"Ayer Ucrania conmemoró el aniversario del Holodomor, la terrible carestía provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas. La imagen es dolorosa. Que la herida del pasado sea un llamado a todos para que tales tragedias no se repitan nunca más. Oremos por aquel querido país y por la tan deseada paz": fueron las palabras con las que, tras el rezo del Ángelus, Francisco recordó este domingo en la Plaza de San Pedro la hambruna decretada en 1932 por Stalin para exterminar al pueblo ucraniano, católico y resistente a la invasión comunista.
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Previamente, el Papa comentó la festividad del día, Cristo Rey, recordando que la historia humana camina "hacia una meta final: la manifestación definitiva de Cristo, Señor de la Historia y de toda la creación”.
El Evangelio del día recuerda la proclamación de esa realeza en el contexto de la "situación humillante en la que se encontraba Jesús después de haber sido arrestado en Getsemaní: atado, insultado, acusado y llevado ante las autoridades de Jerusalén".
Pero el Reino que proclama el Hijo de Dios "ciertamente no se realiza con la revuelta, la violencia y el poder de las armas", porque quiere que comprendamos "que por encima del poder político hay otro mucho mayor, que no se consigue con medios humanos”: "Él vino a la tierra para ejercer este poder, que es el amor, dando testimonio de la verdad. Se trata de la verdad divina que, en definitiva, es el mensaje esencial del Evangelio: ‘Dios es amor’ y quiere establecer en el mundo su reino de amor, justicia y paz. Este es el reino del cual Jesús es el rey, y que se extiende hasta el fin de los tiempos".
Cristo, pues, es rey, pero "un rey que con su palabra, su ejemplo y su vida inmolada en la cruz nos ha salvado de la muerte, indica el camino al hombre perdido, da nueva luz a nuestra existencia marcada por la duda, el miedo y las pruebas cotidianas... Él podrá dar un nuevo sentido a nuestra vida, a veces puesta a dura prueba también por nuestros errores y pecados, sólo con la condición de que no sigamos la lógica del mundo y de sus ‘reyes’", concluyó Francisco.