El Papa Francisco quiso reunirse con los jóvenes durante su estancia en Japón. Lo ha hecho este lunes en la catedral de Santa María de Tokio, y se dirigió a ellos tras un tiempo de oración y escuchar el testimonio de tres jóvenes.
Uno de ellos habló sobre el “bullyng”, el acoso escolar que sufren muchos niños en todo el mundo y sobre el que se va tomando cada vez más conciencia. Francisco dijo a los jóvenes presentes que “lo más cruel del acoso escolar es que hiere nuestro espíritu y nuestra autoestima en el momento en que más necesitamos fortaleza para aceptarnos a nosotros mismos y poder encarar nuevos retos en la vida”.
“En ocasiones, las víctimas de bullyng incluso se culpan a sí mismas por haber sido blanco ‘fácil’. Pueden sentirse fracasados, débiles y sin valor, y llegar a situaciones altamente dramáticas”, agregó.
Tal y como recoge Aciprensa, Francisco dijo a los jóvenes que “paradójicamente, son los acosadores los verdaderamente débiles, porque piensan que pueden afirmar su propia identidad lastimando a los demás”.
En el fondo –señaló- “los acosadores tienen miedo, son miedosos que se cubren en su aparente fortaleza. Debemos unirnos todos contra esta cultura del ‘bulismo’ y aprender a decir: ¡basta!”.
El segundo de los testimonios que se presentó ante el Papa planteó cómo pueden los jóvenes hacer espacio para Dios cuando viven en sociedades frenéticas enfocadas a la competitividad y a la productividad.
“Es habitual ver que una persona, una comunidad o incluso una sociedad entera pueden estar altamente desarrolladas en su exterior, pero con una vida interior pobre y encogida, con el alma y la vitalidad apagada”, dijo Francisco.
De este modo, agregó que a estas personas “todo les aburre, ya no sueñan, no ríen, no juegan, no conocen el sentido de la admiración y la sorpresa. Como zombis, su corazón dejó de latir por la incapacidad de celebrar la vida con los demás. ¡Cuánta gente en todo el mundo es materialmente rica, pero vive esclava de una soledad sin igual!”.
Por ello, Francisco insistió en que “combatir esta pobreza espiritual es una tarea a la que todos estamos llamados, y ustedes tienen un papel especial que desempeñar, porque exige un cambio importante en nuestras prioridades y opciones. Implica reconocer que lo más importante no radica en todas las cosas que tengo o puedo conquistar, sino a quién tengo para compartirlas. No es tan importante focalizarse y cuestionarse para qué vivo, sino para quién vivo”.
Por último, el tercero de los testimonios trató sobre cómo ayudar a los jóvenes de que se den cuenta de que tienen un valor y una bondad. “Para ser felices, necesitamos pedirle ayuda a los demás”, aseguró el Papa. “De modo particular, les pido que extiendan los brazos de la amistad y reciban a quienes vienen, a menudo después de un gran sufrimiento, a buscar refugio en su país”.
“Un maestro sabio dijo una vez que la clave para crecer en sabiduría no era tanto encontrar las respuestas correctas, sino descubrir las preguntas correctas”, subrayó. En ese sentido, invitó a plantear “buenas preguntas, cuestionarse y ayudar a otros a hacerse buenas y cuestionadoras preguntas sobre el significado de la vida, y de cómo podemos dar forma a un futuro mejor para quienes vendrán después de nosotros”.