En el último escrito a su padre moribundo, el 4 de abril de 1787, Mozart le dijo: "Desde hace unos años me he familiarizado tanto con esta amiga sincera y querida del hombre (la muerte), que su imagen no sólo no es para mi nada terrorífica, sino que aparece además muy tranquilizante y de consolación".

Lo ha recordado el Papa Benedicto XVI, gran amante de la música clásica, fascinado tras asistir a un concierto en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, localidad situada a 30 kilómetros de Roma y en la que pasa sus vacaciones estivales. El Réquiem de Mozart, según el Pontífice, ayuda a mirar serenamente la muerte.

"En Mozart cada cosa está en perfecta armonía, cada nota, cada frase musical y no podría ser de otra manera; incluso los opuestos se han reconciliado y ´la serenidad mozartiana´ lo envuelve todo, en cada momento", afirmó. "Es un don éste de la gracia de Dios, pero también es el fruto de la viva fe de Mozart, que, sobre todo en la música sacra, logra transpirar la luminosa respuesta del amor divino, que da esperanza, incluso cuando la vida humana está lacerada por el sufrimiento y la muerte", añadió.

"Cada vez que escucho su música no puedo menos que regresar con la memoria a la iglesia parroquial, cuando de niño, en los días de fiesta, sonaba una de sus ´misas´, y en el corazón percibía que un rayo de belleza del Cielo me había alcanzado", dijo con relación a la Misa de Réquiem en Re menor K 626 de Wolfgang Amadeus Mozart.