Cuando le dijeron a Mary y Luke Baker que esperaban un niño, su alegría no podía ser mayor. Tenían otros tres hijos, pero habían tenido varios abortos espontáneos, y ella ya tenía 37 años.
El optimismo duró poco. La niña venía con una mortal microcefalia. Sin embargo, la noticia no pudo con el ánimo de los padres acosados por propuestas de abortos, y lo confiaron todo a la oración.
37 años, cuatro abortos y microcefalia: carne de cañón para el aborto
Era 2017, y a los embarazos anteriores a Joe, de doce años, San, de nueve, y Charlie, de siete, Mary añadía su edad y cuatro abortos espontáneos. El doctor McGarret Groth derivó a Mary a un especialista, que rápidamente le ofreció abortar.
Solo cuando los Baker rechazaron la propuesta, comenzó el examen médico. Algo no marchaba bien, y el especialista les pidió que regresasen.
“El feto tiene microcefalia grave”, diagnosticó el especialista en la ecografía de la semana 22. Se trata de una enfermedad en la que la cabeza del bebé es extremadamente pequeña comparada con la de otros bebés de la misma edad y sexo. Un elevado porcentaje fallece en las primeras horas. La segunda propuesta para abortar no tardó en llegar.
“Sentí que nuestro bebé estaba siendo tratado como un cáncer que necesitaba ser eliminado”, dijo Mary a The Leaven.
Darle amor, cariño y el bautismo
El embarazo avanzaba, y el pronóstico no era muy esperanzador. Con 28 semanas, un gran equipo de especialistas investigó el caso. Solo se había desarrollado el 20% del cerebro de la pequeña Patsy.
La conclusión fue unánime: el bebé no podía sobrevivir de forma autónoma sin el soporte vital de su madre. Lo más probable, le decían a Mary, era que naciese sorda, ciega y en estado vegetativo.
Pero ese día, en lugar de ofrecerle por tercera vez la posibilidad de abortar, solo hicieron una pregunta a los padres: “¿Qué queréis hacer con ella?”.
Los Baker no pedían mucho. “Que nuestra hija se sienta amada, cuidada, que esté lo más cómoda posible… y que se bautizara”.
Michael McGivney, un santo al rescate de las familias
La familia sabía que, por simples que fuesen sus deseos, lo más probable era que Patsy no sobreviviese al parto. Solo un milagro podía salvarla.
De pronto, un agente de seguros de los Caballeros de Colón -la mayor asociación de laicos católicos estadounidenses de firme ideario provida y profamilia, que también funciona como aseguradora- comenzó a pedir a la gente que rezase por la pequeña Patsy al fundador de su organización, el sacerdote y beato Michael McGivney.
La elección de McGivney no fue casual. Luke y Mary pidieron su intercesión tras conocer el caso de otra familia, Daniel y Michelle Schachle, que esperaban un hijo con una enfermedad similar a la de Patsy. Las probabilidades de sobrevivir también eran nulas. Daniel, miembro de los Caballeros de Colón, decidió encomendarle ese favor al fundador de la organización, el sacerdote McGivney. Su hijo, que ahora tiene 6 años, sanó milagrosamente.
Puedes saber más sobre el primer milagro conocido del sacerdote Michael McGivney.
130 años después de la fundación de los Caballeros de Colón y a 120 de su muerte, el legado del sacerdote americano es más vigorosa que nunca. Su organización se compone de más de 2 millones de miembros y 15.000 consejos locales ubicados en más de 12 países por todo el mundo. Solo en 2019, los Caballeros donaron 187 millones de dólares a organizaciones benéficas y trabajaron cerca de 80 millones de horas voluntarias por la comunidad.
Seguía viva contra todo pronóstico
“Éramos miles de personas rezando por ella”, cuenta su padre, Luke. “Incluso estaban rezando los reclusos de la prisión de Leavenworth”.
El 2 de agosto de 2017, contra toda probabilidad, Patsy logró nacer. Y estaba viva, aunque no llegó a pesar 1,90 kilos. “Su corazón latía fuerte, y salió llorando ella sola”. Aquel día, explica su madre, “estábamos celebrando su cumpleaños en la tierra y preparando el del cielo”.
Familiares y visitantes esperaban impacientes. Los segundos eran los más rápidos de su vida por poder disfrutar de un nuevo regalo, pero la seguridad de que no pasaría de ese día también los convertía en interminables.
El tercer día, el médico de la Unidad de Cuidados Intensivos avisó a la familia de que la niña solo aguantaría una o dos semanas, y la familia se llevó a la pequeña para que pasase sus primeros –y últimos- días en su propio hogar.
“El servicio de cuidados paliativos llegó a casa antes que nosotros”, recuerda Mary. Patsy fue atendida en su casa durante seis semanas.
Patsy es tan querida por su familia que sus hermanos "se pelean" por estar con ella... incluso quieren otra hermana "igual" que ella.
Milagro que la ciencia no podrá explicar
Los médicos que debían luchar por su vida apostaron por eliminar a la pequeña, pero debido a la perseverancia de sus padres, ella vive. Hoy tiene 4 años.
La vida de la pequeña no es fácil, pero es una niña feliz y querida.
“Como no puede tragar bien, come cuatro veces al día a través de una sonda para alimentarla”, cuenta su madre. “Toma nueve medicinas diarias y puede llegar a sufrir hasta 1.000 convulsiones al día”.
Por eso, afirma Mary, no se trata simplemente de elegir la vida, sino de demostrar que día tras día la valoras y le dices: “Yo te voy a ayudar”.
Algo que no solo hace su familia. De hecho, amigos y vecinos se dedican a Patsy, le compran los pañales desde que nació, incluso un consejo de los Caballeros de Colón ayudó a construir una rampa para su silla de ruedas.
“Había cumplido 4 años y empezaba a pesar mucho para cargar con ella. Donaron una silla de ruedas y –con el apoyo de varias empresas de construcción– construimos la rampa”, cuenta el Caballero Terry Wagner.
Los vecinos y amigos de Patsy y miembros del consejo local de los Caballeros de Colón construyeron una rampa para su silla de ruedas.
Ceguera y sordera son dos secuelas que acompañan a la niña, pero su madre asegura que le encantan los ruidos y reír a carcajadas.
“Sus hermanos se pelean por quién puede acurrucarla de noche, incluso un día pidieron otra hermana como Patsy… con microcefalia incluida”, asegura.
“La vida es buena, y es increíble lo que puedes llegar a hacer por alguien a quien quieres”, concluye su padre.
Luke y Mary no dudan en que si su hija sigue viva, es por la intercesión del beato McGivney. “Es un milagro mucho mayor de lo que la ciencia podrá explicar jamás”, concluyen.