El Espíritu Santo como "motor de la evangelización" ha sido el centro de la catequesis pronunciada por el Papa Francisco en su audiencia del miércoles de ceniza. Retomando su programa referido a la "pasión evangelizadora", Francisco comenzó expresando que esta no se trata de "adoctrinar" o de "hacer prosélitos", sino "discípulos". Se trata, añadió, de "dar a todos la oportunidad de entrar en contacto con Jesús, de conocerlo y amarlo libremente".
Acto seguido, Francisco expresó que la acción del Espíritu Santo comienza en el mismo momento en que Jesús envía a sus discípulos a bautizar "a todas las gentes". En ese momento, "Jesús les comunica el Espíritu Santo, porque solo a través de Él se puede recibir la misión de Cristo y llevarla a cabo".
Otro rasgo de esta "palabra del Espíritu" es que debe ser transformadora y llevar a "cambiar el mundo" mediante el anuncio del Evangelio. Algo que "se realiza solo con la fuerza del Espíritu, que precede a los misioneros y prepara los corazones. Él es el motor de la evangelización".
Al margen de un "compromiso entre tradición e innovación"
En este sentido, Francisco recuperó el planteamiento de los primeros tiempos de la Iglesia sobre cómo comportarse con los paganos que llegaban a la fe y la exigencia que había que mostrarles respecto al cumplimiento de la ley y los preceptos.
"Se podría haber buscado un buen compromiso entre tradición e innovación: se respetan unas normas y se omiten otras. Pero los Apóstoles no siguen esta sabiduría humana de buscar un equilibrio diplomático entre una y otra, no siguen esto, sino que se adaptan a la obra del Espíritu, que se les había anticipado, descendiendo sobre los paganos como sobre ellos", explicó.
En este sentido, mencionó que "también hoy", toda tradición "debe ser evaluada en la medida en que favorezca el anuncio de Cristo".
"Toda tradición religiosa es útil si facilita el encuentro con Jesús. Podríamos decir que la decisión histórica del primer Concilio estaba motivada por un principio, el principio del anuncio: todo en la Iglesia debe conformarse a las exigencias del anuncio del Evangelio; no a las opiniones de conservadores o progresistas, sino a que Jesús llegue a la vida de las personas", añadió.
A lo largo de la catequesis, Francisco animó a los fieles y a la propia Iglesia a invocarle con frecuencia, corriendo el riesgo, de no hacerlo, de "encerrarse en sí misma, en debates estériles y agotadores, en polarizaciones fatigosas, mientras se apaga la llama de la misión": "Es muy triste ver a la Iglesia como si fuera un parlamento".
"El Evangelio no es una ideología"
Antes de concluir, advirtió de que el Evangelio "no es una ideología", sino "un anuncio que te hace cambiar de corazón".
Por eso, el hecho de refugiarse en una idea o ideología supone hacer del Evangelio "un partido político, una ideología o un club de personas". Algo alejado a la concepción cristiana del mismo, que se reduce a la adquisición de la "libertad del Espíritu que actúa".
Francisco enfatizó cómo el Espíritu Santo "da vida" e "ilumina siempre el camino de la Iglesia", aportando "claridad" y ayudando a "distinguir y discernir" e invitó a "invocarlo a menudo, también hoy, al comienzo de la Cuaresma".
"Oremos a menudo al Espíritu, invoquémosle, pidámosle cada día que encienda su luz en nosotros. Hagámoslo antes de cada reunión, para convertirnos en apóstoles de Jesús con las personas que encontremos. No apaguemos el Espíritu en las comunidades cristianas y también dentro de cada uno de nosotros", concluyó.
Cerca de un "triste aniversario"
Tras la catequesis Francisco pronunció unas palabras sobre la guerra de Rusia y Ucrania, cerca de cumplir un año desde su estallido. Un "triste aniversario" qu debe llevar a permanecer "cerca del martirizado pueblo ucraniano que sigue sufriendo".
También hizo un llamamiento a "quienes tienen autoridad sobre las naciones, para que se comprometan concretamente a poner fin al conflicto, alcanzar un alto el fuego e iniciar negociaciones de paz".
Se refirió, por último, al comienzo de la Cuaresma.
"Que el camino cuaresmal nos conduzca a la alegría de la Pascua con los corazones purificados y renovados por la gracia del Espíritu Santo", a quien pedimos "que nos inspire los caminos y los medios para ser testigos del consuelo de Dios y artífices comprometidos en la reconciliación para favorecer la paz. Que nos ilumine y nos ayude a testimoniar la primacía de Dios en nuestras vidas, que nos ama y nos consuela, superando toda desolación", concluyó.