Dentro de los viajes del Papa Francisco, el momento más emocionante del primer día del Papa en Irak fue su encuentro con obispos, sacerdotes y religiosos en la catedral siro-católica de Nuestra Señora de la Salvación en Bagdad.
En este lugar, recordó el cardenal Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, en un ataque terrorista que se produjo "el 31 de octubre de 2010, murieron durante la Santa Misa 48 mártires, incluyendo dos de nuestros jóvenes sacerdotes, Tha'er y Wasim, y muchos otros resultaron heridos".
La catedral siro-católica
Aunque la mayor parte de los católicos de Irak son caldeos (de rito siríaco oriental, presididos por el cardenal Sako), hay otra minoría que son los siro-católicos (rito siríaco occidental), presididos por el Patriarca Ignacio José III Yonan, quien acudió también a este encuentro.
Los católicos caldeos son unos 600.000, entre los que viven en Oriente Medio y los de la diáspora por todo el mundo. Los siro-católicos son unos 150.000 en todo el mundo, repartidos sobre todo en países de lengua árabe.
Tras el ataque terrorista de 2010, la catedral fue reconstruida. Los fallecidos se encuentran en proceso de beatificación, por la vía del martirio. Un monumento les recuerda y los dos sacerdotes fallecidos están enterrados en su cripta.
El Papa habló de estos mártires: "Que el recuerdo de su sacrificio nos inspire para renovar nuestra confianza en la fuerza de la Cruz y de su mensaje salvífico de perdón, reconciliación y resurrección", dijo.
El Papa habló de un virus distinto al covid-19: el virus del desaliento. "El Señor nos ha dado una vacuna eficaz contra este terrible virus, que es la esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado. Con esta vacuna podemos seguir adelante con energía siempre nueva, para compartir la alegría del Evangelio”.
Anunciar a Cristo con testimonio y alegría
Exhortó a los presentes a "no olvidar que Cristo se anuncia sobre todo con el testimonio de vidas transformadas por la alegría del Evangelio".
El Papa agradeció el "celo apostólico" de los católicos iraquíes. “Las dificultades forman parte de la experiencia cotidiana de los fieles iraquíes. En las últimas décadas, ustedes y sus conciudadanos han tenido que afrontar las consecuencias de la guerra y las persecuciones, la fragilidad de las infraestructuras básicas y la lucha constante por la seguridad económica y personal, que a menudo ha llevado a desplazamientos internos y a la migración de muchas personas, entre ellas muchos cristianos, hacia otras partes del mundo", recordó.
El Papa agradeció a los obispos y sacerdotes "haber permanecido cercanos a su pueblo, sosteniéndolo, esforzándose por satisfacer las necesidades del gente y ayudando a cada uno a cumplir su función al servicio del bien común. El apostolado educativo y caritativo de sus Iglesias particulares constituye un recurso precioso para la vida tanto de la comunidad eclesial como de la sociedad en su conjunto".
La diversidad de Iglesias: hilos que han de trenzarse juntos
El Papa sabe que los católicos de lengua árabe están organizados en distintas iglesias, ritos y tradiciones. Por eso pidió a los clérigos "dejar de lado todo tipo de egocentrismo y rivalidad".
Siendo una parroquia de tradición antioquena, quiso citar la carta a los magnesios de San Ignacio de Antioquía, mártir del siglo I-II: “Que nada haya entre ustedes que pueda dividirlos, [...] sino que, reunidos en común, haya una sola oración, un solo espíritu, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría".
Sobre esta diversidad, dijo que “las diferentes Iglesias presentes en Iraq, cada una con su ancestral patrimonio histórico, litúrgico y espiritual, son como muchos hilos particulares de colores que, trenzados juntos, componen una alfombra única y bellísima, que no sólo atestigua nuestra fraternidad, sino que remite también a su fuente. Porque Dios mismo es el artista que ha ideado esta alfombra, que la teje con paciencia y la remienda con cuidado, queriendo que estemos entre nosotros siempre bien unidos, como sus hijos e hijas”.
El Papa habló de su viaje a Ur del sábado. "En Ur, encontraré a los líderes de las tradiciones religiosas presentes en este país, para proclamar una vez más nuestra convicción de que la religión debe servir a la causa de la paz y la unidad entre todos los hijos de Dios. Esta tarde quiero agradecerles su compromiso de ser constructores de paz, en el seno de sus comunidades y con los creyentes de otras tradiciones religiosas, sembrando semillas de reconciliación y convivencia fraterna que puedan llevar a un renacimiento de la esperanza para todos".
La riqueza de tener jóvenes con esperanza
Habló también sobre los jóvenes, "portadores de promesa y esperanza, y sobre todo en este país. De hecho, aquí no solo hay un patrimonio arqueológico inestimable, sino también una riqueza incalculable para el porvenir: ¡son los jóvenes! Son el tesoro que ustedes tienen y hay que cuidarlos, alimentando sus sueños, acompañándolos en el camino y reforzando su esperanza. Aunque jóvenes, sin duda su paciencia ya ha sido puesta duramente a prueba por los conflictos de los últimos años".
Pidió tratar a los jóvenes como a un árbol, "nos toca a nosotros cultivarlos para el bien y regarlos con la esperanza”.
Por último, volviendo a recordar a los mártires del lugar, afirmó que su muerte "nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas".
Libro de honor, y jóvenes en nunciatura
Tras finalizar su discurso, el Santo Padre firmó el Libro de Honor de la Catedral sirio-católica de Bagdad con el siguiente mensaje: "Penitente y peregrino de la fe y de la paz en Iraq pido que, por intercesión de la Virgen María, Dios conceda a este pueblo la fuerza para reconstruir el país unidos en la fraternidad".
Después se retiró a descanasar a la Nunciatura Apostólica, pero allí aún recibió a algunos jóvenes que participan en los programas de la Fundación Scholas Ocurrentes en Bagdad. Los jóvenes procedían de diferentes confesiones religiosas presentes en el país y estaban acompañados por el coordinador de la Fundación para Italia, Mario Del Verme. Cada uno de ellos compartió con Francisco "lo que sueña para su futuro". El Santo Padre los invitó a no perder la esperanza y a "buscar las estrellas" que pueden guiarles en su camino. La reunión terminó poco después de las 18:30 horas, hora local.