Antes de comenzar la misa del cuarto domingo de Cuaresma, que celebró privadamente en la capilla de la Casa Santa Marta, Francisco recordó que "en estos días, escuchamos las noticias de muchos difuntos: hombres, mujeres que mueren solos, sin poder despedirse de sus seres queridos", y pidió pensar por ellos y rezar por ellos. Pero también "por las familias, que no pueden acompañar a sus seres queridos en su muerte". Por eso la "oración especial" del día fue "por los difuntos y sus familias".
En la homilía, el Papa comentó el pasaje del capítulo 9 de San Juan, que constituye íntegro el evangelio de la misa del día y relata la curación del ciego de nacimiento y las críticas que por ello recibe Jesucristo de los fariseos. Recordó una frase de San Agustín: "Temo que Cristo pase... Temo que no me daré cuenta de que es el Cristo y dejaré que pase de largo". Porque "una cosa está clara", añadió el Papa: "En presencia de Jesús los verdaderos sentimientos del corazón, las verdaderas actitudes florecen, salen".
Salen en el ciego, cuya sabiduría "asombra", y salen en los doctores de la ley, que "eran inamovibles... No entendieron que Dios estaba pasando. Eran rígidos, apegados a sus hábitos... Y si para preservar estos hábitos tenían que hacer una injusticia, no era un problema porque los hábitos decían que esto no era justicia; y esa rigidez los llevaba a hacer injusticias".
Francisco recomendó a todos (volvería a hacerlo tras el Angelus) leer el capítulo 9 del Evangelio de San Juan "con tranquilidad": "Una, dos veces, para entender bien lo que sucede cuando Jesús pasa: que los sentimientos salen. Para entender bien lo que nos dice Agustín: temo que el Señor pase, que no me dé cuenta y no lo reconozca. Y no me convierta. No lo olvides: lee hoy una, dos, tres veces, todo el tiempo que quieras, el capítulo 9 de Juan".
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