El Papa Francisco aterrizó sin incidentes este jueves 2 de diciembre al Aeropuerto Internacional de Lárnaca (Chipre) para dar comienzo a su viaje apostólico número 35 que culminará con la visita a Grecia entre el 4 y el 6 de diciembre.
Tras su recibimiento por autoridades civiles y religiosas, Francisco se ha dirigido a la catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias, a 50 kilómetros de la capital de Chipre, como primera parada de su visita.
La elección de este espacio para albergar su encuentro con las autoridades de la Iglesia católica en el país no es casual. Para Francisco, representa “la verdadera historia, larga, rica, y a veces turbulenta, de la comunidad maronita en Chipre”.
En el encuentro estuvieron presentes el cardenal y patriarca de los maronitas Béchara Boutros Rai y el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, acompañados por sacerdotes, religiosos, religiosas y misioneros.
Así fue el recibimiento al Papa Francisco en el aeropuerto internacional de Lárnaca y las calles de Chipre.
Una Iglesia que persevera "sin perder entusiasmo"
Comenzó sus palabras con una mención especial a la Iglesia maronita, “que en el curso de los siglos ha atravesado muchas pruebas perseverando siempre en la fe”. También se refirió a la Iglesia latina, presente en la isla “por milenios” y “cuya fe ha crecido sin perder entusiasmo”.
A lo largo del encuentro, el Papa advirtió que “en una Europa marcada por la crisis de fe, no sirve ser impulsivos o agresivos”, sino que “es necesario volver a comenzar, afianzar el Evangelio con paciencia, sobre todo a las nuevas generaciones”.
También llamó a la Iglesia chipriota a “construir un futuro digno del hombre”, para lo que “es necesario trabajar juntos, superar las divisiones y ser todos hermanos y hermanas”.
Esperanza para un país dividido
Desde el principio, el tono de Francisco pretendió ser esperanzador para referirse a una Iglesia que se encuentra en una difícil situación.
De los 1,2 millones de habitantes de la isla, unos 850.000 son de origen grecochipriota y cristianos ortodoxos, mientras que la mayoría de los 320.000 turcochipriotas son musulmanes suníes.
Mientras, la Iglesia católica se encuentra en serias dificultades en la zona norte, ocupada por los turcochipriotas. La mayoría de católicos reside en la zona sur y conforman una iglesia que apenas tiene 50.000 fieles -13.000 de ellos maronitas- 16 parroquias, tres escuelas y una única diócesis.
Antonia Piripitsi, misionera franciscana que ha participado en el encuentro, explicó la labor educativa que realiza su congregación en las únicas tres escuelas católicas del país.
También destacó cómo, “pese a las dificultades y los peligros” de la zona ocupada por Turquía, “las hermanas nunca dejaron de estar presentes entre los pobres y hacer que las campanas de las iglesias continúen sonando”.
Sor Antonia Piripitsi, franciscana misionera del Sagrado Corazón, fue una de las hermanas que dieron la bienvenida al Papa en el encuentro. Destacó el ejemplo de entrega evangélica de las religiosas más ancianas de su congregación, que relatan "con dolor" cómo tuvieron que huir de Chipre tras la invasión turca para salvarse. "Pensaban que estarían fuera sólo una noche y volverían al día siguiente, pero esa noche dura desde hace 47 años", relató.
San Bartolomé, la receta del Papa para un país dividido
Francisco aludió a las virtudes del evangelizador del país, san Bernabé, como un elemento a tener en cuenta y ha abogado por “una Iglesia paciente que no se deje turbar por los cambios, que acoja la novedad y discierna las situaciones a la luz del Evangelio”.
“San Bernabé es el hombre de la paciencia”, afirmó. “Para estar dispuesto a entrar en la vida de personas desconocidas, para acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente y para el acompañamiento. No sofocó la fe frágil de los recién llegados”.
Se refirió a los obispos a “no cansarse de abusar de Dios en la oración” y a que los sacerdotes “sean pacientes con los fieles, nunca jueces severos”.
Antes de concluir, Francisco destacó la fraternidad como rasgo común que debe unir a la familia y a la Iglesia.
“Cuando hay una paz rigorista, no es de Dios”, afirmó. “En una familia, los hermanos y hermanas discuten” al igual que sucede en la Iglesia. “Se puede discutir sobre visiones diferentes, pero recordemos que no se discute para hacerse la guerra, sino para vivir la vitalidad del Espíritu Santo: se discute, pero seguimos siendo hermanos”, añadió.
“Ese es el camino trazado por los santos apóstoles Pablo y Bernabé. Les deseo que sean siempre una Iglesia paciente, que discierna y que integre. Que discuta, pero que permanezca unida”.
En el encuentro, el Papa Francisco agradeció a los religiosos y misioneros chipriotas la alegría y esfuerzo con que difunden el Evangelio y acogen a los necesitados que llegan de otros países.
Acoger y anunciar el Evangelio con alegría
También aprovechó para destacar el “precioso trabajo” de acogida realizado por religiosos y religiosas “de hermanos que llegan de otros lugares del mundo”.
El Papa concluyó su primer discurso en Chipre agradeciendo a los miembros de la Iglesia “la alegría con la que anuncian el Evangelio y las fatigas con las que lo sostienen y lo hacen avanzar”.
Vídeo completo del encuentro del Papa Francisco con las autoridades católicas de Chipre.
Una visita marcada por el "protocolo de la calidez"
Tras el encuentro, Francisco se trasladó al Palacio Presidencial, donde fue recibido en un encuentro privado por el presidente de la República, Nikos Anastasiadis.
El encuentro entre Francisco y el presidente de Chipre, Nikos Anastasiadis se desarrolló cordialmente, y el Papa agradeció especialmente el "protocolo de la calidez" dado en el país insular.
En el encuentro, Anastasiadis agradeció su visita como "un honor y una alegría especial" y admitió que con ella "da importancia a los países y pueblos en los que se pisotean los cánones de los derechos internacionales", a lo que Francisco respondió destacando un "protocolo de la calidez" que "llega al corazón".
Al finalizar el recibimiento Francisco obsequió al presidente con una medalla conmemorativa de su visita con los apóstoles Pablo y Bernabé.