“Muchos de nosotros nos cansamos imaginando a Dios como un creador que trabaja sin descanso las 24 horas del día. Me lo imagino más como un actor retirado del escenario y relegado a un espectáculo dominical para un público cada vez menos numeroso”.

“Por esto hablar de fe activa en el sitio de trabajo puede parecer excéntrico. Pero si nos diésemos cuenta de que nuestro trabajo es precioso para Dios no haríamos otra cosa que llevar la fe al trabajo”.

El que dijo estas palabras no fue un sacerdote, ni un obispo, ni un religioso, sino un director de banco cuyo nombre es Ken Costa, y que recientemente ha escrito un libro titulado “Al trabajo con Dios”(edición Messaggero Padova), que está generando comentarios considerables.

Ken Costa es uno de los dirigentes bancarios más importantes de nuestra generación, conocido por su pasión, su creatividad, su liderazgo y su pensamiento estratégico de su vida profesional; también es una persona de profunda fe cristiana.

Tras haber estudiado filosofía y derecho en la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo (Sudáfrica), estudió teología y derecho en la Universidad de Cambridge. Después de esto y por al menos treinta años, Ken Costa ha ejercido la profesión de director de banca en la ciudad de Londres.

Fue vicepresidente del instituto financiero UBS Investment Bank como asesor de clientes internacionales. Desde 2007 es presidente del banco de inversión Lazard International.

Es además presidente de Alpha International que promueve los “Alpha courses”, cursos de base para una iniciación a la fe cristiana.

En su ensayo, el autor intenta responder a preguntas como: “¿Puede un cristiano realizarse prestando su servicio en el mundo laboral? ¿Cómo pueden estar en la misma línea ideales como el dinero, la ambición, el éxito, y el poder con las virtudes cristianas de amor, justicia, compasión y servicio?”

Costa cuenta que lee la Biblia y el “Financial Times” casi todos los días, y que debe responder siempre a la gente que le pregunta como hace para ser cristiano.

De hecho, es una creencia generalizada que Dios y los negocios no se llevan bien. Sin embargo el autor del libro explica que “el Dios que ha creado y que sostiene el mundo es también el Dios del lugar de trabajo” y que “si la fe cristiana no es relevante en el lugar de trabajo, entonces no es relevante en absoluto”.

Nacido en Sudáfrica, Ken Costa cuenta que de joven se sintió tan ofendido por el sistema del apartheid que se volvió insensible a las propuestas cristianas y abrazó el pensamiento comunista de Marx, pensando que era el que podía liberar a la gente del inhumano régimen racista.

Después, continuando sus estudios en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, Ken Costa se dió cuenta de que “en el centro de la fe cristiana no había un sistema de pensamiento sino una persona, Jesucristo, cuya vida crucifixión y resurrección había causado la verdadera y única libertad que se pueda encontrar”

Relata Ken Costa que, una noche mientras leía el Evangelio de san Marcos, vió en Jesús “la persona más libre que ha vivido nunca”.

Partiendo de la lectura del Evangelio, Costa se convenció de que el capitalismo democrático, a pesar de todos sus defectos, era el sistema económico que mejor servía al bien común y que mejor reflejaba los principios del Nuevo Testamento de justicia, libertad individual y de asunción responsable de los riesgos”.

“La economía de mercado -observó- es un buen siervo pero un mal amo: es necesario trabajar dentro de un más amplio contexto moral que considere preciosos a todos los seres humanos y preciosos todos los recursos del mundo, precisamente porque tienen valor para Dios”.

Sin una estructura fundamentada en los valores -afirmó Costa-, la economía de mercado es débil en su mismos cimientos”.

Acerca de la presencia y espacio de Dios en el trabajo cotidiano, Costa explica que “la vida del cristiano en el trabajo es una tensión hacia el bien. Día tras día podemos percibir la vida de Dios mientras evitamos las tinieblas. Intentamos caminar a lo largo de este límite estrecho buscando alcanzar la luz”.

“El lugar de trabajo -añade después- es el puesto de avanzada donde la fe se pone a prueba y se refina cotidianamente con el contacto con las ambigüedades y con las tensiones de la economía moderna”.

Y además dijo: “algunos piensan que la fe nos hace inmunes a hacer elecciones equivocadas, ojalá fuese así. Dios nos da los recursos espirituales para crecer a través de la debilidad y para recuperarnos cuando sucumbimos a las tentaciones omnipresentes”.

A la pregunta de “¿Por qué trabajamos?”, Costa responde con muchas razones contenidas en la Biblia, y esto es: crear riqueza, mantenernos a nosotros mismos y a nuestras familias, sentirnos realizados y tener un objetivo, evitar ser un peso para los demás, ser otras persona s a través de un esfuerzo de colaboración.

El autor afirma estar convencido de que “Dios tiene en el corazón el bien de toda la sociedad”, por esto cuando se le pide razón de su fe, responde: “mi lugar de trabajo es mi lugar de oración”.

“Mi escritorio – escribió Costa – es mi lugar de culto. (…) Dios es el que nos da el trabajo” y concluyó con una frase de la Carta de san Pablo a los Colosenses: “Cualquiera sea vuestro trabajo , hacedlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres”.