Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados cuidan a miles de ancianos, muchos de ellos sin recursos, en sus numerosos hogares repartidos por España y otros muchos países. Y así lo llevan haciendo desde el siglo XIX. Y debido a su vocación concreta han sufrido como pocas órdenes los efectos del coronavirus, contra el que han luchado en primera línea. Muchos ancianos se han contagiado y muerto por el virus en sus residencias, al igual que ha ocurrido con las propias religiosas.
Pero a pesar de ello y de una vocación que puede parecer no muy atractiva para mujeres jóvenes esta congregación fundada en España por Santa Teresa Jornet y el sacerdote Saturnino López Novoa en 1873 sigue recibiendo vocaciones.
Jóvenes que cuidan ancianos, una vocación que persiste
De hecho, este pasado domingo trece jóvenes profesaron en Valencia los votos perpetuos como Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Y el coronavirus, que tanto ha marcado a esta congregación estos meses, también tuvo su repercusión en esta importante celebración.
La Eucaristía fue presidida por el obispo auxiliar de Valencia, monseñor Arturo Ros, y se celebró en la capilla de la Casa General de la Congregación situada en Valencia. Debido a la pandemia el acto se realizó a puerta cerrada y tan sólo estuvieron presentes la comunidad religiosa, los celebrantes y las profesas.
Desde el Arzobispado de Valencia informan que por precaución ante la crisis sanitaria, “no estuvieron presentes los ancianos, ni tampoco los familiares de las profesas, y se cumplieron todas las medidas sanitarias, como el distanciamiento, con los sitios marcados en los bancos, y el uso de mascarillas”.
Profesas entre 25 y 30 años de edad
Las trece jóvenes profesas tienen entre 25 y 30 años. Se trata de jóvenes de Perú, México, Bolivia y Brasil. Son sor Guicela, sor Merly, sor María Lires, sor Jacinta, sor Bertha, sor Yeny, sor Rosa Bertha, sor Lourdes, sor Graciela, sor Mariana, sor Heidy Paola, sor Dirce Andrea y sor Fabiana Nayara.
Esta profesión de los votos perpetuos de estas jóvenes religiosas había sido aplazada debido a la pandemia por lo que se ha realizado “únicamente en Valencia, donde las profesas han realizado su último año de formación antes de los votos perpetuos; y no en las provincias religiosas de sus países de origen, como se hace habitualmente para que los familiares puedan asistir”.
Religiosas que cuidan a más de 20.000 ancianos
En el rito de profesión que se celebró en la Eucaristía cada joven fue llamada y solicitaron a Dios y a la Iglesia “servir a Jesucristo esposo de las vírgenes y, por su amor, a los ancianos desamparados”.
Tras la homilía, las treces religiosas respondieron a la pregunta sobre su consagración para a continuación postrarse y escuchar las letanías. Finalizadas las letanías, cada joven “se acercó a la Madre Superiora y leyó la fórmula de profesión, escrita de su propia mano”, después de lo cual firmó en el altar el documento. Terminada la profesión, las religiosas “se pusieron de rodillas y el celebrante les impuso la bendición solemne”.
Posteriormente, recibieron las coronas, “símbolo de la unión con Jesucristo en el amor y en el sacrificio”, tras lo cual la Superiora declaró solemnemente que las nuevas profesas formaban ya parte de la congregación.
Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados es una de las congregaciones femeninas con más números de miembros. En estos momentos cuentan con más de 2.200 religiosas y en estos meses de pandemia se ha mostrado su entrega atendiendo a más de 20.000 ancianos sin recursos en 204 asilos y residencias de Europa, Iberoamérica, África y Asia. Decenas de ellos se encuentran repartidos por toda la geografía española. En ellos se ha librado una dura batalla contra el coronavirus y las religiosas y restos de trabajadores han cuidado de los ancianos acompañándolos a muchos en el tránsito hasta la otra vida.
El carisma de entrega a los ancianos
Las hermanitas de los Ancianos Desamparados explican así su carisma: “Nuestro fin específico es el ejercicio constante de la virtud de la caridad cristiana en los ancianos más vulnerables, acogiéndolos en un ambiente de familia y atendiendo todas sus necesidades: materiales, de afecto y espirituales. Queremos, en el día a día, hacer vida la consigna que nos dejó santa Teresa Jornet: ‘Cuidar los cuerpos para salvar las almas’.
Una religiosa de la congregación, junto a los trabajadores de uno de los hogares, celebra haber acabado con el coronavirus en la residencia
“El Corazón de Jesús arde en llamas de purísimo amor. Con este amor purísimo es necesario que tratemos siempre a nuestros ancianos, interesándonos muchísimo de su bienestar temporal y eterno”, explicaba santa Teresa Jornet, fundadora de la congregación.
Esta congregación nació en Barbastro (Huesca) en 1873 gracias al sacerdote Saturnino López Novoa, que descubrió este carisma a través del contacto con los pobres en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. Éste toma un impulso definitivo en el año 1872 cuando en los primeros días de enero, acoge en su casa a una anciana enferma, la señora Antonia, que vivía sola, abandonada, y fallecerá envuelta en los cuidados que requería su estado, el día 7 de abril de ese mismo año en la casa de Saturnino.
Teresa Jornet pasó accidentalmente por Barbastro, donde conoció al sacerdote Pedro Llacera. Éste, con amplia experiencia en la labor pastoral, descubrió en una primera conversación con Teresa Jornet sus valores excepcionales. Le expuso el proyecto de la nueva fundación que llevaba en mente don Saturnino, gran amigo suyo, y le invitó a integrarse en ella. Teresa sintonizó plenamente con la iniciativa del religioso y, en el servicio al anciano necesitado encuentra el camino para llevar a cabo sus aspiraciones de entrega total a Dios.
Las primeras jóvenes se unieron a esta incipiente obra y poco después Teresa Jornet fue nombrada superior del grupo. El 27 de enero de 1873, con la vestición del hábito de hermanitas de aquel grupo de 10 jóvenes en la iglesia del seminario de Barbastro (Huesca), quedará registrado en la historia como la fecha de fundación de la Congregación de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. El 8 de mayo de 1873, acompañadas de D. Saturnino llegan a Valencia solicitadas por la Asociación de Católicos, ciudad a la que la orden ha quedado unida.