"Los ancianos que están con nosotras son personas que lo dieron todo en su vida y en la última etapa de su vida tienen que recibir todo": quien habla es Ignacia María, una religiosa de las Hermanitas de los Pobres que ha recorrido múltiples destinos atendiendo ancianos en sus últimos años de vida.
Sorprende cómo habla de ellos, como hizo recientemente en una entrevista concedida al portal LM Neuquén. Desprende viveza y juventud, y es como si la ancianidad no fuese con ella, pese a sus 88 años de edad y seis décadas como religiosa.
Nacida en 1935 en Valladolid en el seno de una familia católica, recuerda que en su casa "vivían felices" porque "creíamos en Dios".
Ya desde niña contemplaba a las monjas con alegría y admiración.
"Cuando veía a las monjitas por acá, por allá, me decía ‘Qué bueno ser monjita’. Me daba alegría verlas porque yo sentía la necesidad de repetir eso que estaba viendo. Me imaginaba que ser monjita ya tenía que ser un santo", relata.
Por eso no fue una sorpresa cuando comunicó a su familia su deseo de ingresar a la vida religiosa. Pero sí recuerda que "para toda la familia fue un honor y una inmensa alegría".
"Sagrario, ancianos y comunidad": sus tres pilares
Conoció a las Hermanitas de los Pobres por su prima, que integraba la congregación.
"Iba todos los domingos a visitar a mi prima y me parecía tan lindo servir a esos ancianitos que, a lo mejor, no tenían a nadie, les daban de comer o los paseaban por el jardín. Sentía que podía serles útil a esas personas mayores y me sentía feliz al poder ayudarlos", recuerda.
Fue así como comenzó su vida religiosa en Madrid hasta que fue enviada a Argentina en 1963. La Plata fue la primera parada de un largo periplo que la llevaría durante las siguientes seis décadas a recorrer también Chile, Perú y varias regiones de Argentina.
Respecto a la vida religiosa y los pilares que sostienen la vocación de las hermanitas de los pobres, destaca tres imprescindibles: "Un sagrario que lo vamos a encontrar en todas las casas, es donde está el señor; los ancianos, a los cuales nosotros nos dedicamos exclusivamente, y una comunidad".
Sobre ellos, los ancianos, menciona que son la fuente de su dedicación, pero también de su alegría.
"Los que no tienen nada ni nadie, esos son los nuestros"
“Nosotras le damos todo lo que una persona necesita para vivir dignamente. Hay ancianitos que no tienen nada ni a nadie, y esos son los nuestros. Son personas que lo dieron todo en su vida y en la última etapa de sus vidas lo tienen que recibir todo. No necesitan tantas cosas, solo mucho amor y atención para ellos y esa es la vocación de nosotras, las hermanitas de los pobres”.
“En su última etapa los ancianos deben recibir todo lo que dieron”, expresa Ignacia de María, la religiosa del Hogar de Ancianos Hermanitas de los Pobres. Foto: Sebastián Fariña/LMNeuquen).
En su día a día, compagina esta atención con la oración y otras labores, como la capilla, de la que está al cargo, así como todo lo relacionado con la misa.
"Además estoy en la portería para atender a toda la gente que viene al hogar que es mucha porque todos los días vienen personas que son miembros de la Asociación Juana Jugan que asiste al hogar como así también voluntarios", agrega.
Su testimonio y amplia vida al servicio de Dios, la Iglesia y los ancianos son un claro ejemplo de que la vocación religiosa dista mucho de ser esa vida aburrida y tediosa que muchos plantean.
"La paz y la tranquilidad viene solo de Dios"
"Yo soy feliz pero no esa felicidad de bulla sino que es una felicidad que viene de adentro que la da el Señor. Creo que la felicidad viene de Dios porque el Señor dijo ‘la paz os dejo, mi paz os doy’. Lo que hoy el mundo ofrece no es esa paz del Señor, la gente busca la felicidad en la música, en la bulla y eso no es felicidad, es felicidad para un rato, pero vivir esa intimidad, esa paz, esa tranquilidad, esa alegría solamente viene de Dios"
Actualmente se encuentra en el hogar ubicado en Chocón y Tronador, que espera ver finalizada en pocos días una obra en el centro que alberga actualmente a 55 ancianos. Con esta obra, las religiosas esperan mejorar aún más las condiciones con que sirven a los "adultos mayores más vulnerables de toda la región".
Por ello, menciona que de ahora en adelante necesitarán más voluntarios para ayudar y descubrir "lo que se puede hacer con el anciano y en el anciano, porque son seres maravillosos y hay que escucharles".
Cuando Ignacia rememora su larga vida, a sus 88 años, la paz y la alegría con que habla no dan lugar a dudas de que la entrega es el motor de su vida.
"He sido feliz en mi vida y lo soy cada día, y le doy gracias a Dios todos los días por haberme llamado a esta hermosa vocación de cuidar y acompañar a los ancianos, es mi vocación”, concluye.