En la mañana del sábado falleció en Lima, a los 85 años de edad, Giovanni Salerno (1938-2023), sacerdote siciliano que llegó a Perú en 1968 como misionero y allí fundó los Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo. Será velado en Cuzco, lugar donde se encuentra la casa madre de la obra, hasta la celebración, en la semana que entra, del funeral por su alma. En los últimos días se había agravado su situación, ya delicada por diversas patologías, con la infección que partiendo de la pierna había llegado a los órganos vitales.
"Los muchos pobres y niños que ha guiado al cielo lo reciban ahora en las moradas eternas e intercedan por su alma", imploraba la congregación al dar a conocer su fallecimiento.
Expansión por todo el mundo
Los Misioneros Siervos de los Pobres fueron bautizados por Juan Pablo II en 1986 como Opus Christi Salvatoris Mundi [Obra de Cristo Salvador del Mundo], que pasó a ser su denominación oficial. Constan actualmente de 150 misioneros de quince nacionalidades, que sirven a un millar de niños a través de escuelas gratuitas, comedores, dispensarios médicos y talleres profesionales.
De ellos, 15 son sacerdotes, 2 diáconos, 11 seminaristas mayores y 17 seminaristas menores, además de una comunidad contemplativa formada por dos sacerdotes y dos hermanos, un centenar de hermanas y una comunidad de doce familias de matrimonios misioneros.
Seminaristas de los Misioneros Siervos de los Pobres en Ajofrín (Toledo).
Tienen media docena de fundaciones en Perú, y asimismo en Hungría (Centro de Acogida Gitana de Budapest), Cuba, México, Italia y España, donde en 1990 abrieron en Ajofrín (Toledo) un seminario para la formación de su rama masculina, acogidos por el entonces arzobispo primado de España, el cardenal Marcelo González Martín.
Entregado a los pobres
El padre Salerno nació en Gela (Sicilia) en 1938, estudió Teología en el seminario de Monreale (Palermo) y fue ordenado sacerdote en 1961. En 1968 llegó como misionero agustino a la región andina de Apurímac, en Perú. Impresionado por la situación de abandono de aquellas comunidades, e inspirado en la encíclica Populorum Progressio que había publicado el Papa Pablo VI el año anterior, decidió fundar los Misioneros Siervos de los Pobres para entregarse a todos los que allí padecían hambre, enfermedades e injusticias.
El padre Giovanni Salerno, toda una vida entregada en silencio y humildad a los niños más pobres y olvidados.
Fundó el dispensario médico Madre Rosa Gattorno, inspirado en la religiosa italia Ana Rosa Gattorno (1831-1900), beatificada en el año 2000. Tras quince años entregado a ese trabajo, el padre Salerno fundó en 1982 el Hogar-Nido Santa Teresa, y en 1986 dio los primeros pasos para el establecimiento de la actual congregación y recibió la bendición para ella de Juan Pablo II.
El padre Giovanni Salerno, con Juan Pablo II en 1986, cuando fundó su obra y recibió la bendición del Papa para ella.
La aprobación definitiva llegó en 2011, coincidiendo con el cincuentenario de su sacerdocio, día que él festejó celebrando la misa tradicional por ser, dijo entonces, la misa de su ordenación.
El padre Salerno pasó medio siglo en Perú en esa misión, reconocida tanto en el propio país como en su patria de origen, donde en 2021 el presidente Sergio Mattarella le concedió el título honorífico de Cavaliere [Caballero]. Había regresado a Italia, ya anciano y enfermo y casi ciego, y estuvo dos años acogido en la parroquia de San Antonio de Padua, en Palermo, pero no pudo estar mucho tiempo lejos de su obra y regresó a Perú hasta el momento de su muerte.
Su obra más conocida es la Ciudad de los Muchachos para niños pobres y huérfanos, que encontraban en ella posibilidades de formación profesional y universitaria, además de una familia.
En el espíritu del Kempis
El padre Salerno aprovechó siempre sus grandes dotes como comunicador para difundir su obra y cumplir los fines de los Misioneros Siervos de los Pobres, que ellos mismos definen: "Aumentar la santidad de la Iglesia sirviendo a los demás" y procurar "la salvación eterna de los pobres". Su regla de vida espiritual es la Imitación de Cristo de Fray Tomás de Kempis y los fundamentos de su vida religiosa son "la Cruz, el silencio, la humildad y, sobre todo, la obediencia": "Contemplando a Cristo, obediente al Padre, queremos ser fieles al Magisterio de la iglesia hasta en los más pequeños detalles", añaden.