El Papa ha dejado claro en la homilía que ha pronunciado este jueves en la Casa Santa Marta que “si no amas a tu hermano no puedes amar a Dios”, pues el que dice que ama a Dios pero no a su hermano es un mentiroso.
Para ello, Francisco habló de la contraposición que hay entre el “espíritu del mundo” y el “espíritu de Dios”. El primero –explicó- es “el espíritu de la vanidad, de las cosas que no tienen fuerza, que no tienen fundamento y caerán”, que engaña porque “es hijo del padre de la mentira”.
En la primera lectura de la misa del día, San Juan afirma que “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”. Reflexionando sobre esta cita, Francisco preguntó que “si tú no eres capaz de amar algo que ves, ¿cómo vas a amar lo que no ves? Es una fantasía”.
El espíritu de división
En opinión del Papa, el camino del Espíritu de Dios “no sirve para las fantasías”. Son embargo, añadió que “el espíritu del mundo es un espíritu de división, y cuando se introduce en la familia, en la comunidad, en la sociedad, siempre genera división, siempre”.
Una vez que se ha introducido esa división, explicó el Papa, “crecen las divisiones y surge el odio y la guerra. El Apóstol Juan dice: ‘Si uno dice que ama a Dios pero odia a su hermano, es un mentiroso’, es decir, un hijo del espíritu del mundo, que es pura mentira, pura apariencia”.
“Esta es algo sobre lo cual nos hará bien reflexionar: ¿yo amo a Dios? Pero vayamos a la clave de la cuestión y veamos cómo tú amas a tu hermano”, añadió.
Las tres señales
¿Cómo saber que una persona no ama a su hermano? El Papa citó tres señales concretas. La primera requiere preguntarse: “¿rezo por las personas? Por todas, de forma concreta, por aquellas que me son simpáticas y también aquellas que me son antipáticas, por aquellas de los que soy amigo y por aquellos que no soy amigo”.
La segunda señal es cuando en el interior de la persona hay “sentimientos de celos, de envidia, y me viene la necesidad de desear el mal. Es una señal de que no amas. Párate ahí. No dejes crecer esos sentimientos: son peligrosos. No los dejes crecer”.
Por último, “la señal más cotidiana de que no amo al prójimo y, por lo tanto, de que no puedo amar a Dios, es la habladuría. Metámoslo en el corazón y en la cabeza, claramente: si difundo habladurías, no amo a Dios, porque con las habladurías estoy destruyendo a esa persona”.
Por ello, insistió en que “las habladurías son como los caramelos de miel: tomo uno, y otro, y otro, y luego el estómago se estropea con tantos caramelos… Porque es bello, es ‘dulce’ hablar de los demás, parece algo bueno, pero destruye. Y eso es señal de que no amas”.
Ese espíritu del mundo, aseguró el Papa Francisco, “se vence con el espíritu de la fe: creer que Dios está en mi hermano, en mi hermana. La victoria que ha vencido el mundo es nuestra fe. Únicamente con mucha fe se puede avanzar en este camino, no con pensamientos humanos de buen sentido…, no, no: no sirve. Ayudan, pero no sirven para esta lucha”.
“Únicamente la fe nos da la fuerza para no difundir habladurías, para rezar por todos, también por los enemigos, y no dejar crecer los sentimientos de celos y envidia. El Señor, con este fragmento de la Primera Carta de San Juan Apóstol, nos pide concreción en el amor”, agregó.