Desde el balcón del Palacio Apostólico y ante miles de feligreses que escuchaban en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco citó durante el Ángelus la situación de Afganistán y de los miles de desplazados.

De este modo, pidió generosidad a los países a la hora de acoger. “En estos momentos de agitación en los que los afganos buscan refugio, rezo por los más vulnerables entre ellos. Rezo para que muchos países acojan y protejan a quienes buscan una nueva vida. También rezo para que los desplazados internos tengan la asistencia y protección necesarias. Que los jóvenes afganos reciban educación, un bien esencial para el desarrollo humano. Y que todos los afganos, tanto en su país como los que están en camino y en los países de acogida, vivan con dignidad, en paz y fraternidad con sus vecinos”, pidió el Papa este domingo.

Reflexionando sobre el Evangelio de este domingo, Francisco se lamentó que en muchas ocasiones las personas no sean capaces de escuchar debido a una sordera interior que es mñas grave incluso que la exterior. La llamó la “sordera del corazón” e instó a pedir a Dios que la sane.

En este sentido, el Santo Padre recalcó que “todos tenemos oídos, todos, pero muchas veces no somos capaces de escuchar. ¿Por qué? De hecho, hay una sordera interior, que hoy podemos pedir a Jesús que toque y sane. Esa sordera interior es peor que la física, es la sordera del corazón. Atrapados por las prisas, por mil cosas que decir y hacer, no encontramos tiempo para detenernos a escuchar a quien nos habla. Corremos el riesgo de volvernos impermeables a todo y de no dar cabida a quienes necesitan ser escuchados: pienso en los hijos, en los jóvenes, en los ancianos, en muchos que no necesitan tanto palabras y sermones, sino ser escuchados”.

Por ello, lanzó unas preguntas: “¿cómo va mi escucha? ¿Me dejo tocar por la vida de las personas, sé dedicar tiempo a los que están cerca de mí para escucharla?”. Y aunque dijo que esto es para todos quiso dirigir estas cuestiones a los sacerdotes, que deben “escuchar a la gente, no ir con prisas, escuchar, y ver allí cómo puede ayudar, pero después de haberla escuchado”.

Francisco igualmente animó a reflexionar sobre la falta de escucha “en la vida familiar: ¡cuántas veces se habla sin escuchar primero, repitiendo los propios estribillos que son siempre iguales! Incapaces de escuchar, siempre decimos las mismas cosas, o no dejamos que el otro termine de hablar, de expresarse, y nosotros lo interrumpimos”.

El silencio fue un elemento reivindicado por el Papa este domingo. En su opinión, “el renacimiento de un diálogo, a menudo, no viene de las palabras, sino del silencio, de no quedarse estancado, de volver a empezar pacientemente a escuchar a la otra persona, escuchar sus luchas, a lo que lleva dentro. La curación del corazón comienza con la escucha”.

“Lo mismo ocurre con el Señor. Hacemos bien en inundarle con peticiones, pero haríamos mejor a ponernos primero a escucharle”, advirtió el Papa quien preguntó: ““¿Nos acordamos de escuchar al Señor?”.

En esta capacidad de escucha destacó la importancia de recibir el Evangelio cada día. “Somos cristianos, pero quizás, entre las miles de palabras que escuchamos cada día, no encontramos unos segundos para dejar que resuenen en nosotros algunas palabras del Evangelio. Jesús es la Palabra: si no nos detenemos a escucharlo, pasa de largo. Si no nos detenemos a escucharlo, pasa de largo. San Agustín decía: ‘tengo miedo del Señor cuando pasa’. El miedo era dejarlo pasar sin escucharlo”, señaló el Papa.

De este modo, el Santo Padre subrayó que “si dedicamos tiempo al Evangelio, encontraremos un secreto para nuestra salud espiritual. He aquí la medicina: cada día un poco de silencio y de escucha, algunas palabras inútiles menos y algunas palabras más de Dios. Siempre con el Evangelio en el bolsillo que te ayuda mucho”.