El Papa Francisco se ha ofrecido a ir a Moscú para intentar detener la guerra. Así lo ha afirmado en una entrevista con Luciano Fontana que publica este martes el diario Corriere della Sera, donde el conflicto en Ucrania centra gran parte de la preocupación del Pontífice.
De este modo, Francisco asegura: “el primer día de la guerra llamé por teléfono al presidente ucraniano Zelenski. A Putin en cambio no lo llamé. En diciembre había hablado con él para mi cumpleaños, pero esta vez no, no llamé. Quise hacer un gesto claro que todo el mundo pudiera ver y por eso me dirigí al embajador ruso. Les pedí que me explicaran, les dije que por favor se detuvieran”.
Sin embargo, desvela que tras veinte días de guerra pidió al cardenal Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, “que hiciera llegar un mensaje a Putin de que estaba dispuesto a ir a Moscú. Por supuesto, era necesario que el líder del Kremlin concediera algunas ventanillas. Todavía no hemos recibido respuesta y seguimos insistiendo, aunque me temo que Putin no pueda ni quiera realizar este encuentro en este momento. Pero, ¿cómo es posible que no se detenga esta brutalidad? Hace veinticinco años, con Ruanda, vivimos la misma experiencia”.
Primero Moscú, y luego Kiev
Sorprende que el Papa quiera ir a Moscú cuando lo que parecía más factible era una visita a Kiev, algo que estaba incluso encima de la mesa. En la entrevista lo explica así: “por ahora no voy a Kiev. He enviado al cardenal Michael Czerny, (prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral) y al cardenal Konrad Krajewski, (limosnero del Papa), que fue allí por cuarta vez. Pero siento que no debo ir. Tengo que ir a Moscú primero, tengo que encontrarme con Putin primero. Pero yo también soy un sacerdote, ¿qué puedo hacer? Hago lo que puedo. Si Putin abriera la puerta...”.
En un país mayoritariamente ortodoxo y con tan sólo una pequeña minoría católica, la pregunta es si el patriarca ortodoxo ruso Kirill pudiera ser la persona clave para convencer a Putin de que cese el ataque contra Ucrania.
Sin embargo, el Papa lo tiene claro y su respuesta a día de hoy es que el patriarca de Moscú no puede desempeñar ese papel. “Hablé con Kirill durante 40 minutos a través del zoom. Durante los primeros veinte minutos me leyó todas las justificaciones de la guerra. Escuché y dije: ‘no entiendo nada de esto. Hermano, no somos clérigos del Estado, no podemos usar el lenguaje de la política, sino el de Jesús. Somos pastores del mismo santo pueblo de Dios. Por eso debemos buscar caminos de paz, hacer cesar el fuego de las armas’. El Patriarca no puede transformarse en el monaguillo de Putin. Tenía programado un encuentro con él en Jerusalén el 14 de junio. Habría sido nuestro segundo encuentro cara a cara, nada que ver con la guerra. Pero ahora también él está de acuerdo: dejémoslo, podría ser una señal ambigua”, explica claramente el Santo Padre.
El desánimo del Papa
El Papa se muestra desolado con la guerra y siempre ha criticado la carrera armamentística. Pero la realidad es que Rusia sigue su ofensiva y Ucrania se defiende en gran medida gracias al armamento que está recibiendo de otros países.
“No sé responder a la pregunta de si es correcto abastecer a los ucranianos, lo que está claro es que en esa tierra se están probando las armas. Los rusos saben ahora que los tanques son poco útiles y están pensando en otras cosas. Las guerras se libran por eso: para probar las armas que hemos fabricado. Así ocurrió en la guerra civil española antes de la Segunda Guerra Mundial. El comercio de armas es un escándalo y pocos lo combaten. Hace dos o tres años, un barco llegó a Génova cargado de armas que iban a ser transferidas a un gran carguero para su transporte a Yemen. Los trabajadores del puerto no quisieron hacerlo. Dijeron que pensaban en los niños de Yemen. Es algo pequeño, pero es un bonito gesto. Debería haber muchos como este”, afirma el Pontífice.
Desde hace años Francisco ha venido alertando de una “guerra mundial en pedazos” y ahora parece más visible que nunca. En la entrevista en el Corriere indica que su “alarma no fue un mérito, sino sólo la constatación de las cosas: Siria, Yemen, Iraq, en África una guerra tras otra. En cada pedacito hay intereses internacionales. No se puede pensar que un estado libre pueda hacer la guerra a otro estado libre. En Ucrania parece que fueron los otros los que crearon el conflicto. Lo único que se imputa a los ucranianos es que reaccionaron en el Donbás, pero estamos hablando de diez años atrás. Ese argumento es viejo”.
El pesimismo del Papa es palpable. Él mismo cree que “no hay suficiente voluntad de paz, la guerra es terrible y debemos gritarlo (...) Cuando me reuní con Orban me dijo que los rusos tienen un plan, que el 9 de mayo todo terminará. Espero que sea así, para que se pueda entender también la velocidad de la escalada de estos días. Porque ahora no es solo el Donbás, es Crimea, es Odessa, es quitarle a Ucrania el puerto del Mar Negro, es todo. Soy pesimista, pero debemos hacer todos los gestos posibles para detener la guerra”.
Por último, y ya sobre su estado de salud, especialmente de su rodilla, el Papa informa: “tengo un ligamento roto, se me va a intervenir con infiltraciones y se verá, estoy así desde hace tiempo, no puedo caminar. En el pasado, los papas solían ir con la silla gestatoria. Hace falta también un poco de dolor, de humillación...”.