El Vía Crucis con los jóvenes en el Campo Santa María la Antigua de la Cinta Costera, en Ciudad de Panamá, fue el último acto de la agenda del Papa este viernes en la Jornada Mundial de la Juventud.
Cada una de las catorce estaciones estuvo asignada a un país americano, y todas tuvieron un marcado carácter social, anticipando la orientación del posterior discurso de Francisco.
Los descartados
Así, jóvenes guatemaltecos mencionaron en la reflexión de la cuarta estación la situación de los pueblos indígenas; los costarricenses de la quinta, el medio ambiente; los venezolanos de la sexta, el drama de los migrantes y refugiados, que afecta particularmente a su país bajo la dictadura socialista de Nicolás Maduro; los haitianos de la séptima hablaron sobre la violencia; los dominicanos de la novena, "las mujeres que sufren discriminación de género"; los colombianos de la décima, los derechos humanos, cuando aún está fresco el recuerdo de los 21 muertos y 68 heridos del atentado del 18 de enero contra la Escuela de Cadetes de la Policía, a manos del grupo terrorista Ejército de Liberación Nacional; los portorriqueños de la undécima, la corrupción; los mexicanos de la decimotercera, la violencia criminal; y los nicaragüenes de la última estación, el aborto.
Un repaso similar hizo el Papa Francisco en la parte central de sus palabras: "Padre, hoy el vía crucis de tu Hijo se prolonga", lamentó.
"Se prolonga en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer", continuó, "y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia...; en las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y ninguneadas en su dignidad; en los ojos tristes de los jóvenes que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro...; en la angustia de rostros jóvenes, amigos nuestros que caen en las redes de gente sin escrúpulos... redes de explotación, de criminalidad y de abuso, que se alimentan de sus vidas...; en tantos jóvenes y familias... absorbidos en una espiral de muerte a causa de la droga, el alcohol, la prostitución y la trata...; en jóvenes con rostros fruncidos que perdieron la capacidad de soñar, de crear e inventar el mañana...; en el dolor oculto e indignante de quienes, en vez de solidaridad por parte de una sociedad repleta de abundancia, encuentran rechazo, dolor y miseria, y además son señalados y tratados como los portadores y responsables de todo el mal social...; en la resignada soledad de los ancianos que dejamos abandonados y descartados...; en los pueblos originarios, a quienes se despoja de sus tierras, sus raíces y su cultura, silenciando y apagando toda la sabiduría que tienen y nos pueden aportar...; en el grito de nuestra madre tierra, que está herida en sus entrañas... y que se ve pisoteada por el desprecio y el consumo enloquecido que supera toda razón".
En resumen, Francisco lamentó que la sociedad "perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor". "Sí, Padre", concluyó, "Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos rostros mientras el mundo, indiferente, y en un confortable cinismo, consume el drama de su propia frivolidad".
"¡Qué fácil es caer en la cultura del bullying, del acoso, de la intimidación, del encarnizamiento con el débil!", había señalado antes, lamentando la actitud de muchos cristianos: "También nosotros, tus amigos Señor, nos dejamos llevar por la apatía, la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos tapamos la boca, para no gritar".
La Virgen María, modelo del cristiano
Contra esa actitud propuso un modelo, la Virgen María, "mujer fuerte", para aprender de ella "a estar de pie al lado de la cruz". "Fue la mujer fuerte del 'sí', que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza", proclamó el Papa, y ejemplo para tantas "madres, padres, abuelos que no dejan de sostener y acompañar a sus hijos y nietos cuando 'están en la mala'", para quienes "no se achican y vuelven a comenzar en situaciones que parecen que todo está perdido, buscando crear espacios, hogares, centros de atención que sean mano tendida en la dificultad", para quienes "no se han callado y no se callan ante una cultura del maltrato y del abuso, del desprestigio y la agresión".
E hizo una alusión muy especial: "Padre, como María queremos ser la Iglesia que propicie una cultura que sepa acoger, proteger, promover e integrar; que no estigmatice y menos generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar a todo emigrante como portador del mal social".