Rakhi era una joven de origen indio nacida en EEUU. Aunque se formó en su casa en la religión hindú, empezó a investigar el cristianismo. Un día una amiga la invitó a una misa católica, y en el momento de la elevación, explica, supo con firmeza que allí estaba Dios. Pero antes de aquello, y después, pasaron muchas cosas.
Hoy es Rakhi McCormick, casada, madre de tres hijos, catequista y evangelizadora en su parroquia de Detroit y diseñadora de objetos evangelizadores (en www.rakstardesigns.com). Esta es su historia de fe, explicada en CHNetwork y en Feminine Genius Podcast.
Una niña hindú entre campos de maíz
En 1960 los padre de Rakhi se casaron en Calcuta. Emigraron en los años 70 a Estados Unidos, en parte para lograr tener un hijo. Ella nació en Iowa, "niña hindú creciendo entre campos de maíz". Sus padres le dijeron que su nacimiento fue "un milagro de la ciencia". Creció con amigos y afecto, pero siempre sintió, dice, una gran soledad interior y un deseo de pertenecer.
A los 13 años, tomando limonada en el porche en verano, una amiga de su edad, cristiana baptista, le preguntó si sabía quién era Jesús. "Creo que musité algo así como 'Santa Claus' o 'Navidad'", recuerda. En su casa celebraban "Navidad" como una fiesta "americana" sobre Santa Claus y el árbol navideño.
Su familia era hindú pero no había ningún templo hindú cerca. Su religión la celebraban en casa. Tenían un altar casero y oraciones diarias en familia. Más adelante, la familia empezó a ir al festival hindú de Puja en una ciudad más grande o en Minneapolis.
"Crecí alabando a Dios y sabiendo que fui creada por amor, que Dios es un dios benevolente y que nuestro trabajo, por así decirlo, es hacer el bien en la tierra y así honrarle a Él", explica Rakhi.
Un Dios Creador, y muchos dioses menores
Como muchos hindúes, Rakhi distinguía entre Dios, el Creador, y muchos "dioses menores", como Maa Durga (Madre Durga, o Parvati), la diosa de muchos brazos. "Ya entonces miraba a esos dioses menores como mitología, como los dioses griegos en el colegio", explica.
Su amiga de 13 años le planteó entonces una propuesta.
- ¿Quieres saber quién es Jesús? Jesús quiere mejorar tu vida. Siempre está contigo. Con Él la vida es mejor y más fácil. ¿Quieres tener a Jesús en tu vida?
- Claro, ¿por qué no? -respondió Rakhi.
Su amiga le dio un texto con una oración para rezar antes de dormir: "Jesús, te quiero en mi vida". Ella lo rezó antes de acostarse, con ojos cerrados y fervor. Y al día siguiente, al despertar, "todo seguía igual". Pero hoy cree que ahí empezó su relación con Cristo. Todo lo que pasó años después, piensa, fue una respuesta de Jesús.
Deseo de ser popular... y al hospital borracha
Llegó el momento de ir a la universidad. Allí, ella deseaba sobre todo ser popular y tener muchos amigos. Para eso se metió en fiestas exageradas y en el exceso de alcohol. A los 17 años ya llamaron a sus padres porque ella estaba en el hospital borracha y en mal estado.
Una chica, hija de un pastor protestante, vino a rezar junto a ella en esa ocasión. Eso impactó a la joven Rakhi y la hizo pensar por el sentido de su vida.
Así, empezó a explorar distintas religiones en su época universitaria. Fue a una cena de Sabbath con una amiga judía y a otros encuentros. Pero dice que "en realidad nadie realmente me daba la bienvenida".
Por su cuenta empezó a leer algo de la Biblia. Pensaba: "bien, esto que leo tiene sentido, hay un Dios, nos envió a su Hijo, me parece bien". Decidió que era bastante cristiana, "sin darme cuenta de que tenía que bautizarme", se ríe.
Del catolicismo no sabía casi nada, excepto que sus padres fueron alguna vez a Misa del Gallo en la catedral de San Patricio, en Nueva York, porque les gustaba la belleza y los olores de esta misa.
Navidad repartiendo juguetes a niños
A los 19 años, visitó con sus padres a unos amigos judíos en otra ciudad que eran una especie de padrinos para ellos. Era Navidad, y por hacer algo navideño fueron a un monasterio benedictino que celebraba una misa de Navidad matinal para gente sin hogar.
Allí la pusieron esa mañana a repartir juguetes para niños pobres. Le acompañaba un joven de 21 años, marine y baptista, que no quería estar en su base militar en Navidad para no beber, porque consideraba su deber servir a Dios ese día. A Rakhi le asombró encontrar un joven veinteañero que prefería ir con los pobres a la iglesia en vez de beber e ir de fiesta.
La misa que lo cambió todo
Más adelante, una amiga católica la invitó a su primera misa. Le explicó que no podía recibir "lo que repartían". "Nosotros creemos que es Jesús", le dijo. A Rakhi no le pareció que eso tuviera mucho sentido. Pero unos minutos después, toda su vida cambió.
"En la elevación, tuve una sensación mística, una experiencia para la que entonces no tenía palabras, pero supe que Dios es real, que Jesús es real, que está en la Eucaristía y me llama a casa", recuerda.
Y desde ese momento su pregunta, mirando la Comunión, fue: "¿Cómo consigo eso?" Así se apuntó al curso de introducción a la fe para adultos, en el Centro Newman de la Universidad de Iowa. Entró en la Iglesia en la siguiente Pascua.
Lo que le parecía raro, y lo que le parecía normal
Pasados muchos años, recuerda que en aquel momento le parecía extraño que sólo "unos cuantos", como "un club exclusivo", pudieran comulgar. Si Jesús vino a salvarnos a todos, ¿no debería repartirse a todos, incluso no bautizados? Más adelante lo entendió, como expresión del cuerpo místico que es la Iglesia.
En cambio, le pareció siempre muy lógico que hubiera santos patronos de diversas cosas, porque también en la tradición hindú, por debajo del Dios creador, hay entidades celestiales intermedias a las que los devotos recurren. Le gustó que en el catolicismo, los santos, unidos como un cuerpo místico, eran personas de carne y hueso que han vivido con sus dificultades y retos, pero hoy interceden y escuchan desde el Cielo.
El momento de verdadera entrega a Dios
Se hizo católica con sinceridad, pero la fe no estaba en su día a día. No era algo interiorizado en sus ritmos cotidianos.
Tuvo la suerte de que allí donde se mudaba a seguir sus estudios aparecían católicos que la invitaban a sus grupos o misas cuando ella estaba tentada de dejar la práctica. Pero aún no tenía una relación personal de entrega a Dios.
Fue ya con más de 30 años, cuando una noche, en un momento duro de su vida, hizo una oración de entrega total: "Dios, haré lo que quieras. Si quieres que sea monja, seré monja. A mamá no le gustará, pero lo haré. Haré lo que sea, pero no quiero que mi vida esté llena de miseria".
Y muy rápido, tras esa oración, muchas cosas de su vida "encajaron en su sitio". Para empezar, encontró a quien sería su marido, "que había rezado algo muy parecido por su parte". Su marido había vuelto recientemente al catolicismo, en un viaje a Roma, durante una audiencia con Juan Pablo II, a quien atribuía su retorno. Juntos crearían una familia y trabajarían en tareas eclesiales y de evangelización.
Rakhi tiene una tienda online de diseño de objetos cotidianos con motivos religiosos.
¿Qué hacer con los vecinos hindúes?
A los cristianos que tienen vecinos o conocidos hindúes, les anima a tratarlos con cercanía, interesarse por ellos y preguntarles por sus costumbres. "La religión es algo distinto para cada familia india", explica. Unos tienen unas devociones, y otros, otras. Siempre hay comida de por medio, y la comida es, de hecho, una buena forma de tender lazos.
La experiencia de Rakhi es que las familias inmigrantes indias quieren sentirse acogidas, que no "les miren raro", y agradecen que les traten con cercanía y se interesen por ellas. Con las amistades sinceras nacerán las conversaciones profundas.
Rakhi explica su testimonio con detalle, en inglés, en CHNetwork.org.