido al Papa, tendría un fin peor que el de Napoleón? Ahora os repito las mismas palabras: si el Duce no salva Italia haciendo todo cuanto diga y haga el Santo Padre, pronto caerá", decía la profecía.
Sin embargo, su profecía más conocida es la del Viernes Santo de 1954 en la que, entre otras cosas, advirtió los escándalos en la Iglesia por los pecados de los sacerdotes:
"Escucha bien lo que digo y comunícalo a todos: Mi corazón está triste por los muchos sufrimientos que amenazan a este mundo. La justicia de nuestro Padre Celestial está ofendida gravemente. El mundo está inundado por una crecida de corrupción. Los gobiernos de los pueblos se han levantado como demonios en carne humana, y mientras hablan de paz, preparan la guerra con instrumentos devastadores, para aniquilar pueblos y naciones. Innumerables escándalos llevan las almas a la ruina, especialmente de la juventud".
"El hogar, fuente de la fe y de santidad, está manchado y destruido. Continúan viviendo pertinazmente en sus pecados. Cerca está el azote para limpiar la tierra del mal. La Justicia divina reclama la satisfacción de tantas ofensas y maldades que cubren la tierra y no se puede tolerar más. Los hombres obstinados en sus culpas no se vuelven a su Dios. La gente no se somete a la Iglesia, y desprecia a los sacerdotes por haber muchos malos entre ellos, que son causa de escándalos".
"Hacen falta oración y sacrificios, que vuelvan a los hombres a Dios y a mi Corazón Inmaculado. Propaga a gritos todo esto, en todo el mundo, como eco verdadero de mi voz. Hazlo saber porque ayudará a salvar muchas almas e impedirá mucha destrucción en la Iglesia y en el mundo".