Novena de doce hermanos (cuatro de los cuales tienen síndrome de down), ha sido finalista del conocido programa American Idol, en la edición de 2010. Rostro joven -y ampliamente conocido en la televisión estadounidense-, con menos de 20 años ha podido compartir no sólo su bella voz sino también su experiencia a favor de la vida humana desde su concepción.
Su fe y experiencia familiar han jugado un papel decisivo en su incipiente vida profesional como cantante (pudo entrar a American Idol gracias a una interpretación del «Hallelujah», de Leonard Cohen, en Boston).
Maddy se convirtió al catolicismo a los 14 años, después de que su madre experimentará la necesidad de vivir la fe en la que había sido bautizada, la fe católica. El trato con sus hermanos down le ofreció la oportunidad de valorar en primera persona el don que supone cada vida humana: «Siento cómo Dios quería utilizar esta experiencia para mostrar cuán especiales son los niños con síndrome de down. El noventa por ciento de las mujeres embarazadas que reciben un diagnóstico prenatal sobre bebés con síndrome de down elige el aborto. Esto me rompe el corazón... Mis hermanos son tan especiales para mí y me han cambiado de muchas maneras. Su naturaleza es que son tan felices. Mi hermano Jonny es sólo un año más grande que yo, por lo que crecimos juntos... Yo he llegado a experimentar de primera mano lo feliz y contento que puedo ser al convivir con ellos», reveló Maddy a My Catholic Standars (cf. 19.01.2011).
Actualmente Maddy realiza giras por diferentes ciudades de los Estados Unidos. Con ellas quiere compartir su valiosa experiencia como hermana de niños down que merecen y tiene el derecho a vivir. Los conciertos se convierten en oportunidad para hablar de la vida y para cantar a la vida. Sabe que sus canciones son un buen medio y tiene claro el mensaje.
«Llegar a la fama –decía Benedicto XVI a los jóvenes británicos el 17 de septiembre de 2010– no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios». Maddy ha encontrado a Dios y así se comprende mejor su testimonio.