Camilla Varano a los 23 años dejó su vida de princesa en el ducado de Camerino en Italia y las propuestas de matrimonio para seguir los designios de su corazón y hacerse religiosa clarisa.
El Papa Benedicto XVI la canonizará el próximo domingo en la plaza de San Pedro junto con otros cinco beatos.
Nació en 1458 en Macerata, una pequeña ciudad del centro de Italia que hoy cuenta con unos 40 mil habitantes. Su padre Giulio Cesare de Varano, era el príncipe de Camerino. Ella había nacido por fuera del matrimonio pero fue introducida y educada en el esplendor de la corte.
“Los palacios señoriles en el período renacentista eran el centro de la política, también de cultura y de el mercantilismo”, explicó en diálogo con ZENIT el padre Giovangiuseppe Califano O.F.M, postulador para su causa de canonización. Camilla ttranscurrió así su juventud entre fiestas, bailes y vida social. Estudió latín, leyes, aprendió a pintar, a bailar y a montar a caballo.
Han pasado casi cinco siglos de su muerte y su causa de canonización estuvo 100 años detenida por algunos problemas con el retraso la elección de su postulador. Para el padre Califano “estos años de aparente silencio fueron muy fecundos para la investigación sistemática y la publicación crítica de los escritos de la Beata”.
Cuando tenía nueve años, un Viernes Santo, Camilla escuchó una homilía en la que el hermano, Domenico da Leonessa, pidió a los presentes de derramar al menos una lágrima cada viernes por amor a Jesús. La pequeña aceptó la propuesta que siguió durante todos los viernes de su vida.
“A través del don de estas lágrimas, derramadas con compromiso infantil”, dice su postulador “la contemplación de la Pasión del Señor se convirtió en el medio agradable y espontáneo que orientó toda su vida espiritual”.
Al llegar a la juventud se sentía fuertemente atraída por lo que le ofrecía la corte, junto con el llamado a dejarlo todo para seguir a Cristo. “Inicialmente, como muchos de nosotros, no fue capaz de escoger y no dudó en llevar una doble vida”, dijo la hermana Serboli.
“Por un lado los bailes, los cantos y las diversiones que la corte le ofrecía”, explica la abadesa. “Por otro la do, el recogimiento y la lucha en la que Dios la tira y la absorbe toda”, dice.
Y fue en la cuaresma de 1479 cuando escuchó la predicación del hermano Franceso de Urbino que encontró la luz interior para entender el don de la virginidad consagrada.
“Fue la fidelidad al compromiso de la oración y de la dirección espiritual lo que hizo que le abriera brecha al espíritu”, señaló su postulador.
Camilla entró al monasterio de Santa Clara de Urbino en 1481. “Haz Señor que con mi vida siempre te alabe, te bendiga, te glorifique y edifique a mis hermanos”, decía en uno de sus escritos. Dos años más tarde hizo su profesión religiosa con el nombre de sor Battista.
Camilla enfrentó un fuerte combate espiritual. Atravesó durante cinco años la llamada Noche Oscura del espíritu: “de la intensidad de las gracias espirituales que la habían acompañado en la fase del primer enamoramiento”, describe la hermana Chiara, “Camilla parece ahora abandonada en una esencialidad sacrificante y cruda”, dice.
Ella no se dejó abatir por este hecho: “En sus escritos emerge con mayor frecuencia el recurso a las imágenes del Cantar de los Cantares, a la enseñanza del amado de parte de la amada, presa de la angustia comprensible por el abandono padecido”, explica la abadesa
En 1502 fueron asesinados su padre y sus hermanos en una persecución que sufrió su familia. Hechos que “la ‘crucificaron’ con Cristo” y que le permitieron “capaz del silencio donde las palabras no bastan más para explicar la injusticia del calvario”, agrega la hermana Chiara.
Battista fue obligada a refugiarse en la ciudad de Atri, una pequeña localidad del Abruzzo, en la zona meridional de Italia.
Otro hecho que le causó inmenso dolor y muchas horas de oración fue cuando se enteró que en 1517 en Alemania, el monje agustino Martín Lutero anunciaba la separación de la Iglesia romana.
La futura santa tuvo diferentes experiencias místicas, que se reflejan en los numerosos escritos, y en los cuales revela su amor por Cristo crucificado. La madre Chiara las define como “un precioso y estrechísimo camino”, que le permitieron hacer “una re lectura de la propia existencia a la luz del misterio pascual”.
Murió el 31 de mayo de 1524 durante una peste. “Me has resucitado en Ti, verdadera vida que das la vida a cada viviente”, escribió Battista Varano.