El Papa Francisco ha recibido este sábado una delegación de la Asociación Europea de Padres, una gran plataforma internacional europea, no religiosa, que busca, según sus estatutos, "ayudar y empoderar a los padres para mejorar la educación de todos los niños en Europa, independientemente de su nacionalidad, país de origen, país de residencia, religión, género, orientación sexual y trasfondo socioeconómico".
La Iglesia Católica, basándose en el cuarto mandamiento ("honrarás a tu padre y a tu madre"), siempre ha defendido el derecho natural de los padres a educar a sus hijos, derecho que va antes del papel del Estado y otras instancias, que deberían ser colaboradoras de los padres.
En su alocución, el Papa Francisco ha señalado: "Es necesario proteger el derecho de los padres a criar y educar a sus hijos con libertad, sin que se les obligue en ningún ámbito, especialmente en el escolar, a tener que aceptar programas educativos reñidos con sus creencias y valores.Y ese es un reto muy grande en estos momentos".
El Pontífice reconoció que el contexto actual en Europa está "marcado por el subjetivismo ético y el materialismo práctico". Y añadió: "La dignidad de la persona humana se afirma siempre, pero a veces no se respeta realmente. Los padres pronto se dan cuenta de que sus hijos están inmersos en esta atmósfera cultural. Lo que "respiran", lo que absorben de los medios de comunicación, está a menudo en contradicción con lo que se consideraba "normal" hace apenas unas décadas, pero que ahora parece que ya no lo es".
El valor del matrimonio y la familia: mostrar que es bueno y racional
Por eso, señaló el Papa, "los padres se ven obligados a mostrar cada día a sus hijos la bondad y la racionalidad de opciones y valores que ya no pueden darse por sentados, como el valor mismo del matrimonio y de la familia, o la opción de acoger a los hijos como un don de Dios. Y esto no es fácil, porque se trata de realidades que sólo pueden transmitirse a través del testimonio de vida".
Ante estas dificultades que pueden ser "desalentadoras", los padres deben "apoyarse mutuamente" y encender la "pasión por la educación".
"La cultura ha cambiado, pero las necesidades del corazón, del corazón humano conservan un núcleo inmutable que tarde o temprano aflora también en los niños. Debemos partir siempre de ahí. Dios mismo ha inscrito en nuestra naturaleza las exigencias irreprimibles del amor, de la verdad, de la belleza, de la relacionalidad y de la entrega, de la apertura al tú del otro y de la apertura al Tú trascendente. Estas necesidades del corazón son poderosas aliadas de todo educador. Sacándolas a la luz, aprendiendo a escucharlas, tampoco nuestros hijos tendrán dificultad en ver lo bueno, el valor de las propuestas educativas de sus padres", añadió.
El reto de educar
El Papa remarcó también que educar a un hijo "es una verdadera obra social, porque significa formarlo en la relacionalidad, en el respeto al otro, en la cooperación con vistas a un objetivo común, formarlo en la responsabilidad, en el sentido del deber, en el valor del sacrificio por el bien común".
En cambio, si los niños "crecen como islas" son incapaces de "una visión común". Están "acostumbrados a considerar sus propios deseos como valores absolutos". Son niños "caprichosos" y la sociedad "se deconstruye, se empobrece y se hace más débil e inhumana".
Y animó a los padres a afrontar el reto de educar, que incluye:
- "cuidar con cariño a nuestros hijos y al mismo tiempo estimularles para que maduren y sean autónomos";
- "ayudarles a adquirir hábitos saludables y buenos estilos de vida, respetando su personalidad y sus dones, sin imponerles nuestras expectativas";
- "ayudarles a afrontar con serenidad su escolarización";
- "transmitirles una formación positiva en afectividad y sexualidad";
- "defenderles de amenazas como el acoso escolar, el alcohol, el tabaco, la pornografía, los videojuegos violentos, el juego, las drogas, etc".
¿Cuándo se considera éxito?
El Pontífice, por último, quiso responder a la pregunta "¿cuándo se puede considerar exitosa la tarea educativa de los padres?"
Su respuesta: "Cuando los hijos descubren la positividad fundamental de su existencia, de su ser en el mundo, y cuando, fuertes en esta convicción, afrontan la aventura de la vida con confianza y valentía, convencidos de que también ellos tienen una misión que cumplir, una misión en la que encontrarán su realización".
Pero eso, dijo el Papa, presupone "un descubrimiento fundamental: el del "gran amor de Dios por nosotros". "Quien descubre que en la raíz de su propio ser está el amor incondicional de Dios Padre -dijo Francisco- reconoce también que la vida es buena, que nacer es bueno y que amar es bueno. Dios mismo me ha hecho un don bueno y yo mismo soy un don para mis seres queridos y para el mundo, y todos pueden decir esto. Esta certeza ayuda a no vivir movidos sólo por una tendencia degradante "a salvarme yo", en la preocupación constante de preservarme, de no implicarme demasiado, de no ensuciarme las manos".