Un nuevo domingo, el Papa Francisco ha rezado el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Vaticano antes de comentar el Evangelio del día que narra cómo, mientras está en camino con sus discípulos, Jesús dice: "He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!".
Todo el comentario de Francisco a este pasaje ha girado en torno al fuego del que habla Jesús y que para el Papa no tiene otro significado que el mismo Evangelio y la transformación que hace del mundo.
"El Evangelio no deja las cosas como están; cuando pasa el Evangelio, y es escuchado y acogido, las cosas no se quedan como están. Incita al cambio e invita a la conversión. No concede una falsa paz intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa a abrirnos a Dios y a los hermanos", mencionó.
Para Francisco, el Evangelio "es exactamente como el fuego", ya que "mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida y consumir los falsos ídolos que nos hacen esclavos".
Jesús es el paradigma, cuando "siguiendo las huellas de los profetas, inflamado por el fuego del amor de Dios y para hacerlo arder en el mundo, se entrega Él mismo el primero, amando hasta el extremo, hasta la muerte de cruz", añadió Francisco.
Nueva analogía del fuego es como el mismo Cristo "está lleno del Espíritu Santo y con su luz y poder revela el rostro de Dios y da plenitud a los que se consideran perdidos, derriba las marginaciones, cura heridas del cuerpo y del alma, renueva una religiosidad reducida a prácticas externas".
En este sentido, Francisco llamó la atención de los fieles sobre el significado de esa palabra de Jesús en la vida diaria y que tiene un llamado a la coherencia cristiana, pues "invita a reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria o en un medio de bienestar individual, que nos lleve a eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad".
Citando al teólogo Henri de Lubac, añadió a su catequesis que la fe en Dios "nos tranquiliza pero no para procurarnos ilusión paralizante o satisfacción dichosa, sino para permitirnos actuar. La fe no es una canción de cuna que nos adormece. Es un fuego, un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche".
Tras el rezo del Ángelus, el Papa dedicó unas palabras de cercanía a los afectados por la grave crisis humanitaria que afecta a Somalia y algunas zonas de países vecinos, actualmente en peligro mortal a causa de la sequía. En este sentido también hizo un llamado urgente a la solidaridad internacional para responder esta emergencia.
Se acordó por último, junto con otros peregrinos, de los que acudieron este 14 de agosto al gran Santuario de Cracovia para celebrar el 20 aniversario desde que Juan Pablo II consagró el mundo a la Divina Misericordia, pidiendo nuevamente por "el pueblo ucraniano".