El sacerdote Juan Andrés Verde se ha convertido en un personaje muy popular en su país, Uruguay, tras haber participado y llegado a la final del reality televisivo Masterchef Celebrity. El vicario de la parroquia de Stella Maris de Montevídeo intentó aprovechar este altavoz para hablar de Dios y mostrar el rostro de la Iglesia.
En una entrevista con el portal de Jóvenes Católicos, Verde asegura que “la afición a la Cocina se dio más bien para aprovechar una oportunidad única de poder difundir nuestra obra y fe a raíz de una invitación a Masterchef. Solía cocinar en campamentos, retiros y ollas populares. Pero no en una cocina tan sofisticada para paladares tan selectos”.
Sin embargo, cree que “cuando la razón es grande, la motivación es fuerte, no hay barreras que nos detengan. Uno pone todo y Cristo se encarga de lo necesario”.
En la final de Masterchef, Juan Andrés “Gordo” Verde quiso dedicar un plato a San Juan Pablo II. “Jamás pensé que podría llegar a la final. Fue una verdadera oportunidad para transmitir un mensaje de fe y esperanza, habiendo podido visibilizar la causa, señala el sacerdote.
“Como plato de entrada pude hacer un ‘vitel toné’, comida típica en nuestro país, para la Navidad en familia. Como principal fue una ‘Polenta cremosa Mar y tierra’, ya que la Polenta es un producto que llega con facilidad a todos los hogares (ricos y pobres) y me gustaba el hecho de que el plato del cura llegue a todos, ya que el mensaje del Evangelio es para todos. Y quien recorrió mar y tierra fue nuestro querido Papa Juan Pablo II – así pude vincularlo con el postre. La “Papiwzca Kremowka” era su postre preferido. Intenté hablar de la santidad, del testimonio del Papa y mostrar algo diferente de nuestra Iglesia Católica”, cuenta el sacerdote.
Él mismo reconoce que no fue nada fácil compaginar su labor de sacerdote con la grabación del programa. El padre Verde reconoce que aunque fue un degaste “el Espíritu Santo nos sostiene”.
“Por temas pastorales los horarios que pude poner las clases eran de locos. ¡Llegué a tener clase de cocina a las 11 de la noche! Pero el sacrificio lo valió. En la televisión me sentí muy respetado tanto por los productores como por el equipo de famosos concursantes. No es común en nuestro país tal respeto hacia los sacerdotes, pero creo que eso fue un regalo de Dios. También un gran honor que todo el equipo de cocineros haya venido un domingo al barrio para cocinar Mil Milanesas y un arroz Criollo a las familias más humildes. Luego de eso, valoraron distinto el hecho de que estuviese grabando estos programas y hasta tomaron la frase que me acompaña desde el seminario, como frase de cabecera: ‘hasta el Cielo no paramos’”.
Sobre su propia vocación religiosa, el padre Juan Andrés señala que “descubrir la vocación fue un proceso. No se dio de un día para el otro ni de forma ‘mágica’. En ese momento tenía novia (4 años de novios) una chica muy buena y con gran espíritu misionero. Yo Jugaba al rugby representando a Uruguay en el equipo Nacional. Estudiaba veterinaria y me iba muy bien. Pero algo faltaba. Comencé a sentirme ‘vacío’. Tenía todo pero aún así no era feliz”.
Ante esa situación, el ahora sacerdote decidió tomarse un año sabático y se fue como misionero a una obra salesiana en medio del campo, donde jóvenes muy pobres vivían y aprendían oficios.
“Ese año me cambió la vida. Me encontré con Jesús a través del servicio a los más necesitados. Descubrí un Dios Amigo, cercano, que me conocía y quería mi felicidad. Dejó de ser ‘algo’ para ser ‘Alguien’. Desde entonces comenzó un proceso donde paulatinamente fui descubriendo que Dios me llamaba a ser sacerdote. Hasta mi propia novia me llegó a escribir una carta diciéndome que me veía feliz por ese camino. Hoy con 32 años, llevo 4 años de sacerdote y puedo decir que nada me ha hecho más feliz en la vida, que ‘haberme puesto la pilcha de Cristo’ como sacerdote”, asegura convencido.
Como sacerdote asiste al grupo juvenil Cireneos, que surge como parte de un programa Misionero de los jóvenes de la parroquia. Explica que “con ellos misionamos diferentes barrios populares como Felipe Cardozo (Basurero Municipal) o Santa Eugenia. Este grupo en concreto busca brindar un techo digno para familias que viven en máxima precariedad. En pisos de barro, techos de Chapa, sin baños ni ventanas. Hemos logrado de diferentes formas juntar fondos para los “hogares containers” que son casas en containers, con 2 dormitorios, baño y cocina. Un sueño para cada familia que lo recibe. Cada hogar tiene un costo de 9500 dólares americanos y hemos logrado llegar a 50 familias. ¡Aspiramos a cubrir las 240!”.
Además, con los miembros del grupo juvenil y los vecinos del barrio han podido construir una capilla, que atiende espiritualmente a esta zona tan abandonada.