El Papa se reunió este jueves con el clero de Roma en la basílica de San Juan de Letrán donde participó en la tradicional liturgia penitencial por el inicio de la Cuaresma, momento en el cual está con el clero de la que es obispo.
En primer lugar, los sacerdotes se confesaron e incluso Francisco confesó a varios de ellos. Y después el Papa pronunció un discurso ante los cientos de sacerdotes diocesanos romanos. “Esta Liturgia del perdón de Dios es buena para nosotros, ¡es buena para mí también! - y siento una gran paz en mi corazón, ahora que cada uno ha recibido la misericordia de Dios y al mismo tiempo la ha dado a otros, a sus hermanos. Vivamos este momento como lo que realmente es, como una gracia extraordinaria, un milagro permanente de ternura divina, en el que una vez más la Reconciliación de Dios, hermana del Bautismo, nos conmueve, nos lava con lágrimas, nos regenera, nos restaura a nuestra belleza original”, les dijo Francisco.
El pecado del espejo
En su intervención, Francisco alertó de que los sacerdotes caigan en la tentación de la autosuficiencia y la autosatisfacción "como si fuéramos el Pueblo de Dios por iniciativa propia o gracias a nosotros mismos. Esta reflexión nuestra es muy fea y siempre nos hará daño, ya sea la autosuficiencia en el hacer o el pecado del espejo, la autosatisfacción: "Qué bello soy, qué bueno soy....".
No olvidó que hay momentos en los que los sacerdotes pueden vivir una especie de “desolación espiritual” y recordó como Dios transforma: “una paciente obra de reconciliación, como él la llama, una sabia pedagogía en la que amenaza y consuela, nos hace conscientes de las consecuencias del mal hecho y decide olvidar el pecado. Por lo tanto, nos invita a no temer los momentos de desolación espiritual, como el que vivió Israel, sino a vivir esta ausencia temporal de Dios como un don, rechazando al mismo tiempo los caminos alternativos y los ídolos”.
Predicar el amor apasionado de Dios
Además, Francisco invitó a los sacerdotes y a los obispos a predicar en este tiempo cuaresmal el amor apasionado y celoso que Dios tiene por su pueblo, pero también a ser conscientes de su papel en la Iglesia: el de realizar un servicio generoso a la obra de reconciliación de Dios. Los exhortó a un diálogo franco con Cristo, como hombres y no como pusilánimes.
"No se consideren administradores del pueblo, sino servidores que no aceptan la corrupción. Unidos con los hermanos, con la comunidad, dispuestos a luchar por el pueblo", dijo Francisco poniendo en evidencia la actitud de los sacerdotes que hablan mal de su propio pueblo a los obispos y "todos esos males dolorosos que ensucian la imagen de la Iglesia", les exhortó.
Las consecuencias del pecado
Añadió también que "el pecado nos desfigura, y vivimos con dolor esta experiencia humillante cuando nosotros mismos o uno de nuestros hermanos sacerdotes u obispos cae en el abismo sin fondo del vicio, de la corrupción o, peor aún, del crimen que destruye la vida de los demás", aseveró.
El Santo Padre no olvidó los escándalos de abusos sexuales que está sacudiendo a la Iglesia en estos momentos. “Quiero compartir con ustedes el dolor y la culpa insoportable que causa en nosotros y en todo el cuerpo eclesial la oleada de escándalos de los que están ahora llenos los periódicos de todo el mundo. Es evidente que el verdadero sentido de lo que está sucediendo debe buscarse en el espíritu del mal, en el Enemigo, que actúa con la pretensión de ser el dueño del mundo, como dije en la liturgia eucarística al final del Encuentro sobre la protección de los menores en la Iglesia. Sin embargo, ¡no nos desanimemos! El Señor purifica a su Esposa y nos está convirtiendo a todos a sí mismo. Él nos está haciendo experimentar la prueba porque entendemos que sin Él somos polvo. Nos está salvando de la hipocresía, de la espiritualidad de las apariencias”.
“Dios - añadió el Santo Padre - sopla su Espíritu para devolver la belleza a su Esposa, pero el arrepentimiento es fundamental, de hecho es el principio de nuestra santidad». Por ello, pidió a los sacerdotes de Roma que no tengan miedo de poner su vida al servicio de la reconciliación entre Dios y el hombre, aunque la vida de un sacerdote pueda estar marcada "a veces por malentendidos, sufrimientos, persecuciones y pecados”.
Francisco finalizó su discurso invitando a los miembros del clero romano a pedir perdón a Dios y a sus hermanos por cada pecado que ha socavado la comunión eclesial y sofocado el dinamismo misionero: "Sean los primeros en pedir perdón", dijo el Pontífice, al tiempo que relanzó el apoyo a la campaña diocesana de Cáritas "en la tierra como en el Cielo", para vivir la Cuaresma de la caridad y responder a todas las pobrezas acogiendo y apoyando a los necesitados.