Este miércoles, durante su audiencia general retransmitida desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa Francisco ha tomado su viaje a Irak -quizá el más memorable de los viajes del Papa Francisco- como hilo conductor de sus reflexiones sobre la guerra, que daña a la humanidad, y el reto de lograr construir caminos de paz en todo el mundo mediante la fraternidad, así como la relación entre islam y cristianismo.
Ya Juan Pablo II quisó ir al país de Abrahán
El Papa Francisco recordó que el Papa San Juan Pablo II ya había planeado acudir a Irak y a Ur, la patria de Abrahán, para el Jubileo del Año 2000, pero las circunstancias de violencia lo impidieron. Francisco se siente agradecido por haber podido acudir, y da gracias a Dios y a todos los implicados en el viaje, incluyendo "el Gran Ayatolá Al-Sistani, con quien tuve un encuentro inolvidable en su casa en Nayaf". Se refiere al líder moral de los iraquíes chiitas, que son un poco más de la mitad de la población.
El sentido de la cruz
“No podía acercarme a ese pueblo atormentado, a esa Iglesia mártir, sin tomar sobre mí, en nombre de la Iglesia católica, la cruz que ellos llevan desde hace años; una cruz grande, como esa colocada en la entrada de Qaraqosh”, explica el Papa.
"Lo sentí de forma particular viendo las heridas todavía abiertas de las destrucciones, y más todavía encontrando y escuchando a los testigos supervivientes de la violencia, la persecución, el exilio… Y al mismo tiempo vi en torno a mí la alegría de acoger al mensajero de Cristo; vi la esperanza de abrirse a un horizonte de paz y de fraternidad, resumido en las palabras de Jesús [en Mateo 23,8] que eran el lema de la visita: «Vosotros sois todos hermanos»".
"Encontré esta esperanza en el discurso del presidente de la República, la encontré en muchos saludos y testimonios, en los cantos y en los gestos de la gente. La leí en los rostros luminosos de los jóvenes y en los ojos vivaces de los ancianos. La gente llevaba cinco horas esperando al Papa, de pie, incluso mujeres con niños en brazos: esperaban y en sus ojos había esperanza".
"¿Quién vende las armas a los terroristas?"
El Papa señaló que la guerra es fuente de destrucción incluso en civilizaciones llenas de historia. "Mesopotamia es cuna de civilización; Bagdad ha sido en la historia una ciudad de importancia primordial, que albergó durante siglos la biblioteca más rica del mundo. ¿Y qué la destruyó? La guerra. La guerra siempre es el monstruo que, con el cambio de épocas, se transforma y continúa devorando a la humanidad. Pero la respuesta a la guerra no es otra guerra, la respuesta a las armas no son otras armas", comentó el Pontífice.
"Y me pregunté: ¿quién vendía las armas a los terroristas? ¿Quién vende ahora armas a los terroristas que están llevando a cabo masacres en otros lugares, en África por ejemplo? Esta es una pregunta que me gustaría que alguien respondiera".
La respuesta es la fraternidad
El Papa añade que la respuesta a los problemas de los hombres no debe ser la guerra, sino la fraternidad.
"¿Seremos capaces de hacer que haya fraternidad entre nosotros, de hacer una cultura de hermanos? ¿O seguiremos con la lógica iniciada por Caín, la guerra?", propone el Papa.
"Por esto nos hemos encontrado y hemos rezado, cristianos y musulmanes, con representantes de otras religiones, en Ur, donde Abrahán recibió la llamada de Dios hace unos cuatro mil años. Abrahán es padre en la fe porque escuchó la voz de Dios que le prometía una descendencia, dejó todo y partió. Dios es fiel a sus promesas y todavía hoy guía nuestros pasos de paz, guía los pasos de quien camina en la Tierra con la mirada dirigida al Cielo. Y en Ur, estando juntos bajo ese cielo luminoso, el mismo cielo en el cual nuestro padre Abrahán nos vio a nosotros, su descendencia, nos pareció que resonaba todavía en los corazones esa frase: Vosotros sois todos hermanos".
Momentos clave y sus mensajes
El Papa recuerda otros momentos del viaje:
- la catedral siro católica de Bagdad, donde fueron asesinados 48 personas, hoy en proceso de beatificación como mártires
- el mensaje lanzado desde Mosul y Qaraqosh, donde Daesh estableció su cruel poder
- las celebraciones eucarísticas en rito caldeo en Bagdad y la de Erbil, en el Kurdistán iraquí
"La Iglesia en Irak es una Iglesia mártir y en ese templo, que lleva inscrito en la piedra el recuerdo de esos mártires, resonó la alegría del encuentro: mi asombro de estar en medio de ellos se fusionaba con su alegría de tener al Papa con ellos. Lanzamos un mensaje de fraternidad desde Mosul y desde Qaraqosh, sobre el río Tigris, en las ruinas de la antigua Nínive. La ocupación del Isis causó la fuga de miles y miles de habitantes, entre los cuales muchos cristianos de diferentes confesiones y otras minorías perseguidas, especialmente los yazidíes. Se ha arruinado la antigua identidad de estas ciudades. Ahora se está tratando de reconstruir con mucho esfuerzo; los musulmanes invitan a los cristianos a volver, y juntos restauran iglesias y mezquitas: la fraternidad está allí".
El papa finalizó animando a orar "por estos hermanos y hermanas nuestros tan probados, para que tengan fuerza de volver a comenzar. Y pensando en tantos iraquíes emigrados quisiera decirles: habéis dejado todo, como Abrahán: como él, custodiad la fe y la esperanza, y sed creadores de amistad allá donde estéis, y si pueden, regresen".