Reconocer la santidad de una persona es un proceso largo y delicado. Un camino que se complica todavía más cuando se trata de mostrar la santidad de una pareja. Como Jacques y Raissa Maritain, dos intelectuales católicos franceses. La Iglesia católica está estudiando sus vidas para proponerlos como ejemplo de matrimonio santo.
Se conocieron en 1900 en la universidad de la Sorbona de París. Juntos buscaron el sentido de la vida y la verdad a través de la Filosofía. Cada vez que estudiaban una corriente filosófica pensaban que habían encontrado la Verdad, pero poco después, según decía Raissa Maritain, “se convertía en un opio metafísico”. Esa desesperación les llevó hasta incluso plantearse el suicidio.
La Verdad que buscaban los Maritain la descubrieron en el estudio de filósofos cristianos como Santo Tomás de Aquino y por ellos se convirtieron al catolicismo.
Para Víctor Soldevila, del Pontificio Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, "esa búsqueda infatigable de la Verdad de Dios desde un punto de vista intelectual y cómo ellos se reúnen con amigos que están en esa misma búsqueda a veces desde distintos puntos de vista, pero siempre con esa tensión hacia buscar la Verdad de Dios, quién es Dios y éso hecho con pareja. Es decir, no solamente él como profesor sino también ella como verdadera intelectual en esa búsqueda”.
Según monseñor Jean Laffitte, del Pontificio Consejo para las Familias, “más de 50 personas, famosos, artistas, escritores se convirtieron en su casa. Se reunían una vez a la semana en su casa con estos amigos artistas y escritores y se hablaba de todos los temas. Tuvieron una grandísima fecundidad intelectual”.
La compenetración que vivían en su matrimonio se reflejaba también en sus razonamientos filosóficos. Raissa Maritain completaba las anotaciones que hacía su marido Jacques. La búsqueda de razones teológicas y filosóficas profundas para las Verdades de fe es la principal característica de esta pareja candidata a los altares.
“En las parejas Juan Pablo II hablaba de la caridad conyugal, es su entrega al otro donde Dios mismo se revela. Esa medida de la entrega al otro, basada en la vida divina, en los sacramentos, en la vida de la Iglesia, como en esa entrega al cónyuge que de ahí se va creando una estructura, un edificio de santidad que es muy diverso dependiendo de cada uno”, apunta Soldevila
Un edificio de santidad que en cada pareja es distinto pero que en todos los casos lleva al matrimonio, una vez más, a los altares.