Francisco confirmó este domingo que viajará a Budapest (Hungría) el 12 de septiembre, donde acudiará exclusivamente para la clausura del 52º Congreso Eucarístico Internacional.
Y anunció que los tres días siguientes, hasta el 15 de septiembre, hará una visita apostólica a Eslovaquia, donde visitará las ciudades de Bratislava, Presov, Kosice y Sastin.
Así lo dijo el Papa tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro. En sus palabras iniciales, el pontífice pidió a los cristianos que no pierdan la capacidad de asombrarse ante la Encarnación de Dios, pues “sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada que lentamente se apaga”.
Los fieles eslovacos en la Plaza de San Pedro saludaron con una ovación el anuncio del viaje apostólico del Papa a su país.
El pasaje evangélico del día comentado por el Papa hacía referencia precisamente a la incredulidad de los paisanos de Jesús ante sus primeras apariciones públicas, pues tenían de Él una idea preconcebida en la que no encajaba su papel mesiánico: “Lo conocen desde hace treinta años y piensan que lo saben todo. En realidad, no se han dado nunca cuenta de quién es realmente. Se detienen en la exterioridad y rechazan la novedad de Jesús”.
También nosotros, “cuando o hacemos que prevalezcan la comodidad de la costumbre y la dictadura de los prejuicios" impedimos algo tan necesario como "dejarse sorprender" por Dios.
"Pensamos que conocemos a Jesús", continuó el Papa, "que sabemos ya mucho sobre Él y que nos basta con repetir las cosas de siempre. Pero sin apertura a la novedad y a las sorpresas de Dios, sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada que lentamente se apaga”.
El escándalo de la Encarnación
Para los contemporáneos de Jesús, el escándalo era la Encarnación, ver a Dios convertido en uno de nosotros: "Es escandaloso que la inmensidad de Dios se revele en la pequeñez de nuestra carne, que el Hijo de Dios sea el hijo del carpintero, que la divinidad se esconda en la humanidad, que Dios habite en el rostro, en las palabras, en los gestos de un simple hombre”.
La Encarnación escandaliza porque, en el fondo, "es más cómodo un dios abstracto y distante, que no se entromete en las situaciones y que acepta una fe lejana de la vida, de los problemas, de la sociedad. O un dios ‘de efectos especiales’, que hace solo cosas excepcionales y da siempre grandes emociones. Sin embargo, Dios se ha encarnado: humilde, tierno, escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana".
Si no mantenemos una apertura a las "sorpresas de Dios", concluyó el Papa, corremos el riesgo, "como los paisanos de Jesús, de que, cuando pase, no lo reconozcamos, es más, nos escandalicemos de Él”.