El Papa Francisco, comentando un pasaje del libro del profeta Ageo, ha animado este jueves a luchar contra la tibieza espiritual. Lo ha hecho en la misa matinal en la capilla de la casa Santa Marta.
Un pueblo que no confía y no quiere arriesgarse
Ageo intentaba conmover el corazón del pueblo perezoso y resignado a vivir como derrotado, explicó el Papa. El Templo de Jerusalén había sido destruido por los enemigos, todo era una ruina... Sus corazones estaban amargados y no tenían ganas de trabajar. Decían: "No, no, no seguimos adelante, tal vez sea una ilusión, mejor no arriesgarse, quedémonos un poco así...". Aquella gente – prosiguió explicando el Papa – "no tenía ganas de levantarse, de volver a empezar, no se dejaba ayudar por el Señor que quería que se levantara", con la excusa de que aún no había llegado el momento oportuno.
Y éste es el drama de esta gente y también es el nuestro, cuando el espíritu de la tibieza se apodera de nosotros, cuando nos llega esa tibieza de la vida, cuando decimos: "Sí, sí, Señor, está bien... pero despacio, despacio Señor, dejémoslo así... ¡Mañana lo haré!”; para decir lo mismo mañana y mañana dejarlo para pasado mañana y pasado mañana posponerlo aún… y así, una vida posponiendo decisiones de conversión del corazón, de cambio de vida…
La tibieza espiritual es la "paz de los cementerios
Es una tibieza – dijo Francisco – que a menudo se esconde detrás de las incertidumbres y mientras tanto pospone. Y así mucha gente desperdicia su vida y termina "como un trapo porque no ha hecho nada, sólo para mantener la paz y la calma dentro de sí misma". Pero esa – añadió el Papa – "es la paz de los cementerios".
Cuando entramos en esta tibieza, en esta actitud de tibieza espiritual, transformamos nuestra vida en un cementerio: no hay vida. Sólo hay una cerrazón para que no entren problemas como el de esta gente que "sí, sí, estamos en ruinas pero no nos arriesgamos: mejor así". “Ya estamos acostumbrados a vivir así".
El Señor pide nuestra conversión hoy
El Papa Francisco advirtió que todo esto nos pasa también a nosotros "con las pequeñas cosas que no van bien, que el Señor quiere que cambiemos". Él nos pide la conversión y nosotros le respondemos: mañana. De ahí la invitación a la oración. Pidamos al Señor la gracia de no caer en este espíritu de ser "medio-cristianos" o, como dicen las ancianas, "cristianos de agua de rosas", así, sin sustancia. Buenos cristianos, pero que trabajan mucho, que han sembrado mucho, pero que han recogido poco. Vidas que prometían tanto, y al final no han hecho nada.
El Pontífice concluyó su homilía diciendo: “Que el Señor nos ayude a despertar del espíritu de la tibieza, para luchar contra esta suave anestesia de la vida espiritual”.