David Benito es uno de los muchos seminaristas de Madrid que estudia en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso. Pero como cada vez ocurre con más frecuencia este joven ingresó en el seminario una vez que había acabado sus estudios universitarios y había hecho una pequeña incursión en el mundo laboral.
Concretamente, se graduó en Ingeniería Forestal en la Universidad Politécnica y durante unos meses estuvo en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias y Alimentarias. Pero Dios lo quería para otra cosa: quería que fuera sacerdote y fue entonces cuando ingresó en el seminario.
La vida parroquial que hizo florecer la vocación
En una entrevista con la Universidad de San Dámaso, David Benito explica que “si lo hubiese visto claro con 18 años pues quizá no habría estudiado antes nada. Pero cuando terminé el colegio me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el entorno natural, con el monte, con el campo… Y me gusta mucho la historia, la literatura, se me daban bien las matemáticas, el dibujo, la física… y encontré esta carrera que me parecía muy bonita. Era un mundo que conocía un poco y por eso estudié ingeniería de montes. Y al ir descubriendo que el Señor me pedía otra cosa pues terminé entrando en el seminario y estudiando Teología”.
Sobre su llamada al sacerdocio, Benito asegura que siendo adolescente conoció a un grupo de jóvenes de su edad que tenían algo que él echaba de menos: que era conocer a Dios. “Empecé a participar en la parroquia de San Germán, en el barrio de Cuzco, que es donde viven mis padres. A partir de eso empecé a conocer más al Señor, teniendo vida de oración; y fue en una experiencia de ejercicios espirituales donde supe dar nombre a esa inquietud que tenía desde hace tiempo. No sin mis más y mis menos fui diciendo a Dios que sí hasta que hice el curso introductorio y luego ya los años de seminario”.
"No me enteraba de nada"
Su llegada al seminario no fue sencilla pues pasó de un perfil técnico a tener que estudiar materias como Teología o Filosofía. De hecho, recuerda que cuando llegó "no me enteraba de nada. Solo me gustaba 'lógica' porque los silogismos me recordaban a las matemáticas. Pero metafísica u otras asignaturas con mucha carga filosófica como teoría del conocimiento o fenomenología sobre todo, no me enteraba de nada”.
“Pero poco a poco vas descubriendo que esto tiene más de tu vida que otras cosas que quizá de primeras me gustaban más o me resultaban más fáciles pero que con mi vida tenían poco que ver. Y esto al final va poniendo las bases para luego poder comprender mejor la teología y también les he terminado cogiendo mucho gusto. De hecho ahora preferiría leerme un libro de teología que volver a los 'tochos' de cálculo o de estructuras. Aunque suene un poco a comentario de seminarista o de cura, profundizar más en nuestra fe nos ayuda también en nuestra relación con el Señor y luego el día de mañana en el ejercicio del ministerio”, agrega este joven seminarista.