Francisco rezó el Ángelus en la Plaza de San Pedro con síntomas de fatiga que se apreciaron en algunas interrupciones y en las dificultades para darse la vuelta y abandonar el balcón del Palacio Apostólico. Él mismo reconoció, al inicio de la audiencia general del miércoles, que cuando habla mucho se siente cansado, y ese recorte se notó también en el texto más breve de lo habitual leído este segundo domingo de Adviento.

Voz y desierto no son contradictorios

El Papa glosó la figura de San Juan Bautista, protagonista del Evangelio del día, que lo presenta de una forma aparentemente contradictoria, "voz que grita en el desierto", pero que en el Precursor "se conjugan".

La contemplación del belén de la Plaza de San Pedro, inaugurado este sábado por la noche, multiplicó por dos el número de asistentes al Ángelus del Papa respecto a domingos anteriores.

El Bautista predica a orillas del Jordán, cerca del punto en el que el pueblo judío, tras cuarenta años en el desierto, entró en la tierra prometida: "Es como si dijera: para escuchar a Dios debemos volver al lugar en el que durante cuarenta años Él acompañó, protegió y educó a su pueblo, en el desierto", porque es "el lugar del silencio y de la esencialidad, donde uno no puede permitirse entretenerse con cosas inútiles, sino que es necesario concentrarse en lo que es indispensable para vivir".

Despojarse de lo superfluo

Y esa es una de las conclusiones extraídas por el Papa: para vivir bien hay que "despojarse" de lo que sobra, "liberarse de lo superfluo" para captar "lo que es verdaderamente importante ante Dios". El silencio y la oración son la forma de "hacer espacio a Jesús" liberándonos "de la contaminación de las palabras vanas y de la palabrería".

El belén de la Plaza de San Pedro, testigo de las palabras del Papa en el Ángelus.

"El silencio y la sobriedad (en las palabras, en el uso de las cosas, de los medios y de las redes) no son solo 'adornos' o virtudes", insistió, "son elementos esenciales de la vida cristiana".

Silencio para escuchar a Dios

Eso, por lo que respecta al desierto como imagen. En cuanto a la imagen de la voz, no es tan contradictorio como parece en la descripción de San Juan, pues la voz "está muy vinculada con el silencio, porque expresa lo que madura dentro, de la escucha de lo que el Espíritu sugiere".

"Si no se sabe callar, es difícil que se tenga algo bueno que decir", advirtió Francisco: "En cambio, cuanto más atento es el silencio, más fuerte es la palabra".

Las palabras previas al Ángelus concluyeron con una invitación a interrogarnos si hay "silencio" en nuestros días; si, en caso de haberlo, es "un espacio de escucha, de oración"; y si nuestra vida es "sobria o llena de cosas superfluas": "Incluso si quiere decir ir a contracorriente, valoremos el silencio, la sobriedad y la escucha".