El Papa celebró este miércoles la habitual Audiencia General de los miércoles desde el Aula Pablo VI del Vaticano. "Hemos llegado al final de nuestras catequesis sobre el Espíritu Santo y la Iglesia. Dedicamos esta última reflexión al título que hemos dado a todo el ciclo, es decir: 'El Espíritu y la Esposa'", comenzó diciendo Francisco.
"Tanto San Pablo como la Didaché, un escrito de la época apostólica, atestiguan que en las reuniones litúrgicas de los primeros cristianos resonaba en arameo el grito '¡Maràna tha!', que significaba precisamente '¡Ven Señor!'. En aquella fase más antigua, la invocación tenía un trasfondo que hoy llamaríamos escatológico. Expresaba, en efecto, la ardiente espera del regreso glorioso del Señor, de la 'parusía'", añadió.
Cristo y el Espíritu son inseparables
Pero esta espera de la venida última de Cristo no se ha quedado sola y única. "A ella se ha unido también la expectativa de su venida continua en la situación presente y peregrina de la Iglesia. Y es en esta venida en la que la Iglesia piensa sobre todo cuando, animada por el Espíritu Santo, clama a Jesús: '¡Ven!'. Se ha producido un cambio -o mejor dicho un desarrollo- lleno de significado con respecto al grito '¡Ven!' en los labios de la Iglesia. Éste no se dirige habitualmente sólo a Cristo, ¡sino también al mismo Espíritu Santo!".
"Cristo y el Espíritu son inseparables, también en la economía de la salvación. El Espíritu Santo es la fuente siempre caudalosa de la esperanza cristiana. San Pablo nos dejó estas preciosas palabras: 'Que el Dios de la esperanza los colme, creyentes, de todo gozo y paz, para que abunden en esperanza por la fuerza del Espíritu Santo' (Rom 15,13). Si la Iglesia es una barca, el Espíritu Santo es la vela que la impulsa y la hace avanzar en el mar de la historia, ¡hoy como ayer!", dijo el Papa.
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A continuación, Francisco trató la virtud de la esperanza. "El cristiano no puede contentarse con tener esperanza; también debe irradiar esperanza, ser un sembrador de esperanza. Éste es el don más hermoso que la Iglesia puede hacer a toda la humanidad, sobre todo en momentos en que todo parece arriar las velas".