El Papa dedicó la mañana del sábado 4 de febrero, su segundo día en Juba, capital de Sudán del Sur, a un encuentro con sacerdotes, obispos, religiosos y seminaristas.
En un país golpeado por la pobreza, las heridas de la guerra y la violencia entre facciones tribales, el Papa ha pedido a los clérigos ser pastores misericordiosos y no líderes tribales. Les ha animado a evitar buscar el prestigio religioso y social, una tentación en una sociedad que mira con respeto a los clérigos.
En escenario del encuentro fue la catedral de Santa Teresa en Juba. La cita se inició con cantos y con el testimonio de un sacerdote y de una religiosa. Después, Francisco se refirió al Nilo, río bíblico que llega a este país, y a la historia de Moisés como modelo de líder que sirve a Dios.
"Purificado e iluminado por el fuego divino, Moisés se convierte en instrumento de salvación para sus hermanos que sufren; la docilidad a Dios lo hace capaz de interceder por ellos", señaló el Pontífice.
Recordó su "retiro espiritual del 2019 con los líderes políticos", refiriéndose a los políticos sudaneses de distintas facciones que acudieron a Roma a orar por la paz, para que "acogieran en sus corazones la firme resolución de trabajar por la reconciliación y la fraternidad en el país”.
El Nilo, recordó, recoge el llanto de los pueblos que sufren, pero también, por la historia de Moisés, "es signo de liberación y de salvación". Moisés fue "instrumento de liberación, icono del auxilio de Dios que ve la opresión de sus hijos, escucha sus gritos y baja a liberarlos (cf. Ex 3,7)”.
El Papa llega a la catedral de Juba para dar su mensaje a clérigos, religiosos y obispos.
El error de Moisés: la violencia y los medios sólo humanos
Moisés se conmovía ante el sufrimiento del pueblo hebreo. Reaccionó con violencia y mató a un egipcio. “¿Cuál había sido el error de Moisés? Pensar que él era el centro, contando solamente con sus propias fuerzas. Pero, de ese modo, se había quedado prisionero de los peores métodos humanos, como el de responder a la violencia con más violencia”, advirte el Papa.
También los clérigos pueden verse tentados de ayudar al pueblo sólo "con instrumentos humanos, como el dinero, la astucia, el poder". "En cambio, nuestra obra viene de Dios. Él es el Señor y nosotros estamos llamados a ser dóciles instrumentos en sus manos. Moisés aprendió esto cuando, un día, Dios fue a su encuentro, apareciendo ‘en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza’ (Ex 3,2)”
Insistió: "No somos los jefes de una tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos; no somos los dueños del pueblo, sino siervos que se inclinan a lavar los pies de los hermanos y las hermanas; no somos una organización mundana que administra bienes terrenos, sino la comunidad de los hijos de Dios".
Interceder es acompañar, estar al nivel del pueblo
También detalló que "interceder no es sólo rezar por alguien", sino "descender para ponerse en medio del pueblo, ‘hacerse puentes’ que lo unen con Dios".
"Nuestro primer deber no es el de ser una Iglesia perfectamente organizada, sino una Iglesia que, en nombre de Cristo, está en medio de la vida dolorosa del pueblo y se ensucia las manos por la gente", añadió.
También lamentó las divisiones entre clérigos. "Es muy triste cuando los pastores no son capaces de comunión, ni logran colaborar entre ellos, ¡incluso se ignoran! Cultivemos el respeto recíproco, la cercanía, la colaboración concreta. Si eso no sucede entre nosotros, ¿cómo podemos predicarlo a los demás?"
De Moisés también destacó su valentía para hablar ante el Faraón. "Para interceder en favor de nuestro pueblo, también nosotros estamos llamados a alzar la voz contra la injusticia y la prevaricación, que aplastan a la gente y utilizan la violencia para sacar adelante sus negocios a la sombra de los conflictos".
El Papa Francisco bendijo algunos niños vestidos de Primera Comunión al llegar a la catedral de Juba, capital de Sudán del Sur.
Almas audaces y generosas para entregarse
Pero, advierte, "ser profetas, acompañantes, intercesores, mostrar con la vida el misterio de la cercanía de Dios a su Pueblo puede requerir dar la propia vida". El ejemplo de mártires y religiosos valientes "nos dejan un testimonio maravilloso que nos invita a proseguir su camino".
Puso como ejemplo al misionero italiano San Daniel Comboni, evangelizador en Sudán en el siglo XIX y fundador de los misioneros combonianos, muy presentes en África. "Él decía que el misionero debía estar dispuesto a todo por Cristo y por el Evangelio, y que se necesitaban almas audaces y generosas que supieran sufrir y morir por África".
Finalizó animando a todos a ser "pastores y testigos generosos, cuyas armas son sólo la oración y la caridad, que se dejan sorprender dócilmente por la gracia de Dios y son instrumentos de salvación para los demás; profetas de cercanía que acompañan al pueblo, intercesores con los brazos alzados".