James Arndt, Jim, se educó en una familia sin religión, incluso antirreligiosa. Hoy casado, padre de tres hijas, es diácono permanente y el responsable parroquial en la parroquia de Saint Francis Xavier de Merrill, diócesis de Superior, Wisconsin. Por su cargo, lleva las cuentas de la parroquia, toma muchas de las decisiones y se responsabiliza de la mayor parte de la formación para adultos. ¿Cómo llegó ahí?
Es a la vez una historia de conversión y de vocación que ha contado entrevistado en Catholic ReCon, en Youtube.
Una familia herida por el suicidio
La familia en la que se crió Jim no solo no era religiosa, sino que estaba espiritualmente herida. Su padre, que él considera ateo, "era al mismo tiempo un gran creyente en astrología y horóscopos", y esas cosas influían en sus decisiones.
El caso de su madre era peor. El padre de ella se había suicidado pegándose un tiro delante de su esposa e hijos en el salón de casa. Ella era una niña de 9 años. Su padre entró en la habitación, tomó la escopeta, volvió al salón donde todos estaban reunidos y se disparó en la cabeza. Toda la familia quedó traumatizada. Ella intentó suicidarse también alguna vez, y hermanos de ella.
La abuela de Jim durante años llevó a sus hijos a confesarse cada semana, insistente y obligatoriamente, antes de misa dominical. La madre de Jim, enfadada con Dios ("ella realmente odiaba a Dios") y harta, renunció a la fe. Le bautizó de bebé, pero no le dio ninguna formación religiosa.
"Así que crecí con cero fe, ni siquiera íbamos a misa en Navidad o Pascua, solo en alguna boda o funeral", recuerda.
En la escuela secundaria, una compañera que era pentecostal le invitó a un encuentro de oración. Mucha música y canción, mucha predicación, personas que salían ante todos a dar testimonios de que Dios les ayudaba y un chico que cayó temblando en el suelo, quizá lo que en entornos católicos se llama "descanso en el Espíritu". A su amiga le parecía hermoso, un gesto de rendición ante Dios, un toque del Espíritu Santo, pero al joven Jim le pareció extraño y le asustó, y le alejó más de lo religioso.
Una chica seria con su misa de domingo
En la Universidad de Wisconsin Oshkosh conoció a la que sería su esposa. Era una chica católica que se tomaba completamente en serio lo de ir a misa cada domingo, o bien organizarse yendo el sábado por la tarde.
Jim no conocía a nadie más que cumpliera en serio el mandato dominical: todos sus otros conocidos universitarios, lejos de sus familias, dejaban de ir a la iglesia.
Una tarde estaban juntos en la biblioteca y ella dijo: "Tengo que cambiarme de ropa para ir a misa". Él, aún no sabe cómo, le dijo: "Iré a misa contigo". Hubo un silencio incómodo o asombrado. Pero lo hicieron, cada uno se vistió más formal en su casa y fueron juntos a misa.
"Yo no tenía ni idea de lo que había que hacer, cuándo sentarse, cuando arrodillarse... Pero sentí en mi interior que estaba pasando, algo, estaba conmovido. Al salir, le dije a mi novia: 'eso ha estado genial, ¿cuándo lo repetimos?" En realidad, como vivían en barrios opuestos de la ciudad, tardaron mucho en repetirlo, pero él ya intuyó que la misa era algo especial y sagrado.
El protestante que le pinchó a amar la Biblia
Decidió que tenía que saber más de la fe católica y se apuntó a un curso parroquial de RCIA (iniciación para adultos). Al principio el curso no le gustaba, porque los integrantes, 15 personas y una religiosa catequista, se ponían en círculo y hablaban de "sentimientos".
Pero esa misma semana conoció a un protestante que, Biblia en mano, le sacaba temas de conflicto con la doctrina católica. Él llevaba esos temas al grupo y la religiosa se preparaba bien las respuestas católicas: ¡se convirtió en un curso acelerado de apologética y Biblia, le gustó y aprendió mucho!
Aquel protestante, a golpe de versículo (a menudo fuera de contexto y de la tradición en que la Biblia se escribió) despertó en Jim un gran deseo de entender y conocer mejor la Biblia, deseo que ya nunca le abandonó.
Él tenía claro que quería acceder a los sacramentos y confirmarse. Esperaba que en la Confirmación "el cielo se pondría rosa y lloverían flores y caramelos y nubes de algodón dulce". También esperaba que la Confirmación le transformase por completo.
Pero se confirmó el 2 de abril de 1994 en la Vigilia Pascual, despertó al día siguiente, y no notó nada especial.
Además, en la parroquia y comunidades católicas que conocía no tenían nada para ofrecerle, excepto el clásico "reza, paga y obedece". Era un bajón espiritual. Pero como 3 meses después se casaron, no tuvo tiempo de aburrirse.
Experiencia del espíritu y evangelización, con protestantes
Una vez casados, se mudaron al norte de Illinois. Allí conoció a un compañero que estudiaba temas de economía como él, pero que también era un ministro baptista de Kentucky, con el típico acento de predicador "de fuego y brea" que a él le parecía divertido.
Hablaron de Dios desde las ocho de la tarde a las 3 de la madrugada. El baptista, de forma apasionada y fascinante, le explicó el kerigma, la relación personal con Dios, la fuerza de la oración, y oraron juntos y sintió que el Espíritu Santo actuaba. Lo que había esperado de la Confirmación, la experiencia, el contacto, el derramamiento del Espíritu, lo vivió orando con ese amigo.
Juntos organizaron un apostolado bíblico para jóvenes llamado Students for Christ. La universidad les pedía al menos 99 miembros para admitirlo: en dos meses tenían 150, organizados en grupos pequeños de estudio bíblico. Jim iba a misa cada domingo con su esposa, pero su evangelización la hacía con estos protestantes, "que no eran anticatólicos".
Una parroquia con poca vida
Después su familia política le ofreció mudarse a Wisconsin otra vez, a trabajar en el bar-bolera de la familia. Él rezó, lo consultó a Dios. "Y me senté, y fue claro para mí que Dios quería que fuera a Wisconsin, aunque sonara raro", comenta. Allí en la universidad de Illinois participaba en un apostolado evangelizador, ¡y Dios quería enviarle a la bolera!
En Wisconsin el negocio familiar no iba mal, pero en la parroquia cercana no se le ofrecía nada. Él quería Biblia y evangelización y formación, y en la parroquia sólo le ofrecían leer en misa o repartir la comunión. Era una parroquia sin visión evangelizadora.
Debatiendo con su cuñado, padre de 8 niños que iban a misa en latín, Jim tenía muchas cosas que decir de la Biblia, pero su cuñado le hizo ver que la Biblia, en realidad, ¡la escribió la Iglesia Católica! Es desde la Iglesia y la tradición católica desde donde se entiende su enseñanza.
"Oí una voz: pon atención en ese tipo"
Visitando la ciudad de sus padres, y necesitando ir a misa en domingo, entraron en una iglesia que nunca había visto por dentro. Empezó la música y salieron dos "sacerdotes". Su mujer le explicó: uno era un diácono. Él nunca había visto uno.
"En cuanto ella dijo eso, oí una voz tan clara como si estuviéramos hablando, que me dijo: 'Pon atención en este tipo'. Miré a mi alrededor, a ver si alguien me hablaba, pero la gente estaba lejos. ¿Habría sido mi mujer? La miré, miré alrededor, ella me miró raro..."
Otros domingos volvieron allí, y siempre sintió esa sensación: tenía que prestar atención al diácono.
En 2005, murió el padre de Jim. En sus últimos días en el hospital, se había hecho amigo de una capellana católica que le atendía, y con ella había rezado aceptando a Jesús como su Salvador. Jim incluso tuvo un sueño en que él le decía: "Jim, estoy bien, no te creerás lo hermoso que es el Cielo". Pero en la tierra su madre estaba sola y hundida, y Jim se quedaba en la ciudad e iba a misa casi cada día a esa iglesia del diácono.
Un día, Jim se acercó al diácono y le dijo: "No sé nada de diáconos, pero te veo aquí en misa, y oigo voces en mi cabeza que me dicen que tengo que prestarte atención. Mmm... ¿sabes a qué debería prestar atención exactamente?"
El diácono se sintió emocionado y agradecido. Le dijo que estaba triste y cansado, que pensaba que su servicio no valía la pena y no se apreciaba. Ahora veía que Dios pedía a alguien que sí, que prestara atención, y se lo hacía saber. Los dos hablaron de lo que hace un diácono. Aquello resonó en su interior.
El diácono permanente James Arndt con parroquianas en una fiesta parroquial.
"Dios, si quieres que sea diácono, dame una señal"
Pasó el tiempo y Jim pensaba si él podría ser diácono. Había problemas, tenía niños pequeños, complicaciones de trabajo... Jim se arrodilló y rezó: "Señor, no creo que pueda hacer esto, si quieres que sea diácono, necesito una señal".
En ese momento, vino un hombre desconocido con alba que salía de la sacristía e ignorando a otros 150 parroquianos en el templo fue directo a Jim y le dijo: "Hola, soy el diácono John, soy nuevo aquí, pero sólo sentí que tenía que venir a decirte hola". Jim lo tomó como una confirmación: el diaconado le venía a buscar.
A su esposa le parecía bien, pero le pidió esperar a que crecieran algo más los niños. Así, en 2009 empezó el programa de formación y en 2014 fue ordenado diácono.
Un cargo muy especial: coordinar toda una parroquia
Durante un tiempo sólo colaboró en cosas pequeñas en la parroquia, y no podía hacer toda la evangelización que quería. Pero en cierto momento, su obispo, el de la diócesis de Superior, le propuso ser "coordinador de vida parroquial".
Había una parroquia, ligada a un colegio, donde podían venir sacerdotes estudiantes o extranjeros para impartir los sacramentos, pero que no se veían con capacidad de gestionar sus propiedades, cifras y tareas diarias. Él, con su capacidad empresarial y financiera, sí podría hacerlo, y estructurar la evangelización parroquial. Empezó como coordinador de vida parroquial en julio de 2020, en plena pandemia de coronavirus.
Su experiencia, dice, ha sido muy positiva, su trabajo con los sacerdotes va bien, los parroquianos están contentos y le apoyan, así como su esposa y su familia política, incluso los clientes de la bolera a los que ahora ve menos. Ha impulsado estudios bíblicos y otras cosas. Los feligreses le ven, y lo agradece. Recuerda que muchos diáconos hacen un gran servicio en hospitales, prisiones y apostolados sociales, pero los feligreses de parroquia no ven esas tareas.
Él, mirando atrás en su vida, viniendo de una familia herida y tan lejos de Dios, se asombra de ver cómo le ha conducido el Señor a través de otras personas y de toques espirituales.