Solía bromear por su estado y su silla de ruedas: "Soy como el Coliseo, una ruina, pero muy visitada…". El cardenal polaco Andrej Maria Deskur, el amigo de Juan Pablo II (con quien comía una vez a la semana), murió ayer en Roma. Tenía 87 años y medio. Muchos lo frecuentaban durante los años del pontificado wojtyliano justamente porque tenía una relación muy especial con el Pontífice: muchos se dirigían a él para poder acercarse al Papa.

Deskur nació en febrero de 1924, en Sancygniów. Ingresó al seminario clandestino de Cracovia durante los años de la ocupación nazi y allí fue donde conoció a Karol Wojtyla, quien lo sorprendió por su forma de sumergirse en la oración.

"Él vivía rezando –diría Deskur de Wojtyla–. Cuando estaba en la capilla se le escuchaba hablar, como se habla con otra persona. Cuando nosotros los seminaristas nos encontrábamos en la iglesita para rezar, cada uno nos distraíamos después de haber rezado un poco, volteando para ver quién estaba entrando, como es natural y como le pasa a todos. Pero él no. Karol parecía en otra parte, en otra dimensión. Estaba en el mundo de Dios. Nunca lo vi distraerse durante la oración".

En 1950 Deskur fue ordenado sacerdote y permaneció siempre muy cerca de Wojtyla. En 1962, sirvió como intermediario con Padre Pío para que recibiera la súplica que monseñor Wojtyla, entonces obispo auxiliar y vicario capitular de Kracovia, envió pidiéndole que intercediera para curar a Wanda Poltawska, una madre de familia enferma de cáncer. Tras una operación, Wanda se curó completamente.

En la época del Concilio, Deskur trabajaba en el Vaticano como subsecretario de la Pontificia comisión para la Cinematografía, la Radio y la Televisión, que después sería transformada en el Pontificio consejo para la comunicación social. Fue nombrado secretario del nuevo dicasterio en 1970 y después sería nombrado obispo y presidente del ente por Pablo VI.

Cada tanto, el cardenal Wojtyla iba a Roma, para participar en un sínodo o porque tenía que desempeñar alguna comisión en los trabajos de las Congregaciones a las que pertenecía. Deskur era su punto de referencia. Algunos biógrafos de Juan Pablo II han destacado el papel que su amigo polaco tuvo para que conocieran a Wojtyla en el ambiente de la Curia.

En octubre de 1978, poco antes del segundo cónclave de ese año (tras la muerte de Juan Pablo I), Deskur sufrió un ictus y fue internado en el Policlínico Gemelli (de Roma). Wojtyla lo supo mientras entraba al cónclave que, dos días después (el lunes 16 de octubre), lo nombraría Papa.

La vida de Juan Pablo II estuvo marcada por el sufrimiento personal (huérfano de madre, después las pérdidas del hermano y del padre; como Papa, el atentado y después el largo calvario de la enfermedad), pero también por el de las personas más cercanas, como Wanda Poltawska (traumatizada por la violencia del campo de concentración nazi), o el del amigo sacerdote (luego obispo y cardenal) Marian Jawrosky, que perdió la mano mientras se dirigía para celebrar una misa en lugar de Wojtyla.

Al día siguiente de su sorpresiva elección, Juan Pablo II dejó el Vaticano para ir al Policlínico Gemelli, su primera visita pastoral a Roma. Visitó algunos pacientes y, sobre todo, se quedó al lado de su amigo. En 1985, el Papa nombraría a Deskur cardenal.

Desde 1978 Deskur permaneció en una silla de ruedas y, tras haber dejado sus obligaciones en la Curia, fue nombrado presidente de la Pontificia Academia de la Inmaculada. Su bien conocida sensibilidad mariana, que compartía con su amigo el Papa, se hizo aún más evidente en 1995, cuando la Virgen de Civitavecchia empezó a derramar lágrimas de sangre y fue confiscada por las autoridades judiciales. Deskur se dirigió a la pequeña ciudad del Lazio para regalarle al obispo una copia de la estatua, quien había rezado por la “libertad” de la Virgen. Deskur recordó entonces que algo semejante sucedió en Polonia cuando las autoridades comunistas “secuestraron” en 1967 la famosa imagen de la Virgen negra de Czestochowa.

Después de la muerte de Juan Pablo II, el cardenal polaco reveló algunos aspectos de la vida espiritual y mística de su amigo Pontífice, y afirmó que, en el momento de su ordenación sacerdotal, Karol recibió un don particular, el de la "plegaria infundida", que significa "dejar que el Espíritu intervenga y te guíe... con apariciones o locuciones interiores. Esta intimidad con Dios hace que todo se desempañe".