Este domingo 7 de octubre el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus frente a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, en el contexto de estos días que se celebra el Sínodo de los Jóvenes en Roma.
No dividir lo que Dios ha unido
El texto del Evangelio (Mc 10,2-16), relataba las respuestas de Jesús ante los fariseos que preguntaban sobre el matrimonio, interrogándolo sobre si es lícito que un marido repudie a su mujer, como lo dispone la ley de Moisés.
En este contexto, el Santo Padre explica que Jesús, en primer lugar, "redimensiona la ley mosaica", afirmando que el antiguo legislador "escribió para ustedes esta norma a causa de la dureza de su corazón". En otras palabras, es una concesión que sirve para tapar las lagunas producidas por nuestro egoísmo, pero no corresponde a la intención original del Creador.
Por ello, Jesús retoma el libro del Génesis: "Desde el principio de la creación, Dios, los hizo varón y mujer; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne" (vv. 6-7). Y concluye: "Por tanto, el hombre no debe dividir lo que Dios ha unido" (v. 9).
No al repudio: superando el interés individual
"En el proyecto original del Creador, no existe el hombre que se casa con una mujer y, si las cosas no van bien, la repudia. ¡No! En cambio, sí hay un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente en el matrimonio", argumento Francisco haciendo hincapié en que esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio, como una unión de amor que implica fidelidad.
"Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo. Si por el contrario prevalece en los cónyuges el interés individual, su propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir".
La belleza de las relaciones humanas
Asimismo, el Papa señala que Jesús no admite el repudio ni todo lo que puede llevar al naufragio de la relación.
"Lo hace para confirmar el plan de Dios, en el que destaca la fuerza y la belleza de las relaciones humanas", subraya el Pontífice destacando que la Iglesia, madre y maestra que comparte las alegrías y los esfuerzos de las personas, por un lado, "no se cansa de confirmar la belleza de la familia tal como nos ha sido transmitida por la Escritura y la Tradición; a la vez que se esfuerza por hacer sentir su cercanía materna de manera concreta a quienes viven la experiencia de relaciones rotas o llevadas a cabo de una manera dolorosa y cansada".
La Iglesia redirige hacia Dios los corazones heridos
"La manera en que Dios mismo actúa con su pueblo infiel -es decir, con nosotros - nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón", añade el Obispo de Roma asegurando que ante tantos fracasos matrimoniales dolorosos, la Iglesia está llamada a vivir su presencia de caridad y misericordia, para redirigir hacia Dios los corazones heridos y perdidos.
"Invoquemos a la Virgen María, para que ayude a los esposos a vivir y renovar siempre su unión a partir del don original de Dios", concluyó el Pontífice.