“Cada uno de nosotros es mucho más que sus rótulos”. No tiene dudas el papa Francisco que anima así a los jóvenes detenidos en el Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas de Pacora. Es la primera vez que un pontífice durante la JMJ confiesa a jóvenes detenidos dentro de una prisión. Ha ocurrido este viernes en Panamá, donde denuncia: “Qué dolor genera ver cuando una sociedad concentra sus energías más en murmurar que en luchar para crear oportunidades y transformación”, tal y como explica el periodista Domenico Agasso JR, del diario italiano La Stampa.
El Pontífice ha recorrido 42 kilómetros en auto hasta llegar al barrio de Pacora, en el que confesó a 5 jóvenes detenidos, 4 hombres y una mujer –obviamente sin imágenes- y dirigió un saludo a los 450 que están cumpliendo la pena allí y que participaron en la liturgia penitencial. Antes de llegar hasta la cárcel, el Papa ha recorrido un tramo en papamóvil como señal de cercanía a la gente que vive en esta zona de la periferia.
El Obispo de Roma durante la homilía dice: “Este recibe a los pecadores y come con ellos’, acabamos de escuchar durante el inicio del Evangelio. Con esa expresión pretendían descalificarlo y desvalorizarlo delante de todos, pero lo único que consiguieron fue señalar una de sus actitudes más comunes y distintiva: ‘Este recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús no tiene miedo de acercarse a aquellos que, por un sinfín de razones, cargaban sobre sus espaldas con el odio social como eran los publicanos ― recordemos que los publicanos se enriquecían en base a saquear a su mismo pueblo; ellos provocaban mucha pero mucha indignación ― o con el peso de sus culpas, errores o equivocaciones como los así llamados pecadores”. Cristo se comporta así porque “sabe que en el cielo hay más fiesta por un solo pecador convertido que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión”.
Y mientras “ellos se limitaban tan solo a murmurar o indignarse coartando y cerrando así todo tipo de cambio, conversión e inserción, Jesús se acerca, se compromete, pone en juego su reputación e invita siempre a mirar un horizonte capaz de hacer nueva la vida y la historia. Dos miradas bien diferentes que se contraponen. Una mirada estéril e infecunda ―la de la murmuración y el chisme― y otra que invita a la transformación y conversión ―la del Señor”.
Francisco destaca que “muchos no toleran y no les gusta esta opción de Jesús, es más, entre dientes al principio y con gritos al final, manifiestan su disgusto buscando desacreditar su comportamiento y el de todos aquellos que están con él. No aceptan y rechazan esta opción de estar cerca y ofrecer nuevas oportunidades. Con la vida de la gente parece más fácil poner rótulos y etiquetas que congelan y estigmatizan no solo el pasado sino también el presente y el futuro de las personas”, denuncia el Papa. “Rótulos que, en definitiva, lo único que logran es dividir: acá están los buenos y allá están los malos; acá los justos y allá los pecadores”.
Esta actitud “contamina todo –ataca- porque levanta un muro invisible que hace creer que marginando, separando o aislando se resolverán mágicamente todos los problemas. Y cuando una sociedad o comunidad se permite esto y lo único que hace es cuchichear y murmurar, entra en un círculo vicioso de divisiones, reproches y condenas; entra en una actitud social de marginación, exclusión y de una confrontación tal que le hace decir irresponsablemente como Caifás: «Conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera»”. Y normalmente “el hilo se corta por la parte más fina: la de los más débiles e indefensos”.
Francisco exclama: “Qué dolor genera ver cuando una sociedad concentra sus energías más en murmurar e indignarse que en luchar y luchar para crear oportunidades y transformación”. En cambio, “todo el evangelio está marcado por esta otra mirada que no es nada más y nada menos que la que nace del corazón de Dios. El Señor quiere hacer fiesta cuando ve a sus hijos que retornan a casa. Así lo testimonió Jesús manifestando hasta el extremo el amor misericordioso del Padre”. Un amor que no tiene tiempo para murmurar “sino que busca romper el círculo de la crítica superflua e indiferente, neutra e imparcial y asume la complejidad de la vida y de cada situación; un amor que inaugura una dinámica capaz de ofrecer caminos y oportunidades de integración y transformación, de sanación y de perdón, caminos de salvación.
“Comiendo con publicanos y pecadores, Jesús rompe la lógica que separa, excluye, aísla y divide falsamente entre buenos y malos. Y no lo hace por decreto o con buenas intenciones, tampoco con voluntarismos o sentimentalismo, lo hace creando vínculos capaces de posibilitar nuevos procesos; apostando y celebrando cada paso posible”.
Así “rompe también con otra murmuración nada fácil de detectar y que ‘taladra los sueños’ porque repite como susurro continuo: no vas a poder, no vas a poder. Es el cuchicheo interior que aparece en quien, habiendo llorado su pecado y consciente de su error no cree que pueda cambiar. Es cuando se cree interiormente que el que nació ‘publicano’ tiene que morir ‘publicano’; y esto no es verdad”, asegura el Papa.
Francisco más tarde invita con fuerza: “Amigos: Cada uno de nosotros es mucho más que sus rótulos. Así Jesús nos lo enseña e invita a creer. Su mirada nos desafía a pedir y buscar ayuda para transitar los caminos de la superación. Hay veces que la murmuración parece ganar, pero no la crean, no la escuchen. Busquen y escuchen las voces que impulsan a mirar hacia delante y no las que los tiran abajo”.
La alegría y la esperanza “del cristiano ―de todos nosotros, también del Papa― nace de haber experimentado alguna vez esta mirada de Dios que nos dice: vos sos parte de mi familia y no puedo dejarte a la intemperie, no puedo perderte en el camino, estoy aquí contigo. ¿Aquí? Sí, aquí”. Y así Jesús transforma “la murmuración en fiesta y nos dice: “¡Alégrense conmigo!”.
El Papa subraya también que “una sociedad se enferma cuando no es capaz de hacer fiesta por la transformación de sus hijos, una comunidad se enferma cuando vive de la murmuración aplastante, condenatoria e insensible”. Una sociedad es fecunda “cuando logra generar dinámicas capaces de incluir e integrar, de hacerse cargo y luchar para crear oportunidades y alternativas que den nuevas posibilidades a sus hijos, cuando se ocupa en crear futuro con comunidad, educación y trabajo. Y si bien puede experimentar la impotencia de no saber el cómo, no se rinde y lo vuelve a intentar”.
Antes de abandonar la cárcel de menores de Pacora, el papa Francisco se encontró de manera privada con un grupo de 450 jóvenes cubanos peregrinos en la JMJ en el Colegio Esclavas, cercano a la Nunciatura apostólica. El Papa llegó al final de la misa, impartió la bendición y dirigió un breve saludo a los presentes. En el encuentro, que duró unos 10 minutos, participaron además de los jóvenes dos obispos cubanos. Anteriormente el Pontífice había celebrado de manera privada en la Nunciatura apostólica. A la celebración habían participado feligreses y colaboradores de la archidiócesis de Panamá.