"Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?" (Mt 7, 7-9). Son palabras de Jesucristo en el Sermón de la Montaña, y se verifican cada día de forma notoria u oculta. Sucedió también en la vida de una joven francesa. Gabrielle era atea, pero buscaba la Verdad y, de forma tímida pero sincera, pidió a Dios ayuda. Lo que sucedió se lo explicó ella misma a KTO:
Nací en una familia que no era católica ni creyente. Nunca oí hablar de Dios, aunque fui bautizada de pequeña para agradar a mi abuela.
La búsqueda
Cuando llegué a la adolescencia, a los 15 o 16 años, empecé a plantearme muchas preguntas existenciales: ¿por qué vivo? ¿A dónde voy? ¿Tiene valor mi vida?
En ese momento me sentía bastante triste, porque realmente no sabía para qué vivir, para quién vivir. Sentía como un vacío.
De repente, en el último curso descubrí la Filosofía y gracias a esa asignatura empecé a buscar la verdad, pero la Verdad con una V mayúscula enorme. Pasó todo ese año, y al cabo de un año mi sed de Verdad seguía ahí.
La petición
Una noche en la que estaba fatal me dije: esto no puede seguir así, es demasiado duro. Si existe Dios (que para mí no existía), ya no puedo más, estoy exhausta y agotada.
Entonces encontré en internet una oración que pedía a Jesús venir a mi vida y ser mi Salvador y recité esa oración intentando convencerme a mí misma.
El hallazgo
Algunos días después pasó algo maravilloso. De golpe sentí una fortísima presencia de Amor que me envolvía. Realmente tuve la impresión de rebosar de alegría y de amor. Fue muy fuerte. En ese momento comprendí que Dios existía, que Dios era Amor y que me amaba.
Entonces empecé a avanzar en la fe, pero en secreto, porque como mi entorno era profundamente ateo tenía miedo de hablar de ello.
La respuesta
Cuando me fui de casa para empezar mis estudios universitarios empecé a ir a misa, yo sola. Me sentía perdida, pero volvía a ir.
Un día llamé al despacho parroquial y le conté toda mi vida a un sacerdote. Este sacerdote quedó muy impactado y me acompañó en mi camino de fe. Una semana después me confesé por primera vez. Seguí formándome con él, un 20 de enero hice mi Primera Comunión y fui confirmada en Pentecostés.
Fue un momento fortísimo. Actualmente soy una creyente muy feliz y en crecimiento.
Cristo, Salvador y Verdad
Cuando se conoce el amor de Cristo solo hay una cosa que nos invade, y yo quería hacer lo mismo que Él, yo quería entregarme, yo quería amarle.
Cristo para mí es una persona, es Jesús que entro en mi vida cuando yo sentí muy fuerte esa presencia de amor. Es también mi Salvador, porque me sacó de todos los callejones sin salida en donde estaba metida, en los que había caído. Por todo ello le digo: gracias.
Cristo para mí es la persona que ha dado la respuesta a todas mis preguntas y ahora que conozco la Verdad, soy muy feliz.