Este miércoles, durante la audiencia celebrada a las 9:00 en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco ha proseguido su ciclo de catequesis sobre los vicios y virtudes, dando comienzo a la explicación de las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-.
En primer lugar, explicó que las cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza- "pertenecen a una sabiduría muy antigua anterior al cristianismo", pues "la honestidad ya se predicaba antes de Cristo como deber cívico, la sabiduría como norma de actuación, la valentía como ingrediente fundamental de una vida que tiende al bien y la moderación como medida necesaria para no dejarse arrollar por los excesos".
Se trata de un "patrimonio de la humanidad" que el cristianismo "no ha sustituido, sino sino enfocado, potenciado, purificado e integrado a la fe".
Unas virtudes "netamente cristianas"
Sin embargo, continuó el Papa, a la hora de plantear "el camino hacia la plenitud de la vida", el cristiano "goza de una asistencia especial del Espíritu de Jesucristo" que se concreta en tres virtudes "netamente cristianas" y que "caracterizan la vida de los cristianos, la fe, la esperanza y la caridad".
Si las cardinales conforman "el gozne de una vida buena", las teologales "se reciben y se viven en relación con Dios", subrayó antes de citar el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto: "Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Estas tres virtudes, la fe, esperanza y caridad, son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano".
Es por eso que Francisco observa "un riesgo" en las virtudes cardinales al margen de las teologales, el de "generar hombres y mujeres heroicos que hacen el bien, pero que actúan solos, aislados".
Frente a ello, "el gran don" de las virtudes teologales es "la existencia vivida en el Espíritu Santo: el cristiano nunca está solo. Hace el bien no por un esfuerzo titánico de compromiso personal, sino porque, como humilde discípulo, camina detrás del Maestro Jesús, él va delante en el camino".
Por eso, las virtudes teologales son también "el gran antídoto contra la autosuficiencia", la presuntuosidad y la arrogancia. La soberbia, dijo Francisco, es "un veneno poderoso" y "basta una gota para echar a perder toda una vida marcada por el bien. Una persona puede haber realizado innumerables obras buenas, ganado elogios y alabanzas, pero si ha hecho todo esto sólo para exaltarse a sí misma, ¿puede considerarse una persona virtuosa? No, no".
En este sentido, también mencionó que el bien no es solo "un fin", sino también "un camino" que requiere "de mucha discreción, mucha amabilidad". Y sobre todo, el bien debe "despojarse de esa presencia a veces demasiado dominante que es nuestro ego. Cuando nuestro `yo´ está en el centro se arruina todo"; subrayó el pontífice.
Como antídoto, las virtudes teologales se presentan como una gran ayuda, especialmente "en los momentos de caída", ya que "todos caemos" y "nos equivocamos, pues "la inteligencia "no siempre es lúcida, la voluntad no siempre es firme, las pasiones no siempre se gobiernan, la valentía no siempre vence al miedo".
Para concluir, el Papa llamó a "abrir el corazón al Espíritu Santo", que "reaviva en nosotros las virtudes teologales: entonces, si hemos perdido la confianza, Dios reabre la fe, si estamos desanimados, despierta en nosotros la esperanza y si nuestro corazón está endurecido, lo enternece con su amor".
Una vez más, el Papa Francisco se refirió al conflicto entre Israel y Palestina que asola Tierra Santa, llamando a que ambos sean "estados libres y con buenas relaciones". En un nuevo llamado a la paz, se refirió especialmente a otros países en guerra como Ucrania, Palestina y Myanmar. Antes de concluir, pidió a los fieles sus oraciones por la paz y reiteró que la guerra "es siempre una derrota" y denunció que aquellos que más ganan "son los fabricantes de armas".