Estando contratado en el Tribunal de Justicia del Estado de Mato Grosso (Brasil) y con los sueños puestos hasta hacía poco en jugar en la NBA, el joven Mauricio Silva no concebía estar recorriendo un camino que le llevaría a dedicar su vida a Dios como sacerdote gracias a la ayuda del Centro Académico Romano Fundación (CARF).
Nacido en 1997 y criado en la ciudad de Mato Grosso do Sul (Brasil), recuerda que aunque su infancia siempre estuvo guiada por los "buenos ejemplos" de sus padres, su práctica de fe se limitó a recibir el bautismo con un año, ir a la iglesia ocasionalmente y, de vez en cuando, rezar junto a su familia alguna oración.
Explica que su infancia estuvo marcada en lo religioso por una falta de interés, lo que le llevaba a faltar a las catequesis que le permitirían recibir la primera comunión y, finalmente, a renunciar a este primer sacramento. Una actitud que, tiempo después, le conduciría finalmente a contemplar con malos ojos a la Iglesia.
"Tenía ideas muy críticas sobre la Iglesia, en mi mente la fe era algo mitológico y sin conexión con la vida real, mera superstición, y miraba con cierto desprecio a las personas religiosas", admite en el portal de CARF.
Sin embargo, la madurez y los reveses de la propia vida le llevaron a suavizar su postura y a buscar respuestas. Especialmente, la pérdida de su padre cuando tenía 12 años. "Favoreció definitivamente un cambio en mi vida. Era un hombre bueno, cariñoso, todo el mundo le quería… Así que me planteé dónde se había ido tras su fallecimiento, y si su vida había tenido sentido. Así comencé a ver el mundo desde otra perspectiva y la religión dejó de ser algo negativo. Me propuse leer libros de doctrina católica para encontrar las respuestas a mis preguntas", explica.
Lo único que tenía claro: quería jugar en la NBA
Un día, de regreso a casa y por casualidad, se encontró a un diácono permanente que le preguntó si había recibido catequesis. Al decirle que la había abandonado, este le invitó a asistir a clases de religión. Algo que ya no veía con tan malos ojos y aceptó la propuesta, lo que tiempo después le permitió recibir la Eucaristía y la Confirmación.
Desde entonces, asistir a Misa cada domingo dejó de ser algo aburrido o negociable, empezó a rezar el rosario y a asistir a retiros y todo lo relacionado con la Iglesia comenzó a despertarle un gran interés.
Pero en plena adolescencia y recién terminado el colegio, Mauricio no tenía claro ningún proyecto de futuro… salvo uno: soñaba con llegar a la NBA.
Comenzó a entrenar en equipos universitarios pero con el paso de los años "este sueño se enfrentó a la realidad" y asumió que "era algo inviable". Sin embargo, la misma universidad en la que se matriculó en Derecho con el objetivo de progresar en el baloncesto le fue acercando poco a poco más al que sería su verdadero sueño y proyecto de vida.
"Mi camino con Dios dio otra vuelta, ahora más radical. A pesar de los desafíos del ambiente universitario, muchas veces influenciado por el escepticismo y el indiferentismo religioso, y la promiscuidad, la Universidad Católica me permitió crecer mucho en la fe", reconoce. Tanto que el deseo de recibir la Eucaristía o de confesarse crecía por días.
Un desconocido rito que despertó su curiosidad
Pero en este momento seguía sin tener claro qué camino a seguir. Cambió nuevamente de rumbo, abandonó su carrera y su universidad y comenzó a estudiar Administración en la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul, donde su vida de fe no hizo más que crecer, hizo multitud de amistades basadas en la fe y creó un grupo de estudio católico universitario.
Mauricio Silva, en el centro, con compañeros de su grupo de estudio católico de la universidad.
El joven estudiante comenzaba a vislumbrar que quizá, el sacerdocio era el rumbo del que carecía su vida. No lo supo, sin embargo, hasta un 16 de junio de 2019, fiesta de la Virgen del Carmen, cuando asistió a una Misa celebrada según el rito tradicional.
"Mi intención era recibir la imposición del escapulario y conocer un poco más esta liturgia, que para mí era algo nuevo y que me despertaba la curiosidad. Al terminar la Misa conocí a un seminarista diocesano, ahora sacerdote, que me invitó a visitar el seminario. Finalmente acepté, un poco por curiosidad, pero también por esa inquietud que tenía dentro de mí sobre las cosas de Dios", explica.
A la curiosidad que marcó la primera toma de contacto le siguió un mayor interés. Mauricio empezó a asistir a reuniones vocacionales y a familiarizarse con el seminario y los sacerdotes formadores, de los que le llamó especialmente la atención "su piedad y celo en la celebración de la Eucaristía".
Una prometedora carrera, nada comparado a "la voluntad de Dios"
"La mente se abrió y comprendí el sacerdocio de una manera nueva, hasta tal punto que comencé a cuestionarme seriamente si Dios me llamaba por este camino, si mi vocación era el sacerdocio, aunque estaba muy indeciso y temeroso ante una misión tan grande y exigente", admite.
Tras muchas visitas al seminario, otras tantas preguntas y un año de dirección espiritual fueron los últimos pasos necesarios para que Mauricio decidiese dar rienda suelta a "un profundo deseo de hacer la voluntad de Dios", confiando en que el seminario era el sitio donde le quería.
La decisión fue meditada… y radical: el joven abandonó la escuela de administración, unas prácticas remuneradas y preparándose además en el Tribunal de Justicia del Estado de Mato Grosso do Sul, quedando un año y medio de contrato por cumplir. Así, "lo dejaba todo por cumplir la voluntad de Dios".
Desde 2018, Mauricio está en el seminario preparándose para ser sacerdote al mismo tiempo que estudiaba Filosofía. Fue al terminar esta última cuando su obispo le propuso continuar sus estudios en Roma, lo que recibió como "una gran sorpresa" pero "también como un gran honor y alegría".
Tras hablar con su familia y formadores, no dudó en aceptar la propuesta. Actualmente reside en el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae y cursa sus estudios teológicos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.
"Mi vida está hecha de encuentros providenciales. Y providencial es la ayuda de mis benefactores de la Fundación CARF, no solamente en un sentido económico, sino también por su oración y cercanía espiritual, algo fundamental para cualquier seminarista y sacerdote del mundo. ¡Muito Obrigado!", concluye.