“Os pido sencillamente que toquéis el cielo con la cabeza: tenéis derecho porque sois hijos de Dios”, decía san Josemaría Escrivá de Balaguer. “Pero que vuestros pies, que vuestras plantas estén bien seguras en la tierra, para glorificar al Señor Creador Nuestro, con el mundo y con la tierra y con la labor humana”, advertía el fundador del Opus Dei.
Una frase que condensa su pensamiento: la santificación en la vida cotidiana, en el trabajo propio de cada uno. Para esto se requiere cultivar el trato con Dios. “San Josemaría decía que así como en una casa no puede haber calefacción sin caldera, no puede haber santidad sin momentos fuertes de oración mental”, comenta Javier López en diálogo con ZENIT.
Los sacerdotes Javier López, de Madrid y Ernst Burkhart de Viena realizaron durante 10 años un trabajo de investigación sobre los principales escritos del santo para condensarlos en tres volúmenes y presentar por primera vez una recopilación sistemática de teología espiritual con numerosos textos inéditos. Se trata del libro “Vida cotidiana y santidad en las enseñazas de san Josemaría”, del que acaba de aparecer el primer volumen de 624 páginas.
Ambos presbíteros pertenecen a la prelatura del Opus Dei y son profesores de teología espiritual en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma. Conocieron san Josemaría en los años 60 y residieron con él en la década de los 70.
Para el profesor Ernst Burkhart, el mensaje del santo Escrivá “vale para todo el mundo” por esta razón “no hemos querido incluir en los títulos del libro la palabra Opus Dei, para que la gente comprenda la universalidad del mensaje”, según indicó a ZENIT.
Como ha escrito el Papa Benedicto XVI, “san Josemaría recibió luces divinas para predicar la llamada universal a la santidad” (Exortación apostolica Verbum Domini, 48). “Especialmente el libro se dirige a los fieles laicos y a los sacerdotes seculares para impulsarles a la santidad en la vida cotidiana”, comenta el sacerdote vienés.
Para exponer su pensamiento “nos hemos centrado en tres puntos de su mensaje: el primero es que el eje central de la santidad en medio del mundo es la santificación del trabajo profesional; el segundo es que la filiación divina, saberse hijos de Dios, es el fundamento de la vida cristiana; y el tercero es que el cristiano ha de aspirar al ideal de ser contemplativo en los quehaceres de su vida ordinaria”.
El profesor Javier López destaca que la actualidad del mensaje de san Josemaría es compatible con su continuidad respecto a la tradición de la Iglesia: “Aprecia a los grandes maestros de vida cristiana, tiene cariño por santa Teresa de Jesús, san Bernardo de Claraval, santa Catalina de Siena y otros doctores de la Iglesia. Entre los autores que cita con más frecuencia destacan san Agustín y Santo Tomás de Aquino”.
“Su aporte lo vemos como una verdadera manifestación del Espíritu Santo”, agrega Javier López. “Creemos que la novedad de su enseñanza está en la espiritualidad laical”, afirma.
Para san Josemaría siempre fue muy claro que no puede haber santos de segunda categoría. “Hay bastantes fieles de la prelatura, de diversos estados de vida camino a los altares. Además del sucesor de san Josemaría monseñor Alvaro del Portillo, hay, entre otros, un ingeniero suizo, un médico guatemalteco, un matrimonio español, una empleada del hogar, Dora del Hoyo, quienes murieron con fama de santidad.
Un tema fundamental en el pensamiento de san Josemaría es el de la libertad. En el segundo volumen de este compendio se le dedica un amplio espacio. Se tratan puntos como gracia y libertad en la vida espiritual; voluntad, razón y sentimientos en el ejercicio de la libertad; el respeto a la persona y a su libertad; los compromisos cristianos como cauce de libertad.
El profesor Burkhart destaca la importancia de la libertad en “las opciones temp orales, en todo lo que es opinable en temas económicos o políticos e incluso en las cuestiones teológicas”. Dice que para san Josemaría la libertad “debe ser fomentada y valorada y que no se puede imponer la uniformidad incolora. Es algo muy típico de su pensamiento”.
Para el profesor Burkhart de 65 años, cobra un valor agregado en esta investigación, el haber conocido personalmente al santo Escrivá de Balaguer: “Cuando le escuchaba me resultaba fácil hacer oración”, dice.
Y destaca algunas de sus virtudes: “Era muy humano, divertido, cariñoso y preocupado por todos nosotros”. Celebraba la misa con una gran intensidad”.
“Recuerdo una vez que Ernst tocaba el violín durante una tertulia. Al terminar, san Josemaría le preguntó cuántos años llevaba practicando y él contestó que unos veinte, a diario. Entonces comentó que así había que hacer en la vida cristiana: insistir un día y otro, con la ayuda divina, para afinar en los detalles y parecerse cada vez más a Jesucristo” concluye Javier López.
Así, san Josemaría estaba convencido de que “ninguna persona es un verso suelto”, sino que todos hacemos parte “de un mismo poema que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad”, como dice en uno de sus escritos presentados en este libro.