Gino Bartali (1914-2000) conserva un récord del Tour de Francia que nadie ha logrado batir en los últimos 63 años: es el ciclista que ha ganado la prueba con mayor diferencia de años entre victorias. Logró la primera en 1938 y la segunda en 1948, diez años después. Y nadie sabe cuántos más habría podido conseguir si la Segunda Guerra Mundial no hubiese interrumpido su carrera.
Y su nombre ha pasado además a la historia del ciclismo por su histórica y caballerosa rivalidad con otra leyenda del pedal, Fausto Coppi (19191960). El primer Tour de Coppi, en 1949, fue por delante de Bartali, y en los años cuarenta los dos primeros lugares del cajón del Giro de Italia fueron con frecuencia o un Coppi-Bartali o un Bartali-Coppi.
Le llamaban Gino "el pío", porque era un hombre de fe rocosa. Se arrodillaba y rezaba al principio y al final de cada etapa, fue terciario carmelita (con cuyo hábito fue enterrado) y tenía gran devoción a Santa Teresita del Niño Jesús y de la Virgen de Lourdes.
Uno de sus grandes admiradores era Pío XII y tenía buena relación con el democristiano Alcide De Gasperi, tanto que entre ambos intentaron convencerle de que se presentase como candidato por esas siglas políticas, en tiempos en los que el Partido Comunista Italiano estuvo a las puertas del poder. Pero Bartali tenía claras ciertas cosas: "Decirle que no al Papa es como decirle que no al Padre Eterno, pero debo rechazarlo por respeto a una parte de mis seguidores".
Durante la dominación nazi de Italia salvó la vida a ochocientos judíos, haciéndose más de una vez cientos de kilómetros para ir y venir en el día entre Florencia y Asís para llevar a conventos de franciscanos y clarisas documentación que se falsificaba para evacuarlos. Este hecho se ha sabido sólo muy recientemente, porque Bartali, fiel a su principio de que "el bien se hace, no se pregona", a casi nadie lo había dicho.
Pero además, según cuenta Antonio Giuliano en La Bussola Quotidiana, Gino Bartali protagonizó un "milagro". O al menos así lo consideran muchos de quienes vivieron aquel Tour de Francia de 1948.
La situación en Italia en aquellas fechas era dramática. El final de la Segunda Guerra Mundial había dejado un comunismo fuerte y crecido, dispuesto a todo para conquistar el poder y que alentaba el asesinato de quienes, reales o supuestos antiguos fascistas, eran objeto de su odio.
El 14 de julio de 1948, como represalia, el líder comunista Palmiro Togliatti fue objeto de un atentado. Siguieron días de enfrentamientos armados, violencia civil y detenciones masivas, durante los cuales se contabilizaron veinte muertos y doscientos heridos. El país estaba al borde de la guerra civil, y según cuenta Andrea Bartali, su padre, en plenas etapas pirenaicas, se puso en contacto con ellos lleno de preocupación.
Esa inquietud afectaba a su rendimiento, y había ido descolgándose en la clasificación hasta perder veinte minutos en la clasificación general con el líder de la prueba, nada menos que Louison Bobet (19251983), futuro tricampeón del Tour.
Aquella noche tras el atentado de Toghliatti, De Gasperi telefoneó a Bartali con un encargo muy definido: ganar la carrera para calmar las aguas y unir a todos los italianos en la celebración de esa gesta. "Sobre el papel, una empresa desesperada", confiesa el hijo del ciclista.
Pero tras el desastre pirenaico, Bartali atacó conforme al encargo dramático que había recibido. Y por fin, en la etapa decimocuarta, con llegada en Aix-les-Bains, se produjo el vuelco. Aquel día Bartali se enfundó el maillot amarillo, y no dejó de atacar en los Alpes hasta hacer imposible toda recuperación de Bobet, que siguió perdiendo tiempo y concluyó cuarto a 32 minutos del héroe italiano.
Objetivo logrado: el país salió a la calle para celebrar el triunfo de su ídolo diez años después del primero, y al menos por un tiempo los vítores sustituyeron a los disparos. El momento crucial del enfrentamiento civil había pasado.
¿Milagro? Seguro que también influyeron las pájaras de Bobet al intentar seguir la rueda, más poderosa que nunca, de Bartali. Pero en aquella edición el Tour pasó por Lourdes. Entre eso y la fe de la que hacía gala "el pío", ¿quién puede asegurar que algún ángel no le prestaba sus alas en las rampas más duras?