La directora de la edición española de la revista «Il Mio Papa», Carmen Magallón, ha entrevistado al Papa Francisco acerca de los retos del mundo en esta época de pandemia por el coronavirus. VaticaNews ha difundido una síntesis de las respuestas del Pontífice.
Al final de la entrevista, en el contexto de los 500 años de la conversión de san Ignacio de Loyola, el Santo Padre expresa sus deseos de ir a Manresa, cerca de Barcelona, donde San Ignacio inició su camino de conversión. Si se cumpliera este deseo, sería su primera visita a España.
“Creo que la conversión de San Ignacio es también un reencuentro con el corazón y puede invitarnos a reflexionar en nuestra conversión personal, en pedir el don de la conversión para más amar y servir al estilo de Jesucristo”, explica.
Reflexionando sobre la crisis
“De una crisis no se sale igual. O salimos mejores o salimos peores. Y el modo en que salgamos depende de las decisiones que tomemos durante la crisis”, ha explicado el Papa a la periodista, insistiendo en ideas que ha expresado antes en audiencias y documentos recientes.
¿Cuál será el modo de vida que esta generación va a dejar a la siguiente?, plantea el Papa.
“Debemos hacernos cargo del futuro, de preparar la tierra para que otros la trabajen. Y esta es la cultura que tenemos que elaborar en la pandemia, según este gran principio que de una crisis no se sale igual. Salimos peor o mejor; pero nunca iguales”.
Acompañar en el duelo
El Papa también ha reflexionado sobre la gente que ha perdido seres queridos y ahora atraviesa un periodo de duelo extraño, a veces sin haber podido velar a sus difuntos o acompañarlos en sus últimos momentos.
“Y ¿cómo se afronta ese duelo? Solamente intentando ser cercanos (…) Es el momento del silencio, de la cercanía y de hacer lo posible para estar juntos”, advierte, aunque precisamente las medidas sanitarias frente a esta epidemia en concreto piden mantener distancias y evitar reuniones y encuentros.
El Papa alaba también a los que se han volcado en ayudar. “Los santos de la puerta de al lado son tantos”, explica el Papa refiriéndose a todas las personas que han dado su vida sirviendo a quienes los necesitan.
Estas gentes, «no se quisieron "zafar" sino que enfrentaron los problemas y buscaron soluciones prácticas a los mismos. Y Dios entiende ese lenguaje y lo hace suyo».
El descarte de pobres, ancianos y niños por nacer
Para el Pontífice, el gran desafío social actual es cómo “la cultura del descarte ha impregnado nuestra manera de relacionarnos”.
“La pandemia hizo visualizar cómo nos habíamos acostumbrado a ese clima del descarte: el descarte de los viejos, el descarte de los pobres, el descarte de los chicos, de los chicos no nacidos...”, denuncia el Papa, que pide defender cada vida humana.
“Esa cultura que nos amenaza continuamente. Vivir descartando lo que nos molesta, lo que nos sobra, lo que nos impide tener más y más. Y contra esa cultura del descarte, vivir la cultura del recibir, del acoger, de la cercanía, de la fraternidad. Hoy día más que nunca se nos pide fraternidad, ir al encuentro del otro, del más débil y vulnerable para cuidarlo, para sentirnos responsables de él o de ella, porque no tiene los mismos recursos que los demás”
La periodista recuerda al Papa su oración ante una plaza vacía en plena pandemia, el 27 de marzo. “Mi corazón estaba en todo el Pueblo de Dios que sufría, en una humanidad que tenía que soportar esta pandemia y que, por otro lado, que tuviera el coraje de caminar. Subí las escaleras rezando, recé todo el tiempo, y me fui rezando. Así viví ese 27 de marzo”, dice el Pontífice.
Audiencias sin gente, como hablar a fantasmas
Las Audiencias generales sin fieles fueron un momento difícil para el Papa: “era como estar hablando a fantasmas” y “suplí muchas de estas ausencias físicas con el teléfono y cartas. Eso me ayudó bastante a medir el pulso de cómo estaban viviendo esto las familias y comunidades”.
El Papa anima después a salir de la crisis cambiando "de paradigma económico".
“Empezar por las periferias (…) por la dignidad de las personas” y añade: “Hablé de las periferias, pero también tenemos que incluir la casa común, que es el mundo, el cuidado del universo”.
Pone el ejemplo de las posibles vacunas contra el coronavirus: “La vacuna no puede ser propiedad del país del laboratorio que la encontró o de un grupo de países que se alían para esto (…) La vacuna es patrimonio de la humanidad, de toda la humanidad, es universal; porque la salud de nuestros pueblos, como la pandemia nos enseña, es patrimonio común, pertenece al bien común… y ese debe ser el criterio”
Ayudar a los migrantes
El Papa responde también a preguntas sobre las migraciones. "El migrante sale de su patria porque busca nuevos horizontes, porque escapa por hambre o por guerra. Basta pensar en Siria…” y añade: “Si no nos hacemos cargo de los migrantes perdemos gran parte de la humanidad, de la cultura que ellos representan”.
Además, señala, "durante el período de confinamiento eran muchos migrantes quienes se exponían trabajando la tierra, manteniendo limpia la ciudad, continuando múltiples servicios. Es doloroso constatar cómo no se los reconoce y valora y se aprovecha un hecho lejano o perdido para desacreditar a tantas personas que con su trabajo sostuvieron a nuestro pueblo”.
Francisco va más lejos en su argumento al invitarnos a adentrarnos en las causas de las migraciones, en el caso del Líbano o de Siria: “son familias enteras que escapan de una guerra que no se entiende. ¿Nuestros países pueden mantenerse neutrales ante esta dolorosa situación?”
El alma de los pueblos, también los perseguidos
Como signo positivo, el Papa cree que “la humanidad es capaz de reaccionar, especialmente las periferias, si se organizan. Y la cultura de los pueblos. Me gusta pensar en el alma de los pueblos, en esa reserva espiritual que les permite siempre salir adelante”.
Pide dar esperanza a pueblos perseguidos (menciona a los yizadíes y los rohingyas): "hay que ir a esos pueblos que sufren y, mientras no se haga cargo la humanidad entera de esto, no hay esperanza. Esperanza de la periferia, de los más separados”.
Preguntado sobre su relación con las redes sociales como instrumento de evangelización, contestó: “les tenía alergia (…) Así que diviértase un poquito con este fracaso de mi alergia”. (Efectivamente, hoy las cuentas de Twitter e Instagram del Papa llegan a muchos millones, y sus vídeos en YouTube alcanzan tambien a mucha población).