El Papa Francisco ha recibido a una multitud de peregrinos y fieles en la audiencia de este miércoles en la Plaza de San Pedro, pero no ha podido leerles su catequesis "porque todavía estoy resfriado y no puedo leer bien", explicó a todos. Leyó en su nombre Pierluigi Giroli, sacerdote rosminiano de la Secretaría de Estado, "un ayudante mío", dijo el Pontífice. Además, sus dificultades de movilidad fueron patentes cuando no pudo subirse al papamóvil al finalizar la audiencia, por lo que hizo parte del recorrido final en silla de ruedas.
El Papa sí pronunció palabras de acogida y las palabras finales. También recibió a obispos y personalidades que se acercaron a saludarle, entre ellas Octavi Vilà Mayo, monje cisterciense recientemente designado como obispo de Gerona.
Octavi Vilà Mayo, cisterciense y nuevo obispo para Gerona, saluda al Papa Francisco tras la catequesis del miércoles.
Continúan las catequesis sobre los distintos vicios, y esta vez el texto preparado por Francisco se centraba en el pecado de la soberbia, a quien los clásicos siempre han considerado la "reina de los vicios".
Todo empezó proclamando un fragmento del Libro del Eclesiástico:
"La soberbia es odiosa al Señor y a los hombres (…)
¿De qué se ensoberbece el que es polvo y ceniza? (…)
El Señor derribó los tronos de los poderosos
y entronizó a los mansos en lugar de ellos".
¿Qué es el soberbio? "Es aquel que cree ser mucho más de lo que en realidad es; es aquel que se emociona buscando ser reconocido mayor que los demás", a los que desprecia por considerarlos inferiores. La soberbia es mucho peor que la mera vanagloria, que es por comparación sería apenas "una enfermedad infantil".
La experiencia de los monjes antiguos
"Analizando las locuras del hombre, los monjes de la antigüedad reconocían un cierto orden en la secuencia de los males: se empieza por los pecados más groseros, como la gula, y se llega a los monstruos más inquietantes. De todos los vicios, la soberbia es la gran reina. (…) Quien cede a este vicio está lejos de Dios, y la enmienda de este mal requiere tiempo y esfuerzo, más que cualquier otra batalla a la que esté llamado el cristiano".
La soberbia incluye "la absurda pretensión de ser como Dios", dijo el Papa. En el trato humano, la soberbia daña a las relaciones y envenena la fraternidad.
Además, el soberbio juzga con temeridad.
"Es un hombre que juzga desdeñosamente. Enseguida emite juicios irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e incapaces. En su arrogancia, olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca", dijo el Papa, sin ser muy exacto (por ejemplo, en Juan 7,24 Jesús sí pide juzgar, pero pidiendo "juzgad con juicio justo").
Otro problema del soberbio es que no permitirá que le hagan ni siquiera una pequeña crítica u observación. Como es imposible corregirle, al tratar al soberbio hayq ue ser paciente, sabiendo que "un día su edificio se derrumbará".
Un ejemplo de soberbia lo ve Francisco en el apóstol Pedro cuando presumía de que él siempre sería fiel: "Aunque todos te abandonen, yo no lo haré" (cf. Mt 26,33). Pero Pedro luego será humilde, llorará sus "saladas lágrimas" y transformado por Jesús podrá soportar el peso de su ministerio.
Remedios a la soberbia
El Papa destaca que "el verdadero remedio para todo acto de soberbia" es la humildad. La Virgen María es el gran ejemplo y su cántico del Magníficat trata el tema, porque dice que Dios "dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos enfermos de sus corazones".
Francisco recordó también que el apóstol Santiago escribe a una comunidad dividida por rencillas y orgullos: "Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia" (St 4,6). Y animó a aprovechar la Cuaresma para vencer la soberbia.
Ucrania, Tierra Santa y la familia Ulma, mártires
En sus palabras finales tras la catequesis, el Papa ha pedido a los fieles en italiano que recen a Dios por "el don de la paz": "Una vez más, hermanos y hermanas, renuevo mi invitación a rezar por los pueblos que sufren el horror de la guerra en Ucrania y en Tierra Santa, así como en otras partes del mundo". Con unas palabras que improvisó, añadió: "Recemos por la paz, pidamos al Señor el don de la paz".
También saludó a los peregrinos polacos, especialmente a los llegados de Podkarpacie, que vienen a conmemorar los 80 años del martirio de la familia Ulma (Jozef y Wiktoria y sus 7 hijos), asesinados por los nazis porque escondían judíos perseguidos. Fueron beatificados el pasado 10 de septiembre. En los Jardines Vaticanos se conmemorará plantando un manzano que procede de un injerto que preparó el beato Jozef Ulma, con la presencia del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos y los delegados polacos.
En el vídeo, la audiencia de la catequesis de este miércoles, con comentarios en español de Radio Vaticano: