Una historia de vejaciones diabólicas, ataques nocturnos y deseo de liberación por el poder de Dios, es lo que encuentra el periodista Álex Navajas, de Creo TV, en San Ramón Nonato, parroquia del barrio de Vallecas, en Madrid.
Es la historia de Amaurys Torres, un exiliado cubano que vive en Madrid desde el año 2000. Ya comentaba su historia el párroco del lugar, José Manuel Horcajo en su libro Al cruzar el puente (Ed.Palabra).
"Llegué de Cuba y la noche madrileña me encandiló. Empecé a trabajar, trabajaba por las tardes y podía salir todas las noches, con lo que conlleva ese mundo", explica Amaurys.
Puso en marcha su propio bar. "Ahí toqué fondo, entre la crisis económica de 2009 y mi crisis personal", recuerda. Económicamente estaba hundido. Por suerte, su casero, otro cubano, "desapareció misteriosamente durante 10 años y estuve diez años sin pagar el alquiler, parece que fue a EEUU".
Ninguna formación religiosa
Amaurys, como tantos otros habitantes de la Cuba comunista, fue bautizado de niño pero apenas recibió formación religiosa. "No estaba perseguido a muerte pero no estaba bien visto", detalla.
"Mi padre se metió en cosas de santería y yo también fui santero de niño. Creíamos en Dios, pero un Dios muy lejano", detalla. "No tenía ni idea de religión. Yo con 40 años pensaba que cada Virgen era una virgen distinta, no sabía lo que había en el Sagrario, no había hablado con un cura en mi vida..."
En la Jornada Mundial de la Juventud de 2011 en Madrid, se encontró en medio de una multitud, y el Papa Benedicto XVI pasó a su lado, "como a medio metro". Le pareció una curiosidad. Pero poco después soñó con el Papa Benedicto XVI. "Él estaba en mi casa de Cuba e interpreté eso como que tenía que ir a la Iglesia".
Con su economía arruinada, recordó un consejo popular en Cuba: "Dale misa a los muertos para que te ayuden". Y decidió ir a la parroquia a escuchar misa con esa idea.
Una noche acudió a recoger a su madre que salía de su trabajo, y vino a su mente una frase de la misa: "Señor Dios Rey celestial". La olvidó enseguida, vio cosas en televisión en casa, se preparaba para ir a dormir. Y tuvo una experiencia impactante.
"El cielo se abrió, como si se abriera con una cortinilla. Y vi unas luces blancas y rojas, muy fuertes, lejos. Y pensé: 'eso es Dios'. Dios aún era algo lejano para mí. Pero no vi a nadie, ni a la Virgen ni al Señor", detalla.
Ataques por la noche
Al poco de empezar a ir a la parroquia, pasó a sufrir lo que describe como "ataques por la noche". Era como "una opresión en el pecho, que no me dejaba hablar, gritar, abrir los ojos ni hacer nada. Como si me echaran algo encima, pero yo no veía nada", describe. "Aquello me entraba cada vez más", recuerda.
Estuvo 3 años yendo a la parroquia a misa, sin hablar con nadie, ni de su experiencia ni de nada más.
Un domingo de Pascua recogió agua bendita de la parroquia. En uno de aquellos ataques que le oprimían y le dejaban sin fuerza, Amaurys roció con un chorro de agua bendita, "y aquello saltó como si fuera ácido. Y entendí: 'esto es una cosa mala, esto no es de Dios'. Y empecé a aterrorizarme".
El Espíritu Santo en Pentecostés
En Pentecostés la parroquia organizó una oración con imposición de manos para jóvenes. Era una oración de efusión del Espíritu Santo, pero Amaurys pensó, muy feliz, que le habían "hecho cura" en alguna forma "espiritual". Sintió algo por dentro y quiso más. Pasó por la catedral castrense de Madrid y le dijo a un cura que quería que le impusiera las manos. El cura se extrañó pero aceptó. Amaurys sentía que "algo bueno me pasaba, como calor, sentía que algo pasaba".
Esa noche, cuando no apareció el bicho, se convenció de que "lo que hizo el cura mató al bicho".
Desde entonces, enamorado de Dios, siempre ha buscado sus cosas. "El Espíritu me ha empujado a cosas de Dios, tengo hambre hoy de cosas de Dios", afirma.
Pero al mismo tiempo ha seguido sintiendo una presión maligna, ahora ya no de noche, sino en otros momentos, y como un fondo continuado.
"No tengo posesión pero sí sufro vejaciones"
"He ido a todos los exorcistas de Madrid. No tengo posesión. Pero sí sufro vejaciones", explica hoy. Ha estado en Lourdes varias veces, buscando liberación.
Siente que algo, probablemente Dios, tira con fuerza de él, pero hay "alguien" que está en contra (algo maligno) que tira en la dirección contraria. Lleva 11 años así y lo siente a menudo como pinchazos en la cabeza que le incapacitan.
Los sacerdotes le dicen que al no ser posesión debe ser un "proceso espiritual" que Dios permite, al menos por ahora, y hay que aceptar con paciencia, al menos por ahora.
También dice que cuando reza la Coronilla de la Divina Misericordia, especialmente por otra persona, algo que "tiene mucho poder, lo he experimentado", nota que "el otro" se pone "como un perro rabioso".
Siente a menudo soledad cuando habla de estas cosas con sacerdotes que "no saben de estas cosas". En cambio, sacerdotes misioneros que han estado en África o América y también gente de la Renovación Carismática le entienden mejor y le escuchan con comprensión.
El "para qué": se aferra a Dios
Muchos le dicen: "No es el por qué, es el para qué. ¿Cómo estabas antes? Creías en santería, en cualquier cosa". Y detalla que efectivamente se fue librándose de cosas de santería.
Ha ido en muchas ocasiones a encuentros de oración carismática, donde le han impuesto manos y han rezado por él, "pero nunca he sentido nada especial, creo que recibí la Efusión del Espíritu ya en aquel día de Pentecostés", detalla.
Recuerda con humor cuando creyó que "era cura". "Pero casi se cumplió, porque después fui ayudante del cardenal Estepa, cuando ya era muy mayor, y le ayudaba en su casa, también a preparar la misa, le preparaba todo, le guiaba con el misal, etc... así que casi fui cura, sí". Estepa, uno de los autores del Catecismo de la Iglesia Católica, falleció en 2019.
Aún sufre esos ataques de vejación. "Eso no se lo deseo a nadie, pero sí le deseo que se encuentre al Señor, con desierto, con lo que sea, el encuentro con Dios ha sido el acontecimiento de mi vida".