Se ha hecho habitual que los medios de comunicación informen a diario de hechos que involucran violencia, delitos, drogadicción y corrupción en los cuales son protagonistas jóvenes, adolescentes y niños. Rob Galea era uno de esos adolescentes.
El descalabro de su vida no fue gatillado por la pobreza, el abuso o el historial delictivo de los padres ni del medio social en que había crecido. Al contrario, había tenido una infancia siendo amado, protegido, criado en la fe católica y disfrutando un entorno idílico, de tardes familiares en el mar que rodeaba su hogar, en la isla de Malta.
Consecuencias del acoso escolar (bullying)
Pero no fue capaz de soportar el dolor -explica la web Portaluz-, sumado al abuso de sus pares y se quebró. En un corto período de tiempo habían fallecido dos de sus queridos abuelos. Y para sumar presión emocional, los compañeros de la escuela lo sometían a un acoso constante, burlándose de su apariencia. El estado mental de Rob se alteró al punto de auto-agredirse para no pensar ni sentir dolor. “Mi autoestima fue destrozada. Estaba convencido de que no valía nada”, escribiría años después en su autobiografía Breakthrough: A Journey from Desperation to Hope (Ave Maria Press, 2018).
Luego surgió en él una contra-reacción, agresiva. Así, a los 14 años sintiendo rechazo hacia sus padres gastaba las horas del día y la noche en bares o cualquier lugar donde pudiera evadirse bebiendo, fumando. Para obtener dinero y financiar aquellos excesos se hizo experto en mentir a su familia y luego comenzó a robar tiendas, gozando la adrenalina del momento. El paso siguiente vino tras unirse a una pandilla, descargando su violencia sobre cualquiera y también drogándose. El vértigo de aquellos años tuvo un punto de quiebre cuando por ostentar ante sus pares puso su vida en peligro al filtrar información sobre un traficante de drogas.
Rob con su madre
El poder de la oración de una madre
Tenía 17 años, estaba fuera de control, desesperado, consumido por la angustia y la soledad. “…Sólo veía dos maneras de acabar con mi miseria. Uno era que alguien, en algún lugar, se acercara y de alguna manera me salvara, o dos, que acabaran con mi propia vida", confidencia.
Quien jamás bajaría los brazos era Anne, su madre. Aunque sentía que humanamente ya nada podía hacer por su hijo, se aferró con fe a la oración. Sin que Rob lo supiera, ella se paraba afuera de la puerta de su habitación y oraba mientras lo escuchaba sollozar. Rezar era todo lo que podía hacer por su hijo porque él no la dejaba ayudarlo. “¡Dios, tú sabes que seguiré aquí de rodillas hasta que tú salves a mi pequeño angelito!” oraba en silencio su madre, confidencia Rob en diversos registros audiovisuales de su testimonio… “Honestamente, hoy estoy acá gracias a la oración perseverante de mi madre, por sus oraciones de rodillas por mí. Así que les digo a todos ustedes quienes son madres y están orando por sus hijos, pero también a quienes quizás saben que sus madres están orando por ustedes en este momento: No se den por vencidos. Perseveren. Porque Dios es capaz de hacer grandes milagros cuando nosotros oramos, y aún más cuando perseveramos en la oración”.
Los frutos de la oración
Pasaron meses, un par de años y esa madre no paró de clamar al cielo. Finalmente, una llamada telefónica de la abuela que aún vivía, invitando a la hermana de Rob, Rachel, a un encuentro de jóvenes católicos, motivó al joven. Le preguntó a su madre si podía ir con su hermana a esa actividad. Dos cosas tocaron el alma de Rob en el encuentro: uno, la alegría de esos jóvenes que expresaban sin temor su amor por Cristo y dos, una frase del sacerdote en la prédica, simple pero significativa para él; y era: 'no teman hablar con Jesús'.
Cuando llegó a casa, estando solo a puerta cerrada en su habitación, tuvo un impulso y lo llevó a cabo. Colocó dos sillas, una frente a la otra y tras sentarse en una de ellas cerró sus ojos y mentalmente invocó a Jesús pidiéndole que se sentara frente a él.
Y Dios se hizo presente
Luego, todos los días repetía este acto y comenzó a sincerar su corazón, hablando con Jesús de su vida y temores, orando, imaginando que Cristo estaba allí con él. Hasta que un día al abrir sus ojos, cuenta Rob, la otra silla no estaba vacía. "Algo me hizo esperar aquel día en oración silenciosa durante más tiempo de lo habitual y fue entonces cuando Dios me respondió", detalla Rob Galea en su ya citado libro describiendo así esa extraordinaria revelación:
"Fue como si el Espíritu Santo hubiera escogido ese momento para ayudarme a deshacerme de la furia interior, la soledad y el arrepentimiento que todavía quedaba en mi corazón. Pasé horas quebrantado ante el Señor que me privilegiaba de tal modo y luego mi oración solo fue: «Dios, quiero pasar el resto de mis días viviendo por esto y dando esto que he recibido a otras personas». Experimenté el amor de Dios y ese encuentro me cambió para siempre”
Una Iglesia derretida por Amor de Cristo
Rob Galea hizo un proceso en los meses siguientes de discernimiento y el 5 de noviembre del año 2010 fue ordenado sacerdote en la parroquia St. Julian (Malta). Su particular carisma y testimonio que identifica en particular a los jóvenes le llevó a fundar el movimiento juvenil de formación y acompañamiento Stronger Youth program.
El padre Rob es también un conocido artista discográfico y youtuber cuyos videos son destacados en Portaluz. Cree que “las turbulencias actuales de la Iglesia” son porque “hemos perdido el foco”. Más preciso aún señala: “Perdimos el foco de que todo se centra en Cristo. Todo se trata de comunicar su esperanza, donar el Amor. Si pudiéremos todos, por un instante, contemplar este misterio de Dios nuestra Iglesia estaría derretida por su Amor”. “…Nada me trae más alegría que celebrar a Jesús en la Eucaristía. Por mucho tiempo la misa fue aburrida y no tenía sentido; ahora mi corazón siente que va a explotar de amor cada vez que celebro este increíble milagro”.
A continuación su versión de la coronilla de la Misericordia en inglés: